A raíz de la aprobación de más divisiones para el boxeo femenino en los Juegos Olímpicos del 2020 con la consiguiente disminución de las categorías masculinas, salta otra vez el tema hacia el interior de nuestro sistema deportivo. Criterios a favor y en contra siguen pesando para la decisión final de practicarlo oficialmente o no. Lea tres opiniones al respecto y opine a través de nuestro correo: deportes@trabajadores.cu
- ¿Qué dice usted de la mujer?
- ¿Las doce cuerdas para ellas?
- Faltan oros sobre el ring
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¿Qué dice usted de la mujer?
Por Daniel Martínez, periodista de Radio Reloj
A un puñado de prejuiciosos que acompañan nuestro presente se les podría diagnosticar con total seguridad como portadores de un peligroso contagio que algunos incautos creen desterrado.
La intolerancia, triste argumento que sirve de pretexto para hacerse eco de ideas que en innumerables ocasiones sirven de mecha para el estallido de absurdos conflictos.
Algunos sectores poblacionales de mayoría masculina, (aunque también se incluyen damas) destilan la patética tesis de que las mujeres cubanas, dueñas de una tenacidad superlativa, no deberían practicar el boxeo.
La pólvora que enciende está polémica habita en la siquis de un buen número de personas a quienes sería interesante retratarles el alma el día que algún directivo del INDER se plante ante los medios de comunicación y declare que ellas ya pueden escalar al ring.
Hasta hoy Cuba carece de un sistema organizado que desarrolle entre ellas el viril deporte, aunque no podríamos descartar que existan individualidades con experiencia en su práctica y con argumentos técnicos para asumir retos internacionales.
Por una razón u otra la maquinaria de sueños y talento no echa a andar, frustrando la posibilidad de que nuestras chicas se prueben, en su afán de asaltar los más prestigiosos escenarios del mundo.
Una de las argumentaciones a favor podría venir de la Asociación Internacional de la disciplina, que proyecta incrementar su intervención en eventos de primer nivel como los Juegos Olímpicos y a la par disminuir las plazas destinadas al sector varonil.
Ello sin olvidar que en el cambiante universo deportivo, cada competencia se antoja más compleja, lo que obliga a ampliar el abanico de opciones si se aspira a un mayor número de descorches felices, (se imaginan a nuestras boxeadoras esculpiendo medallas).
La lucha y las pesas eran parcelas desconocidas para ellas en casa y hoy felizmente se vislumbran luces, que poco a poco iluminan un camino que promete optimistas emociones.
Durante más de medio siglo, las mujeres han sido vívido espejo de la sociedad que a diario ayudan a construir. Con su ímpetu e inteligencia felizmente continúan derribando cientos de tapias de testarudez, para edificar útiles murallas de lucidez y desarrollo.
Por gracia de la naturaleza y el proyecto social que comenzamos a construir hace más de 50 años, están predestinadas a seguir escribiendo incontables páginas de gloria en la incansable caminata de superación que debemos asumir como seres humanos. Talento y derecho tienen para ello, inclusive si deciden cincelarlo a través de sus puños enguantados. Ese camino jamás cercenaría su gracia, femineidad y belleza, menos aún, su gigante condición de mujer. ¿No lo cree?, ¿Entonces, qué dice usted de la mujer?
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¿Las doce cuerdas para ellas?
Por Ernesto León
Los más recientes cambios de Comité Olímpico Internacional (COI) intentan potenciar la participación femenina en las disciplinas que aún no tienen paridad con los hombres, aunque en algunos casos, como el boxeo, la solución implica reducir algunas divisiones varoniles. Como concepto es válido, pero el espectáculo sobre doce cuerdas de las damas se continúa resistiendo para muchos por razones reales, afectivas, machistas y hasta culturales.
Es cierto que no son ni serán menos bellas o perderán sus atributos si suben a un cuadrilátero, pues no lo han perdido encima de un tatami con el judo, el taekwondo o el kárate, o sobre un colchón en la lucha, por solo citar cuatro deportes de combate en los que hoy es normal verlas actuar.
Quizás para la cultura nuestra (y la de algunas naciones) la dura resistencia a verla sobre el ring pasa por lo sangriento, rudo, bestial y dramatismo mortal que ha traído el pugilismo desde sus inicios, por más que las protecciones (cabeceras, petos y guantes) o reglamentos sean diferentes entre el boxeo profesional y amateur.
