Calor. Sol. Sudor. Verano. Cuba hierve y los cubanos buscan agua para refrescar. Quizás por eso siempre que llega esta estación del año las playas y piscinas se repletan de vacacionistas que intentan liberar el estrés que provoca el clima, pero para los camagüeyanos ese ha sido un sueño casi imposible.
Agua… ¿dónde hay agua?
“Yo no puedo trasladarme todos los días para la playa. Está muy lejos. Por eso siempre combato el calor con un buen baño en la piscina, pero este año ha sido difícil”, explica Yani, una joven agramontina.
Camagüey es una ciudad mediterránea que obliga a sus habitantes a trasladarse cerca de tres horas en un recorrido de alrededor de 110 kilómetros en busca del mar. Por eso, y porque no todos pueden alquilar viviendas o ir a villas y campismos, es que para los camagüeyanos las albercas son siempre una buena opción.
Durante julio, solo algunas de las 11 piscinas pertenecientes al Grupo Empresarial de Comercio, y diseminadas por toda la provincia, la segunda más extensa del país, ofertaron servicios. La principal razón fue la falta de cloro.
“Comenzamos el año con problemas en el abasto de ese producto debido a la inversión que se realiza en la planta de cloro de Sagua la Grande. Con lo que nos llegaba se priorizó la entrega a las actividades de Salud Pública. El resto lo destinamos para que al menos cinco piscinas pudieran trabajar”, explicó Daniel Iglesias Guzmán, vicepresidente del Consejo Provincial de la Administración Pública.
Las pocetas del club ferroviario, la del parque Camilo Cienfuegos y la del Parque Botánico, ubicadas en la cabecera provincial, fueron algunas de las que abrieron, pero de manera intermitente.
Según expuso Iglesias Guzmán, para este mes, la suerte parece mejorar debido a que ya llegaron al territorio cerca de 3 mil litros que permitirán a otras instalaciones prestar servicios.
Aun cuando se vislumbra un final feliz, cabe preguntarse: ¿Si en todo el país se planifican las reparaciones o modernizaciones de empresas, no hubo oportunidad de alertar a tiempo sobre la posibilidad de la disminución de entrega de cloro? Y en cuanto a las entidades “propietarias” de las piletas, ¿resultaba tan difícil crear sus propias reservas atendiendo a la escasez que se avizoraba?
Los veranos comienzan siempre en julio, dando margen a ser “pensados” durante el primer semestre de cada año. Jóvenes, niños y trabajadores urgen de espacios de esparcimiento, y aunque en Camagüey funcionen unas 40 piscinas de diversas entidades, el resto, a la que pueden acceder todos, también necesitan cloro.