• Redonda y con muchas costuras
• Para ponerle el cascabel al gato
• Contrataciones: ¿jonrón salvador?
Redonda y con muchas costuras
Por Joel García
A la hora de diagnosticar la salud del deporte nacional, lo primero que deben comprender aficionados y directivos es que no puede igualarse o ser directamente proporcional resultados internacionales a excelente calidad en nuestras temporadas. Podemos lograr los primeros con enormes deudas internas y viceversa. ¿Qué es lo fundamental entonces? ¿Hay que salvar o no la pelota cubana?
Dejemos por sentado que un cambio de estructura de 16 equipos en la Serie Nacional es el último eslabón en la cadena de acciones a recorrer para recuperar la esencia de lo que hemos perdido: jugar y jugar béisbol, al margen de lo costoso de su práctica: guantes, uniformes, spikes, pelotas, bates, cascos, terrenos, árbitros, etc.
Los campeonatos provinciales y nacionales en las categorías menores cada vez tienen menos juegos —a veces ni se realizan en muchos territorios— y a los profesores de la base en esas edades se les sigue evaluando más por la promoción a las escuelas deportivas o equipos municipales (champeonismo a pulso), que por una correcta enseñanza de la técnica y la búsqueda constante de la motivación para salir al terreno, decisivos para sostener cualquier deporte hacia el futuro.
Esa fuerza aseguradora del talento está hoy debilitada en cuanto a cantidad respecto a épocas pasadas por el tema económico como centro del debate. Y eso hipoteca silenciosamente el futuro. Como también lo hace la competencia desleal de millones de dólares que ofrecen las Grandes Ligas por un jugador de nuestras Serie Nacionales, a quienes se les debe pagar lo acordado por la dirección del país sin demoras subjetivas, lo cual ha sucedido en más de una ocasión. ¿Y si no que le pregunten a Sancti Spíritus y a varios equipos más sobre el pago de la 56 Serie?
Para que se tenga una dimensión de lo importante que es jugar. Un pelotero estadounidense con menos de 21 años —tal y como enfrentamos en el último tope amistoso— tiene a esa edad casi mil partidos celebrados. Los novatos en nuestras campañas no llegan ni a 400 encuentros previos. La mayoría ni a 300.
Sin que sea definitorio en el estado actual, pero sí dialéctico y justo, las direcciones de béisbol en todas las instancias deben oxigenarse al menos cada cuatro años. Que cada quien le ponga su sello y se evalúen los resultados sin sentido de perpetuidad.
Apenas hemos esbozado algunas costuras. Y algo sí parece claro, el INDER es el dueño más importante de este tema, aunque sobre la pelota crucen en su aseguramiento varios ministerios y entidades. Si todos intentaran al menos batear tubey la redonda se movería mejor. La prensa, sujeto activo y propositivo, ya está en el cajón de bateo.
Para ponerle el cascabel al gato
Por Hassan Pérez
Corría 1864 cuando los hermanos Nemesio y Ernesto Guilló, junto a Enrique Porto, retornaron de sus estudios en el Springhill College de Mobile, Alabama. En su equipaje, guantes, bates y otros implementos —prácticamente desconocidos por esa fecha en Estados Unidos— llamaban la atención. El amor por la pelota, desde entonces, se levantaría como uno de las grandes pasiones para los cubanos. Es más, no puede escribirse la historia de nuestra nación sin ponderar en un altísimo sitio las múltiples dimensiones que emanan del béisbol.
Nuestro imaginario está marcado por la impronta de este deporte. Las resonancias que brotan del mismo —nadie en su sano juicio lo pondría en duda— son perceptibles en innumerables manifestaciones artísticas, literarias y del resto de las esferas de creación humana.