La experiencia desagradable de peleas o broncas callejeras entre damas, así como lo morboso que siempre resulta ver a dos mujeres dándose golpes al rostro o el abdomen también conspiran para una aprobación social; mientras las lesiones cerebrales a mediano y largo plazo (probadas por la ciencia a partir de los golpes repetidos a la cabeza) son difíciles de compartir o querer para las mujeres.
Eso último pasa también entre los hombres y cada quien es libre de elegir si se somete a este rigor o desenlace, como toca decidir a cada sociedad, federación o institución deportiva si apoya o estimula esta práctica, tal y como ocurre con otras. Digamos la equitación, el golf, la canoa slalom, el hockey sobre hielo, entre otros, hay países que ni siquiera las tienen concebido en sus planes o centros para entrenar. Y no precisamente por nada subjetivo, como ocurre con el boxeo femenino.
La resistencia a verlas entre doce cuerdas pasa además, en el caso nuestro, por organizaciones y grupos (liderada por la Federación de Mujeres Cubanas) que ven en una pugilista la expresión más cruda de enfrentamiento personal por una medalla, con desfiguración de rostros, heridas y demasiadas agravantes a la salud.
Puede ser que la lista de elementos en contra de fomentar jabs, los nocaos y los swings sea menor o mayor y que los detractores crezcan o disminuyan, pero lo innegable es que no debemos hacer nada por ninguna presión internacional o la ambición de podios. El deporte es más que eso. Y bien lo sabemos los cubanos.
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Faltan oros sobre el ring
Por Roberto M. López de Vivigo
Imaginémonos frente al televisor disfrutando de las trasmisiones de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. La señal refleja un combate de boxeo entre la estadounidense Claressa Shields y la holandesa Nouchka Fontijn en la categoría de 75 kilogramos.
Luego de una excelente demostración, la norteña gana su segunda medalla de oro en estas citas con triunfo por decisión unánime. Volvamos a la realidad. Tele Rebelde nunca proyectó esas imágenes y confieso que ver a dos mujeres repartiendo jabs y ganchos no me es grato, sobre todo por el daño en sus rostros.
Mi percepción, sin ánimos de justificación, está dada por el machismo de una sociedad cubana inclusiva desde 1959, pero con raíces históricas patriarcales aún presentes.
No obstante, como seguidor y cronista de deportes en pleno siglo XXI, me es inconcebible ser un detractor de la práctica del boxeo femenino. Esta disciplina es parte del programa olímpico desde 2012 en tres divisiones (Mosca, 48-51 kg; Ligero, 57-60; y Medio, 69-75). Un año antes había debutado a nivel continental en los Juegos Panamericanos de Guadalajara.
Además, la Asociación Internacional de Boxeo (AIBA) ha realizado varios campeonatos del mundo. Las últimas ediciones de Astaná (2016) y Juvenil/Junio en Taipéi (2015) resultaron muy exitosas. En la capital de Kazajistán 19 naciones se colgaron al menos una medalla, en torneo con diez categorías.
Más allá del panorama internacional, ¿qué ocurre en Cuba? El boxeo femenino está privado de un sistema organizado para su auge, por lo que tampoco se insertan pugilistas en lides foráneas. Llama la atención que suceda esto, porque ya tenemos judocas, pesistas, taekwondocas, karatecas y luchadoras.
Cuba es potencia boxística desde siempre, por tanto las damas entrenadas en la Isla tiene garantizadas, a priori, preseas y podios en cualquier evento. Pero, la tradición gloriosa de nuestro pugilismo podría no ser suficiente para lograr rápidos títulos de nuestras mujeres sobre el ring, si seguimos demorando la aprobación oficial de la práctica dentro del país y su completa inserción en los certámenes del orbe. Recordemos que el taiwanés Ching-Kuo Wu, presidente de la AIBA, abogó en La Habana por ello.
Soy optimista y aunque quizás no sea de los que me siente frente al televisor a ver a las boxeadoras cubanas superando la actuación de Claressa Shields, sentiré vibrar mi corazón escuchando las notas del Himno Nacional por el triunfo dorado de una antillana.