Las ranas casi ya no cantan ni los niños entonan aquel estribillo de que llueva, que llueva la virgen de la cueva. En casi todo el país se habla de sequía, ya sea en cifras o producto de la evidencia en las redes intradomiciliarias, en los carros cisternas que no paran de ir y venir llevando el líquido a los necesitados, en la vegetación ocre que decora kilómetros y kilómetros de carreteras.
Pero afortunadamente también se nota en las brigadas que por doquier rehabilitan y construyen nuevas obras, unas programadas con tiempo y otras emergentes para evitar que la afectación sea mayor. Y además, en los constantes llamados al ahorro y uso eficiente de un recurso por el que ya hay conflictos internacionales.
Detrás de cada inversión y actividad en el sector hay hombres y mujeres, nunca anónimos aunque sus nombres no sean publicados, si bien por estos días muchos son repetidos porque reciben el homenaje como parte de la jornada por el Día del Trabajador Hidráulico, instituido el 10 de agosto y que celebrarán con doble júbilo los granmenses, acreedores de la sede del acto central por la efeméride, en la cual resultaron destacadas las provincias de La Habana y Guantánamo.
Podría ser peor
Desde que como periodista comencé a vincularme con el mundo de la hidráulica siempre oí decir que la situación actual en cuanto a disponibilidad del líquido podría ser peor, de no haber desarrollado el Estado y el Gobierno, con Fidel como principal impulsor, la denominada voluntad hidráulica, que ha permitido en los últimos 58 años, pasar de 13 presas con una irrisoria capacidad de llenado de 48 millones de metros cúbicos, a 242 embalses preparados para almacenar más de 9 mil millones de metros cúbicos.
El espacio no me ayuda para las gráficas, única forma de trasladar, rápida y didácticamente el poderío que Cuba ostenta en la rama, porque todo se computa con ceros a la derecha. Si hablamos de estaciones de bombeo en fuentes de abasto sobrepasan las 2 mil 580, si el objetivo resultan los canales magistrales, se acercan a los 790 kilómetros y si queremos ejemplificar la obra ejecutada para suministrar agua, ahí están más de 2 mil 415 acueductos que llevan el preciado contenido por unos 22 mil 505 kilómetros de redes.
Con mucha razón los expertos consideran que a pesar de ocupar el lugar 105 entre 182 países en cuanto a su potencial en disponibilidad de agua, la fortaleza de Cuba está en ubicarse entre las pocas naciones que tienen al menos el 57 % de su capacidad hidráulica conformada en una infraestructura.
Solo que la única fuente para acumular agua depende de las precipitaciones y de estas no podemos ufanarnos, como tampoco de su derroche y uso poco eficiente, lo cual influye en otros indicadores, pues la mayor parte del agua es bombeada, con el derivado gasto de combustible y energía eléctrica.
Hay avances en esas y otras actividades que rectora el organismo con un comprometedor encargo estatal porque dirige, ejecuta y controla la aplicación de las políticas del Estado y del Gobierno en cuanto a planificación y protección de los recursos hídricos, el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos. ¿Cuánto ha cambiado para bien desde su creación, hace 55 años, el 10 de agosto de 1962?
Pero los hidráulicos no miran atrás. Falta mucho si nos atenemos a las misiones plasmadas en los Lineamientos del Partido y en la Ley de las Aguas Terrestres aprobada recientemente, con el fin esencial de defender el agua como patrimonio del Estado, en función de su utilización adecuada, para favorecer el desarrollo sostenible de la economía y de la sociedad.
Nadie puede dudar de la prioridad que se ha dado a la rama. En todos estos años en el programa hidráulico se han invertido más de 3 mil millones de pesos, y si antes la prioridad eran las presas, canales, sistemas…, hoy el énfasis está en el acueducto y las obras de saneamiento. En el año 2000 fueron destinados 60 millones de pesos en el plan de inversiones, 12 años después esa cifra se había multiplicado por seis y mantiene estabilidad. Es sinónimo de más compromisos para los trabajadores hidráulicos.