En estos días la diana los ha llamado al combate, a una pelea en la que las armas son el compromiso con el pueblo.
Se han diseminado por todos los lugares donde ha sido necesario soldados, clases y oficiales, incluidos coroneles y generales, hasta nuestro cosmonauta, y junto a ellos los trabajadores civiles de la defensa y los miembros del Ministerio del Interior. Cada uno ha aportado en la ardua tarea de eliminar los obstáculos dejados por la furia del huracán y así contribuir al saneamiento de los barrios.
El suceso, como muchos otros que ocurren en esta tierra, sorprende a nuestros visitantes, que a su paso por las calles contemplan a los vecinos trabajando hombro a hombro con los uniformados.
Y es que, como dijo Camilo en el año inaugural de la Revolución, el nuestro es un ejército político y no de la política miserable, sucia, mezquina que se había hecho en Cuba hasta entonces, sino un ejército de ideales decidido a velar por los intereses populares y meterse donde tuviera que hacerlo.
Tal como les explicó el Che en aquel 22 de noviembre de 1959 a los miles reunidos en el Caney de las Mercedes, en el trabajo voluntario de apoyo a la construcción de una ciudad escolar para 20 mil niños de la Sierra Maestra, “Hoy juntos, obreros, campesinos y estudiantes, con su Ejército Rebelde, vamos a ayudar a construir la nueva Cuba”.
Continuamos por ese camino, porque civiles y militares, todos, somos la misma cosa: cubanos, patriotas, uniformados de pueblo.