Por Evelio Tellería Alfaro y Francisco Rodríguez Cruz
En medio de la canícula habitual, las fuentes ornamentales citadinas generan una sensación de frescor que nos alivia y reconforta. Los arabescos del agua al caer, el sonido intenso o leve que imita la cascada o la lluvia, los juegos de la luz natural o pensada, todo para resaltar la originalidad de un diseño que puede ir desde lo artístico y escultural, hasta la forma más sencilla.
Al rescate de ese patrimonio cultural, La Habana comienza a revivir una veintena de las más connotadas entre sus alrededor de 80 fuentes. Son creaciones únicas, en muchos casos con una historia célebre y una complejidad técnica que pocas personas supondrían.
El gobierno de la capital empuja la idea con la participación de las empresas de Aseguramiento de Servicios Comunales y de Aguas de La Habana, la Eléctrica y la Forestal, así como la Oficina del Historiador de la Ciudad. Según estimados, desde mediados del año pasado hasta ahora ya invirtieron alrededor de 2 millones de pesos con este propósito.
Es caro, muy caro, rescatar viejas fuentes. Son estructuras antiguas, ninguna similar a la otra. Muchas de sus añejas tuberías ceden ante la presión del líquido luego de décadas de abandono. Sustituir los tramos con mayor deterioro resuelve solo temporalmente. Hasta ahora no pocos de estos arreglos son curitas, pero al parecer existe la voluntad de buscar soluciones duraderas.
Cada fuente, además, requiere como mínimo de dos o tres bombas hidráulicas —una de achique y hasta dos de trabajo—, con precios que pueden oscilar, según su potencia, entre 500 y mil 500 dólares por unidad. Llevan oculto todo un cuarto de máquina, que debe incluir también una pizarra electrónica para proteger esos equipos de variaciones de voltajes y fallos eléctricos.
Los sistemas de luces no son más baratos, pues tampoco puede ser cualquier bombillo. De hecho, las actuales innovaciones con luminarias de teatro u otras alternativas a la mano, no siempre resisten las inclemencias del tiempo, el agua y los seres humanos.
Porque estas bellas fuentes tienen entre los habitantes de La Habana sus fieles y agradecidos admiradores, pero también algunos de sus más implacables verdugos. Son indisciplinas frecuentes usarlas como piscinas a riesgo de accidentes mortales, echarles desechos sólidos que pueden obstruir sus conductos y romper sus bombas, y hasta dañar sus estructuras con feos grafitis e incluso mediante la fractura de sus elementos decorativos.
Las fuentes capitalinas comienzan a renacer de su sequía. El agua que las adorna no compite con la de nuestras casas. Unas tienen pozos, otras la halan del cercano mar, todas reciclan una y otra vez casi el mismo líquido, cuya durabilidad y limpieza también depende en gran medida de la gente.
Al disfrutar del espectáculo que nos ofrecen, no olvidemos a partir de ahora que detrás de estas fuentes hay trabajadores que las cuidan y las miman —y a quienes también hay que exigirles constancia y dedicación en su tarea anónima y hermosa—, recursos materiales invertidos para echarlas a andar y darles mantenimiento, y el sueño o la esperanza de que algún día —¿para el aniversario 500 de La Habana quizás?— todas o la mayor parte de ellas vuelvan a alegrar nuestra ciudad.
Qué maravilla!!!! Cuando pasas cerca de una fuente en funcionamiento, notas el cambio del ambiente alrededor de ella; se siente más fresca la temperatura. Las fuentes en las cuidades no son solo para embellecerla, sino también para ofrecer al transeúnte un espacio fresco y acogedor… Ojalá todos (organismos responsables, trabajadores, visitantes y citadinos)logremos mantener nuestras fuentes, para el bien de todos!!!!!!!!