El mar de Caibarién ahora es apacible. El viento ahora es una brisa suave. Pero el mar y el viento dejaron secretos incontables a su paso durante los días terribles del huracán Irma. El mar y el viento se devastaron a árboles vetustos que siempre fueron recios, también a techos, paredes, muros, casas, postes… Todo quedó deshecho y descolocado, aunque la escultura que preside la ciudad parece no haber sentido los embates.
Casi sin recuperarse de ese episodio, los pobladores recobraron fuerzas y hasta miran el mar, ese que aseguran, vuelve a ser amigo y confidente.
Restanar daños
Las brigadas creadas para higienizar la ciudad con los trabajadores de las empresas del territorio, entre ellas la confitera, la pesca y el taller ferroviario no dan abasto. Los soldados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) ls apoyan, el esfuerzo es visible, pero el monto de lo que debe recogerse es inconmensurable.
Diariamente se cargan más de 2 mil metros cúbicos de desechos sólidos, se talan árboles derribados, muchos de ellos legendarios. ¡Duele perderlos!, dijo uno de los habitantes que miraba con angustia cómo los trabajadores de comunales al cargarlos lo hacían con cuidado, como queriendo salvar esa historia.
Cuentan que los perjuicios fueron severos en la Unidad Empresarial de Base Talleres Ferroviarios, uno de los centros laborales más destacados del país. Aunque de no ser porque falta parte del techo no se creería que por allí estuvieron los vientos de Irma porque está organizado, limpio y hasta adornado como siempre.
Según Reinaldo de Armas, su director, se laboró sin descanso, se recuperó todo el carburo y se limpiaron los exteriores y el área de la carpintería. “El esfuerzo será grande, la meta es cumplir con los 11 coches que restan por hacer en el año”, precisó y un trabajador reafirmó: “Aquí no hay miedo”.
El novio de Caibarién
Le dicen el mexicano porque siempre está entonando rancheras encima de su cargador, se llama Francisco Luis Carrasco, es un joven de menos de treinta años, integrante de la brigada constructora de asfalto del municipio. Trabajador ejemplar, delegado al festival provincial de la juventud y precandidato al mundial.
El mexicano mientras hace su faena tararea la ranchera La media vuelta. Pero aclara: “Caibarién, La Villa Blanca es mi novia, a esta ciudad no le daré ni la media vuelta, ni me voy con el sol, aquí me quedo” y así anda por la conocida calle Jiménez. Afirmó que seguirá con su colectivo hasta Falero y luego a Martí, vías principales del territorio recogiendo maleza, salgazos y hasta caracoles.
Este muchacho ha llenado con su equipo más de 80 camiones de desechos sólidos diariamente. Él comanda la emulación que espontáneamente se ha creado y son muchos los que se destacan. Entre ellos Pedro, el ponchero, quien, según cuentan, cada vez que una goma se agrieta, y es frecuente por los objetos puntiagudos que se tropiezan, ejecuta las labores a mano, cuando deberían ser mecánicas.
Llegó la solidaridad, llegó Santiago…
Una brigada de constructores de la Ecoing 24 de Santiago de Cuba llegó a Caibarién. El ingeniero Rubén Galán Rodríguez, al frente del grupo, habla del trayecto, de los equipos pesados que traen consigo, entre ellos cargadores, grupo electrógenos, motosierras. En sus palabras es apreciable que siente orgullo de sus hombres, quienes sin descansar del viaje se incorporaron a las faenas.
Para todos ellos esta tarea entraña un doble compromiso: la solidaridad y un extra con Lázaro Expósito Canto, secretario del Partido en aquella provincia oriental.
“Nuestro secretario nos dijo que laboraríamos en su tierra natal y nos pidió darlo todo, así lo haremos”, expresó Rubén. Luis Mariano Lescay fue más explicito: “estamos acondicionando toda el área de la villa donde nos albergaremos que está destruida, al terminar nos volcamos al resto de las zonas del municipio, luego si fuera necesario seguimos para cualquier otro lugar”, expresó con optimismo contagioso. A su vez Osmel Castillo reconoció que cuando el Sandy fueron los villaclareños de los primeros en llegar. “Nos toca pagar con amor y esta es la hora”, puntualizó.
De la ciudad heroica cubana hay además trabajadores eléctricos, los que unidos a las brigadas del municipio son considerados por la población la mano salvadora que les lleva la luz.
Sergio Pulgar e Ismael Osorio son santiagueros, están laborando junto a los villaclarenos Rodobaldo, Dachel, Andy y Pedro. Observarlos enderezar postes, conectarlos, empatarlos, cambiar acometidas o poner en el lugar adecuado los transformadores es casi una labor de equilibristas. Otros santiagueros están en otras labores difíciles, reparan la línea de 33 KV Remedios- Yaguajay que pasa por Caibarién. En pleno monte, desandan caminos, algunas veces en medio de la noche y en ocasiones bajo la presencia de lluvias. Estos son hombres de acero y parecen burlarse de la furia de Irma.
El hospital, la escuela, Gelabert
El hospital de Caibarién al paso de meteoro fue evacuado en su totalidad, pero mantuvo su vitalidad, incluso se crearon condiciones para atender a los 29 pacientes que reciben tratamiento de hemodiálisis.
Maria Teresa Velásquez, agradecida confesó: “pude darme las sesiones, funcionó el transporte, tuve la misma atención de siempre”.
Actualmente esta institución de salud presta servicio con todas las especialidades clínicas y quirúrgicas.
La escuela primaria Abel Santamaría, cercana a la costa, está lista para iniciar el curso escolar. En las aulas se aprecian los libros, la pizarra, el componedor, el alfabeto, maestros, padres y alumnos colaboraron en la organización escolar. Este lunes todos los estudiantes de Caibarién recibirán clases, para ello se buscaron variantes que garantizan la calidad del proceso docente educativo.
Y custodiando la ciudad, purificado, intacto, ileso e indeclinable como este pueblo que sabe erguirse, está el inmenso cangrejo de Gelabert.