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Roa: su pensamiento político

Por Fernando Martínez Heredia

Es justo llamar a Roa canciller de la dignidad, pero es totalmente insuficiente para caracterizarlo. Raúl Roa García fue un extraordinario pensador político cubano, uno de los más importantes del siglo XX, y un exponente muy destacado de la posición del socialismo cubano.

Su pensamiento político

 

El joven habanero nacido en 1907 era un apasionado de la lectura y, al mismo tiempo, desde muy temprano fue atraído por la política. Como todo joven revolucionario, su sensibilidad más que sus lecturas fue lo decisivo para comprometerlo. Pero, al mismo tiempo, escuchó el discurso arrebatado de Julio Antonio Mella, fue profesor en la Universidad Popular José Martí, estudiaba sin descanso el pensamiento social, leía literatura y poesía sin tasa, y se apasionaba por la justicia social. Se hizo antimperialista, y aún más, antiburgués. Los años 20, hay que reconocerlo, lo ayudaban a radicalizarse.

El Gobierno de Gerardo Machado le da un golpe de muerte al sistema político de la primera república en 1927, y lo deslegitima, por el ansia de continuar en el poder.

El joven estudiante universitario Raúl recibe el impacto de la actuación y las ideas de una vanguardia juvenil, el Directorio Estudiantil contra la Prórroga de Poderes, primeras armas para Gabriel Barceló, Antonio Guiteras y Eduardo Chibás, y se suma a la izquierda combativa. La dictadura se impone, pero Roa milita en un cenáculo de estudiantes, a la vez que lee a Ingenieros, palpita con la lucha de Sandino y comparte con Villena.

Hasta 1930, cuando tienen la oportunidad de lanzarse a un evento social que se concreta en la jornada de rebeldía del 30 de septiembre. Roa y sus compañeros asumen cambiar el contenido de sus vidas: se enrolan en una revolución. El saldo que le aportó la revolución como intelectual quizás pueda sintetizarse en una frase suya de fines de 1931, que expresa la conciencia que se acendraba en él, pero que podríamos llevar como divisa hoy y siempre: “El intelectual, por su condición de hombre dotado para ver más hondo y lejanamente que los demás, está obligado a hacer política”.

Las derrotas enseñan mucho, si uno no se convierte en un derrotado. La segunda etapa de la vida y la obra de Raúl Roa, entre 1935 y 1959, constituye un ejemplo cumplido de ese aserto. En aquellos años Roa combinó el prestigio personal de que gozaba con las búsquedas afanosas de caminos, la defensa de la memoria y del significado histórico de la Revolución del 30 y la defensa de los ideales más radicales que ella promovió, de justicia social, soberanía nacional y protagonismo del pueblo humilde. Se mantuvo fiel al ideal, pero las condiciones sumamente diferentes que confrontó le exigieron cambios fuertes y diversos dentro de la continuidad de su compromiso con el socialismo.

Junto a una riquísima vida universitaria que fue el centro de su actividad, hizo periodismo en un número enorme de contribuciones publicadas en diarios o revistas, trabajos en los que reflexionaba acerca de acontecimientos, pintaba situaciones o hacía crítica de corrientes de pensamiento y de sus cultivadores. En esta etapa maduró el conjunto de su concepción y su posición. Roa se convirtió en uno de los intelectuales más sobresalientes entre aquellos marxistas y socialistas cubanos que eran independientes respecto al movimiento comunista durante la Segunda República, un grupo que espera todavía un reconocimiento como tal en la historia de las ideas en Cuba.

En aquella etapa Roa se negó a participar en ningún partido político. ¿Cómo hacer política cuando uno no cree en los fundamentos de la política vigente? Solo en una ocasión aceptó el riesgo de asumir un cargo del Estado, a petición de un viejo compañero y amigo, el de Director de Cultura del Ministerio de Educación, de 1949 a 1951, pero sin adscribirse al gobierno de turno ni a su partido.

En aquel cargo desarrolló una labor de promoción cultural muy notable, que trató de llegar a las comunidades a lo largo del país, amparó concretamente manifestaciones intelectuales y artísticas de calidad y difundió mediante las publicaciones de la Dirección valores representativos de la cultura cubana.

En pie, libro publicado en 1959, comienza: “Cuba ha retornado al futuro y se enrumba hacia la estrella de su destino (…) Es la revolución que demandan los tiempos”. Fidel lo llama a participar activamente, y pronto será el canciller en el Gobierno Revolucionario. Por segunda vez en la vida, la revolución tocó a la puerta de Roa.

En esta tercera etapa de su vida adulta recibió las encomiendas de trabajo que merecía, por sus enormes méritos, capacidades y virtudes, y supo corresponder con una entrega total al proceso y la lucha cubana hasta el final de su vida (6 de julio de 1982), y con una de las actuaciones más destacadas entre los dirigentes de la Revolución. Termino con una oración extraída de un trabajo primerizo suyo, de brillantez y hondura inusitadas en un joven de 20 años, y también demasiado audaz, como se debe ser a esa edad.

Dice Roa de José Martí algo que cabe enteramente decir de él: “Todo el que cumple ampliamente con su tiempo, lleva en sí una partícula de eternidad”.

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