Cualquiera que afirme otra cosa será incierta. Fue al mediodía del 9 de septiembre del 2017, exactamente a las 12 y 16 minutos, cuando la central termoeléctrica (CT) Antonio Guiteras se apagó, mucho antes del estrago mayor provocado por las potentes olas del huracán Irma al edificio que la alimenta de agua procedente del mar.
“Es común registrar la hora de salida y sincronización al Sistema Electroenergético Nacional. Son momentos únicos”, aclara el director Rubén Campos Olmos, con el tiempo justo para dedicarle unas palabras a Trabajadores.
“Todo comenzó y terminó precisamente en la casa de circulación, donde entraba agua por los efectos del viento, los arrastres dañaron una malla y en el proceso de examinar una de las dos bombas, la otra se inutilizó, y provocó que la unidad se disparara, se fuera del aire…”. Campos Olmos se alisa el pelo en señal de resignación. “Después vino lo que ya se sabe. El desplome total de esa infraestructura”.
“Nunca consideramos siquiera esa posibilidad, nunca un colapso así”, se lamenta Aurelio Ramos López, especialista en Defensa Civil y secretario general del Comité del Partido Comunista de Cuba en la CT.
“Muy exactos son nuestros planes de reducción de desastre y así y todo nos sorprendió, a pesar de no fiarnos de un huracán estimado siempre como de categoría cinco. A esa percepción ajustamos las medidas”, explica, y sus ojos miran con tanto desconsuelo que duele.
“Prevenidos como estábamos, preparamos unos andamiajes protectores de las mallas, los motores y reductores, los equipos más expuestos, pero, ¡qué va!, todo eso terminó sepultado por estos rompeolas. Mírelos usted, quién podría imaginarlo. Fueron olas de 7, 8 y 9 metros, que levantaron estos bloques de entre 20 y 50 toneladas, quizás con mayor peso. Los movieron de su lugar y los lanzaron a donde les dio la gana. Irma acabó con esto”, suspira.
Su compañero de trabajo, Jorge López, movido por la curiosidad, casi llegó hasta allí, ajeno al peligro al que quedó expuesto en un momento crucial del paso de Irma por la costa norte de Matanzas. Asegura que solo vio algo blanco, una masa blanca de agua. Después lo supo bien. “Eran las olas tragándose la casa de agua de mar, destruyéndola”.
Cuenta el jefe de la unidad empresarial de logística y transporte que echó marcha atrás y salió de allí tan deshecho como lo estaban los otros trabajadores, unos 60 que esperaron al huracán. Aurelio, el secretario general del Comité del Partido, recuerda que no tuvo valor para contestarle el teléfono a Mercedes Llano Menocal, la secretaria general del buró sindical, quien le llamaba insistentemente a su móvil. “Mejor le envío un mensaje”, se dijo.
Cuando sintió el aviso de, SMS, Mercedes imaginó que era alguna noticia de la termoeléctrica. “¿Cómo estarán las cosas…?”. Leyó lo que no hubiera querido: “Ha sido desastroso”. Ella lo dudó y se fue a la cama con la esperanza de que Aurelio exageraba.
11 de septiembre, dos días después
El mal tiempo del domingo la aguantó en su casa y evoca ese día con más de 24 horas. “Pero el lunes ya estaba yo allí, dispuesta a decirle a Aurelio que por primera vez había dudado de él, que no podía ser verdad”. En eso meditaba camino al patio cuando, de pronto, sintió que se le doblaron las piernas, respiró profundo y fue derechito a una piedra. Se sentó y lloró sus penas.
No sabe el tiempo que estuvo ahí, solo recuerda el instante en que abrió los ojos y vio un montón de gente moviéndose de un lado a otro. “¿Y yo qué hago aquí?”, se preguntó, y salió, con una agilidad vencedora de sus años, a ponerse al frente de su sindicato.
“Ha llegado apoyo de muchos lugares, tanto, que antes se lidiaba con 453 empleados y ya casi se supera la cifra de mil personas”, estima Llano Menocal. “Eso exige lo mejor de todos, desde el cuidado de entregarles los medios de protección, velar por su uso, hasta la calidad de la alimentación.
“Tampoco podemos dejar a un lado la motivación. Si queremos que las cosas salgan bien, hay que sacar lo que cada cual puede ofrecer. Por eso ya está en marcha una emulación especial. Este lunes, por ejemplo, se hará un corte para reconocer los óptimos desempeños.
“Son iniciativas impulsadas también por el Sindicato de Energía y Minas y la CTC de la provincia, presentes aquí desde el primer momento. Eso da la medida de que nada puede fallar”, advierte.