Ahora bien, debemos decirlo sin ambages, en la actualidad estamos lejos de recrear en toda su plenitud esos nexos, que tienen como vórtice a las bolas y strikes. La Serie Nacional, por ejemplo, representa para muchos el principal espectáculo sociocultural del país. Sin embargo, existe un largo trecho entre esa definición y las acciones que acometemos. Nos falta asumir a esta actividad —desde una concepción integral que vaya a la esencia del asunto— como verdadera fiesta que llega al corazón de millones de cubanos.
Durante la última etapa ha habido claridad en identificar varias de las problemáticas que lastan a nuestro pasatiempo, pero hemos sido inefectivos en su solución. Carecemos de una estrategia que integre, sume, multiplique y compulse a cada cual a aportar desde su perfil, en aras de una encomienda que toca las fibras identitarias más íntimas del pueblo.
No se trata de acciones aisladas, ni de “remedios” de última hora con elevadas dosis de improvisación, sino de un proyecto que imbrique a buena parte de los profesionales con enorme talento formados en estos años. El éxito no sobrevendrá como resultado del empleo de una “varita mágica”.
Solo es posible aspirar al triunfo si analizamos, sin prejuicio alguno, desde lo que tenemos que transformar en los estadios en el plano visual y de la gastronomía, (transitando por colocar pantallas en las plazas emblemáticas tan pronto sea factible) hasta todo lo concerniente a la divulgación de las hazañas de los peloteros y la comercialización de souvenires, imprescindibles para afianzar los vínculos entre protagonistas y aficionados.
Hay ejemplos (Matanzas, Ciego de Ávila y Holguín están en la vanguardia) que confirman que es viable pensar en un salto cualitativo. De la voluntad e inteligencia colectiva dependerá que salgamos airosos en un campo crucial para la supervivencia de la pelota antillana.
Contrataciones: ¿Jonrón salvador?
Por Daniel Martínez, periodista de Radio Reloj
Son añejas para muchos aficionados las estaciones en que asistían a la pelota por placer; transformada hoy en una caldera de estremecidas polémicas, decepciones y añoranzas en su sentido más puro.
La trama beisbolera cubana actual, repleta de debates internos, aderezados con apatía y la partida de muchos de sus intérpretes hacia ligas mejor remuneradas, nos transporta a una interrogante compleja. ¿Qué debemos hacer para que esa parcela de nuestro patrimonio sociocultural sobreviva las tormentas que la visitan?
Las respuestas, auténticas y exaltadas, dan pie a propuestas que confirman a este deporte como una filosofía, un camino espiritual al que nunca se le coloca el último adoquín.
Una de las baldosas que más se utiliza por estas fechas para intentar reconstruir el pasaje hacia el paraíso ausente es la contratación en campeonatos de mayor alcurnia.
La intención, felizmente iniciada, aunque todavía no reporte los dividendos esperados ratifica dos cuestiones vitales: necesitamos perfeccionar ese recorrido y urge también robustecer nuestras raíces, que son las que permitirán en el futuro un nivel más elevado en la liga casera y mejor horizonte en materia de negociaciones.
Nadie duda de la estirpe del béisbol cubano. La mejor respuesta son los atletas que históricamente y en la actualidad dan lustre al mejor béisbol del mundo, ávido del talento que brota en esta Isla.
Ansiamos engalanar los más prestigiosos circuitos del planeta, pero cómo podemos poblarlos cuando en casa y defendiendo la casaca patria apreciamos increíbles carencias técnicas y tácticas, y firme desconocimiento de elementales fundamentos del juego.
Sólo esculpiendo desde la base con real seriedad, elevando la preparación científica, la producción de implementos, rescatando áreas para su práctica y combatiendo la pereza que abruma a algunos técnicos y entrenadores por diversas razones, lograremos que poco a poco el béisbol nacional recupere el lustre que atesora en su profundo interior.
Recuérdese, las contrataciones son el punto más agudo de una cúspide, que para sostenerse debe tener un pedestal sólido del cual hoy adolecemos. Los resultados que nos acompañan en materia de espectáculo y triunfos son la penosa confirmación.