RTV Comercial, hace tiempo lo sabemos, no es sencillamente una empresa comercializadora de productos audiovisuales cubanos o de representaciones artísticas; el paquete de programas que tributa a los canales nacionales la consolidan como una de las principales productoras del país.
Sus estándares de realización están muy por encima de la media de nuestra televisión. Todas sus propuestas cuentan con una factura que se acerca a los mejores patrones internacionales, y en ocasiones los iguala.
Hay conciencia de la relevancia de la visualidad, hay voluntad de rescatar un sentido del espectáculo que dejó de ser habitual aquí después de la crisis de los noventa… por la consabida escasez de recursos, por cierta desprofesionalización del sector… y también por prejuicios: hay gente que asume que la fastuosidad y “pirotecnia” de un programa es proporcional a su frivolidad.
Olvidan un detalle: la televisión, en primer lugar, tiene que seducir, atrapar al espectador con el atractivo del “envase”. No es que la forma sea más importante que el contenido (no vamos a caer en el viejo debate), es que una cosa garantiza la otra. Por muy instructivo y necesario que sea un programa, no será efectivo si aburre.
RTV Comercial siempre lo ha tenido claro
Este verano, entre otras propuestas, presentó tres espectáculos con pretensiones: dos de estreno, La Colmena TV y Somos familia; y la tercera temporada de Sonando en Cuba. Comparten, en sentido general, el buen nivel del entramado: fotografía, diseño y concreción de la infografía, vestuario y maquillaje, iluminación, decorados… Que los tres se grabaran fuera de los estudios habituales de la televisión posibilitó una nueva concepción del espacio.
Pero lo que los distingue en la parrilla es su apuesta por el concurso, una tendencia eterna de la televisión universal, pero que vive ahora un particular auge. El público cubano, que por numerosas vías accede a variados programas extranjeros, solicitaba hacía rato nuestras propias competencias de talentos. Y verdaderamente, en Cuba hay una tradición (e incluso, en cierta medida fuimos pioneros de diversos formatos), pero en determinado momento se fracturó.
La polémica está en la manera en que se asumieron esos programas. Existen quienes piensan que se reprodujeron acríticamente esquemas de la televisión más comercial, hasta el punto de que Sonando en Cuba, parece la versión cubana de algunas franquicias internacionales.
Puede ser, pero más importante que el formato es la intención con que este asume. Esa estructura, está comprobado, funciona. Sonando en Cuba y La Colmena TV pretenden utilizarla para promover la música cubana.
De acuerdo, no siempre lo que se promueve es lo mejor (últimamente en Sonando en Cuba se han cantado algunos temas menores), no siempre es lo más adecuado (muchos niños en La Colmena TV interpretan canciones que difícilmente comprendan, porque no están concebidas para un público infantil)… pero en los dos espacios la competencia no está mediada por conceptos puramente mercantilistas, ni se apuesta por una frivolidad carente de valores.
Que en Sonando en Cuba se pudiera ahondar más en consideraciones históricas e instructivas es posible; pero no se puede perder de vista que es el gran show del domingo. Y el público a esa hora quiere (y necesita) lentejuelas y peripecias.
Claro que solo eso no garantiza el éxito. Somos familia, por ejemplo, no ha convencido del mismo modo, porque la dinámica de la competencia no ha sido igual de atractiva.
Dejemos a un lado la tan manida participación de humoristas, que en ocasiones deja tanto que desear; el principal problema de Somos familia es la monotonía y la grisura del concurso. Hacía falta más síntesis e imaginación.
Llegará el momento en que la buena factura no sea un plus, sino una condición básica para todos los proyectos de la Televisión Cubana. Mientras tanto, aplaudimos la apuesta de RTV Comercial… con la certeza de que pudiera ser mejor. Hay que seguir “rompiéndose” la cabeza para ir más allá del calco reduccionista.