Yuris Nórido
Hemos hablado tanto de la polémica decisión de alternar capítulos de telenovelas diferentes en el horario estelar de la televisión, que ya parece que llueve sobre mojado.
Un respiro le habían dado a la audiencia al transmitir diariamente la recién finalizada Rastros de mentiras. Pero la “tregua” implicó que durante varios meses no hubiera ninguna telenovela cubana al aire, por los problemas de producción del dramatizado nacional.
Comienza el verano, hay dos nuevas telenovelas: En tiempos de amar (cubana) y Lado a lado (brasileña); y la Televisión Cubana retoma el esquema que pensábamos (queríamos pensar) que estaba superado.
La explicación, suponemos, debe ser la misma: si se transmite la telenovela nacional todos los días, no se puede garantizar la continuidad de producciones del patio. Y como es un espacio para creaciones de estreno, no caben ahí reposiciones. Tiene cierta lógica. Pero al poner los argumentos sobre la balanza, pesan más los de los que piensan que una telenovela, al menos como se asume en la contemporaneidad, está concebida para una frecuencia diaria. Dejar día por el medio la alarga demasiado, “enfría” la expectativa. Y necesariamente la gente establecerá comparaciones entre las dos propuestas. La opción ideal sería transmitir las dos telenovelas, una detrás de la otra. Y si al final de la cubana no está listo su reemplazo, pues esperar a que lo esté.
Seamos optimistas, ojalá que la televisión encuentre la fórmula para estabilizar la producción de telenovelas en Cuba. Fuimos uno de los países pioneros en el género, nuestras teleseries se distinguen en el panorama latinoamericano por la amplitud del espectro temático que cubren. Necesitamos más telenovelas cubanas y hay potencial para eso.
En su momento comentaremos sobre los dos estrenos en la parrilla. Y también les dedicaremos una serie de trabajos a los esquemas de producción de dramatizados para la televisión en Cuba.
Por ahora insistamos en lo que hemos planteado en esta misma columna: alternar telenovelas no es la mejor opción. Por más que haya lógicas que lo aconsejen.