Entre los recuerdos más queridos que sobre Ñico López atesoraba Haydée Santamaría se hallaba lo ocurrido cierta noche en la casa de Melba Hernández, cuando a pesar de que el joven reía como de costumbre, algo en el fondo de sus ojos denotaba una tristeza sin igual. Al interesarse por la causa de aquel estado, el querido compañero le habló de la gravedad de su padre y le confesó carecer del dinero necesario para adquirir las ámpulas de morfina que mitigarían su dolor. En aquel instante Ñico llevaba encima 300 pesos de los fondos del Movimiento.
Tal era la honradez de aquel joven que con sólo 20 años de edad integró la vanguardia que, bajo la dirección de Fidel, protagonizó el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos M. de Céspedes el 26 de julio de 1953.
Como a un hombre que durante su corta vida sintió en carne propia la infelicidad de tlos demás lo recuerda Humberto Torres Herrera, Fonseca, quien compartió con él la azarosa vida clandestina desde mediados de 1955, cuando Ñico, recién llegado del exilio en México, acudió a la imprenta de Sergio González López, el Curita, en la Plaza del Vapor. A partir de entonces ambos trabajaron estrechamente unidos hasta que, reclamado por Fidel, aquel regresó al país azteca para incorporarse a los preparativos de la expedición del Granma.
Combatiente de Bayamo
Nacido en un humilde hogar de la habanera localidad de La Lisa, el 2 de octubre de 1932, Antonio López Fernández, Ñico, sólo pudo cursar hasta el tercer grado de la enseñanza primaria, porque muy niño aún se vio en la necesidad de realizar las más humildes labores para contribuir al sustento familiar.
Lector infatigable, sentía predilección por las obras de contenido político y social, de ahí que entre sus preferidas se encontraran las de José Martí y cuantas abordaran la historia de Cuba y de América en particular. «Siempre llevaba algún libro consigo y nos recomendaba leerlo», apuntó.
A los 15 años de edad se incorporó a la Juventud Ortodoxa, en la cual inicialmente desarrolló sus actividades en las secciones Obrera y Estudiantil. En ocasión del golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, emprendió disímiles acciones en contra de la tiranía implantada por Fulgencio Batista, y dos meses más tarde estrechó filas junto a Fidel Castro en la organización del movimiento revolucionario que el 26 de julio de 1953 reinició la lucha por la definitiva liberación nacional.
A la patriótica cita acudió como segundo jefe del grupo que se lanzó contra el cuartel de Bayamo. El fracaso de la temeraria acción le llevó al exilio en Guatemala y México, sucesivamente. Tras la amnistía general que dejó en libertad a los encarcelados por tales sucesos, retornó a la patria e inició una intensa y decisiva labor en la organización de las células del Movimiento Revolucionario 26 de Julio.
Como miembro de la dirección nacional del Movimiento, le correspondió crear y dirigir las Brigadas Juveniles del 26 de Julio, fundamentalmente en escuelas de comercio e institutos de segunda enseñanza, así como en centros de trabajo y en barrios donde las integraron obreros y estudiantes de otros niveles.
«Para mí, Ñico era un marxista leninista espontáneo -expresó Fonseca-, teniendo en cuenta que carecía del total dominio teórico de esa filosofía. Tal fue su proceder, que muchos miembros de la Juventud Ortodoxa lo consideraban un comunista infiltrado en sus filas. Se trataba realmente de un revolucionario formado en las prédicas de Martí y de Chibás; honesto, sencillo, osado, intrépido y jaranero; un hombre que cumplía lo que prometía; incondicional defensor de sus amigos, aunque sin tolerar lo mal hecho, porque era extremadamente exigente, en primer lugar consigo más que con nadie,
Y de un trato muy dulce para con sus compañeros y familiares.»
Esta aseveración la confirman las múltiples cartas que desde Guatemala y México envió a Juan y Concha, sus padres, y a Hortensia, su única hermana. «(…) es el amor a mis padres que me impulsó a pelear el 26 de julio -escribió el 4 de agosto de 1954 a ella-, pues si amo a los humildes, si sufro las penas de los pobres, como no voy a sufrir la de mis viejos
(…) crees que no sufro yo cuando sé que mi madre llora y sufre por verme lejos de ella (…)»
A Concha se dirigió el 8 de diciembre de 1954 en hermosa y sentimental carta:
«Resulta triste estar lejos de la madre amada, pero cuando serenamente pensamos en los sufrimientos de la patria, cuando pensamos la responsabilidad histórica que tenemos los jóvenes para con nuestro pueblo, no podemos menos que alzar la cabeza hidalgamente y seguir por la línea trazada, la recta. (…)»
«No se limitó a fundar las brigadas -aclaró Fonseca-; también organizó la Sección Obrera del 26 de Julio», y precisó que su vinculación con los estudiantes de la segunda enseñanza lo convirtió prácticamente en su líder.
Avanzado pensamiento político
El 4 de agosto de 1954, en carta a su hermana, expuso con toda claridad su posición política con respecto a los partidos burgueses al afirmarle que nunca lo vería peleando en «esas alardosas conspiraciones que sólo llevan tras de sí ladrones y asesinos (…)».
El 4 de marzo de 1955 señaló padre:
«(…) todos los políticos que han gobernado a Cuba a través de toda nuestra historia republicana no han sido más que unos ladrones y todos han defraudado pueblo (…) yo quiero ir un poco más allá, ahondarme en los grandes problemas que ha vivido Cuba no sólo en lo interno sino también en lo externo: enfrascarse en una lucha sin ideal es tanto ruin como inmoral. (…)»
Más adelante le decía:
«(…) la lucha se ha entablado desde el punto de vista de clases necesitadas y explotadores, esa la verdadera lucha y por ella debemos estar prestos (…) Luchar por Cuba no quiere decir luchar por los politiqueros corrompidos del presente ni del pasado, luchar por Cuba es luchar por el pueblo, por los que sufren, por los que a través de siglos han estado explotados. Esa y sólo esa la verdadera lucha.»