Siempre existen oportunidades, en cualquier faceta del quehacer humano, de incrementar la trayectoria de éxitos. Imbuidos de ese espíritu, los actuales integrantes de la escuela cubana de boxeo se presentaron de manera fenomenal durante la última semana, en el Campeonato Mundial, celebrado en la bella ciudad portuaria de Hamburgo.
Exhibiendo sus mejores galas en el plano técnico y una excelente preparación física (con independencia de que no se pudo materializar en Irán una base de entrenamiento previa) los discípulos del colectivo técnico que encabeza Rolando Acebal —resulta absurdo, sin chovinismo de ninguna clase, que el lauro al mejor entrenador de la justa no se colocara en su pecho— se mostraron indetenibles sobre el cuadrilátero de la Arena Sporthalle.
Cinco coronas y dos subtítulos, con nueve representantes y victorias en 27 de las 31 peleas efectuadas, no dejan margen a dudas de la fabulosa actuación. Además de los reveses en la jornada final de los pinareños Lázaro Álvarez (60 kg) y Roniel Iglesias (69 kg) —los cuales se quedaron otra vez por debajo de las expectativas, al igual que ocurrió semanas atrás ante los Astaná Arlans de Kazajstán, en la final de la Serie Mundial— solo sucumbieron en la fase preliminar el yumurino Javier Ibáñez (56 kg) y el guantanamero Arlen López (75 kg).
Fue tal el lustre del performance en predios germanos, que representó la quinta mejor cosecha para los alumnos de La Finca Orbeín Quesada del Wajay, en sus 18 incursiones mundialistas. En el pasado solo se retornó de estas lides con una foja superior en Tampere 1993 (8-3-0); Reno 1986 (7-2-2); Belfast 2001 (7-0-2) y Belgrado 1978 (5-3-0).
En el plano atlético todas las loas para nuestros campeones, de manera especial Julio César La Cruz, quien igualó las cuatro diademas del vueltabajero Juan Hernández Sierra (no tiene explicación que el agramontino no fuera escogido como el más destacado del certamen, distinción que recayó en el ucraniano Oleksandr Khyzhniak, titular en los 75 kg) y el matancero Andy Cruz, con una temporada de ensueño en los 64 kg, en la cual ningún oponente pudo derrotarlo.
Johannys Argilagos (49 kg) se reencontró con la excelencia que lo llevó al cetro en Doha 2015 y el espirituano Yosvany Veitía (52) y el guantanamero Erislandy Savón (91 kg) rubricaron las mejores presentaciones de sus vidas.
El pugilismo confirmó en suelo teutón que es el motor impulsor del deporte de casa en las citas múltiples y que cuenta con el potencial para seguir sumando acontecimientos dorados, al sendero que labraron Orlandito Martínez, Emilio Correa, Teófilo Stevenson y otras tantas luminarias, de la mano de Alcides Sagarra, Sarbelio Fuentes y el resto de los avezados preparadores, que depositaron su granito de arena a lo largo de estos años.