“La Guiteras significa mucho para nosotros, para Matanzas, para el país. Esta CT es fundamental”, razona Román Pérez Castañeda, especialista principal del grupo de diagnóstico. “No solo le aporta estabilidad al Sistema Electroenergético Nacional, sino que lo hace de manera muy eficiente. Antes aquí se producía la energía más barata del país en plantas de este tipo”.
Pérez Castañeda significa la envergadura de lo sucedido en la casa de bombas de circulación que garantiza la llegada del agua de mar a la planta, líquido que antes pasa por mallas que quitan del camino cualquier obstrucción. Un par de motores, reductores y bombas intervienen en el proceso. “Si estas bombas dejan de funcionar, se alteran los parámetros de la central y esta se dispara, exactamente lo ocurrido el pasado 9 de septiembre”.
La ruta crítica de la Guiteras
Para devolverle la vida a la CT, se echó manos a todo y a todos los que podían salvarla. Junto con un equipamiento de la más diversa variedad, se han dado cita allí gente de gran valía.
Eso explica la presencia de Alcides Meana Báez, el hombre que en junio o julio de 1988, no recuerda bien, le entregó, ya funcionando, la termoeléctrica a Fidel Castro Ruz.
A sus 70 años, con una lucidez envidiable, liderea, junto a otros, la fase recuperativa. “En una semana —especifica—, se ha avanzado mucho. De los equipos sepultados, lo primero que sacamos fueron los dos motores, que ya son reparados en la capital del país, luego un reductor, pero falta el otro aún atrapado. Lo más difícil será llegar a las bombas, cosa que esperamos suceda en breve”.
Volver a encender la planta supone limpiar cualquier cosa que entorpezca llegar a los equipos, revisarlos, diagnosticarlos. Eso lo sabe muy bien Adrián Felipe Roca, de la Empresa de Construcción y Montaje de Varadero, pieza clave en los avances hasta ahora conseguidos.
Acortar los plazos
El objetivo primario de los trabajos, argumenta Rubén Campos Olmos, consiste en poner a funcionar una de las dos bombas de circulación y, con ella sola, estaríamos en condiciones de poder generar una cantidad cercana a los 220 MW/h.
La buena nueva es que no se constataron daños tecnológicos serios en el resto de la planta, pese al agua que subió hasta un metro en algunas áreas, lo que obligó a revisar equipos, desmontarlos y reparar en caso de que lo requirieran.
Alcides Meana asegura que se dejará el espacio para la construcción definitiva de la nueva nave… “De momento, lo que el país necesita es generación, y en eso no fallaremos. Se trata de acortar, sin quitarle calidad a nada, los plazos en cada ruta que acometamos”.
La misión de los buzos
Un grupo de seis buzos asume una de las más importantes labores recuperativas en la termoeléctrica. Su accionar ha creado muchas expectativas. “Quizás porque nadie se imaginó que nos llamaran para un trabajo aquí, pero tenemos experiencia”, confiesa Andy Díaz Fernández, el más bajito de todos, pero el más alto en jerarquía.
Al jefe del equipo, perteneciente a la Empresa Constructora de Obras Marítimas de La Habana, toca la misión de dirigir la desobstrucción del canal de entrada, compuesto por cuatro vías que trasladan agua de la bahía de Matanzas hacia la piscina de tranquilización, aledaña a la casa de bombas de circulación de agua de mar.
“Lo primero que hicimos fue inspeccionar el lugar. Sabemos que esos conductos están muy cerrados y nos toca limpiarlos”, asegura el joven buzo, para lo que ya se auxilian de una patana y la grúa, con la que izarán lo que encuentren.
Explica que lo preocupante no es solo lo acumulado allá abajo por el derrumbe, sino también otras cosas que pueden estar en el fondo marino, arrastradas por las intensas olas.
“Se han sacado muchas cosas como piedras muy pesadas, y se despejó algo el lugar, pero queda bastante trabajo. Lo mejor es el ánimo del equipo para acometer con calidad nuestra parte”.
Deseosos de lanzarse al mar, apenas les alcanza el tiempo para una pequeña reunión. Denis Díaz Delgado y Rafael Manuel Alfaro hablan solo lo necesario. El segundo sujeta la cámara. Un video acuático facilitará las cosas, me dice Erick Ramos.
“Vamos a meterle”. Humberto Valdés Ramírez y todos, menos Andy, van camino al mar. No hay que fiarse de esas aguas, ahora mansas, advierte Carlos Alberto Castelo.
Todavía está muy turbia y comienzan a zambullirse, uno a uno. En ellos hay mucha fe depositada. Es sábado 16 de septiembre. Empieza así otra jornada con tantos misterios como los que esconde el mar.
El día avanza en una central que poco a poco muchos brazos van rescatando de lo hondo, un boca a boca que la salva. La termoeléctrica Guiteras respira. Hay mucho amor allí.