Cuando el Che fue capturado, herido, en el combate del Yuro, los militares bolivianos lo despojaron de dos relojes que llevaba en su muñeca. Uno de ellos había pertenecido a Carlos Coello, Tuma o Tumaini en la guerrilla, quien al ser herido mortalmente le había pedido que se lo hiciera llegar al hijo que no conoció.
Al morir, a Tuma le faltaban pocos meses para cumplir los 27 años. Su viuda nos mostró hace tiempo algunas de sus cartas donde le expresaba su ilusión por su próxima paternidad: “Me llena de júbilo pensar que dentro de unos días voy a ser padre”; “estoy bien aunque algo preocupado por no poder estar a tu lado en esos momentos” —señalaba en otra—; “no me vayas a chotear con una hembra”, le decía jocosamente en una tercera misiva, para enseguida tranquilizarla: “Si pares una hembra hay que quererla mucho”. Cuando finalmente el niño nació, Aleida March fue al hospital, lo retrató y le hizo llegar la foto. El recién estrenado papá se la mostró rebosante de alegría a cada uno de sus compañeros de la guerrilla a quienes les decía: “¿Viste, viste que fue macho?”
El deber le impidió a este joven oriundo de la finca Caridad, cerca de Manzanillo, actual provincia de Granma, materializar su sueño de tener varios hijos, como le había comentado a su esposa.
No obstante, su pequeño, nacido en la Revolución, no tendría que sufrir como él la pobreza de su hogar campesino ni verse obligado a trabajar desde los ocho años para ayudar a su familia.
A los 16, junto con un grupo de amigos que se procuraron escopetas y revólveres, Carlos Coello se incorporó al Ejército Rebelde. Era el mes de noviembre de 1957.
Participó en el rechazo a la ofensiva de verano del ejército de la tiranía batistiana e integró posteriormente la columna invasora No. 8 encabezada por el Che, con la cual se trasladó al centro del país.
Su desempeño en la tropa rebelde se caracterizó por su valentía y alto sentido del compañerismo, como lo demostró al ayudar en dos ocasiones a quien entonces era su jefe, el capitán José Ramón Silva, cuando resultó herido, y en otra oportunidad en que a riesgo de su vida rescató a otro combatiente caído.
En marzo de 1959 fue destinado como escolta del Che, de quien no se separaría nunca más. Lo acompañó a su misión internacionalista en el Congo, donde el joven adoptó el pseudónimo de Tuma o Tumaini, palabra de la lengua swahili que significa esperanza.
Después estuvo a su lado en la guerrilla boliviana, con la misma misión de velar por la seguridad personal del Comandante argentino-cubano.
En Bolivia le correspondió trabajar primero con Pombo (Harry Villegas Tamayo) y Ricardo (José María Martínez Tamayo) en el impulso a los preparativos de la lucha armada, hasta la llegada del Che a La Paz el 3 de noviembre de 1966, a quien Tuma, Pombo, el Ricardo y el Loro (Jorge Vázquez Viaña, boliviano) lo acompañaron en un yipi hasta la finca Ñacahuasu, el día 7, fecha de la primera anotación del Guerrillero Heroico en su diario de campaña: “Hoy comienza una nueva etapa”.
En el texto Tuma aparece mencionado reiteradamente: participando en exploraciones, en cacerías, haciendo cuevas, como ayudante de cocina, trasladando armas y pertrechos al campamento, en la marcha de entrenamiento y exploración programada por el Che para foguear a los combatientes, en choques contra el ejército…
El 26 de junio de 1967 se produjo un encuentro con los militares, descrito así por Inti Peredo: “Estábamos acampados en Piray en las faldas del río Durán. Che había ordenado una emboscada mientras otro grupo de compañeros iba a buscar alimentos al pequeño pueblito de Florida (departamento de Santa Cruz). Alrededor de las cuatro y media de la tarde envió de relevo a Pombo, Arturo (René Martínez Tamayo), Antonio (Orlando Pantoja Tamayo), Ñato (Julio Luis Méndez Korne, boliviano) y Tuma, con el objeto de que descansaran Miguel (Manuel Hernández Osorio) y la gente de la vanguardia. En los momentos de llegar se sintió un fuerte tiroteo. Tendidos en la arena había 4 soldados (…) El ejército estaba desplegado al otro lado del río, totalmente seco, ocupando buenas posiciones, Che llegó a ocupar su posición de combate (…) Un ruido de camión nos indicó que llegaban refuerzos del enemigo. Inmediatamente se inició el tiroteo que nos sorprendió en una zona sin una buena defensa. Pombo fue herido en un pie con una bala de ametralladora 30. Posteriormente Che dio la orden de retirada. Cuando se cumplían estas instrucciones se conoció la noticia de que Tuma había sido herido en el vientre. Rápidamente fue trasladado a una de las casas de Piray, (…) Moro (Octavio de la Concepción de la Pedraja) lo anestesió y empezó la operación, pero Tuma o Tuimaini como le decíamos cariñosamente, no alcanzó al término de la intervención. Tenía el hígado destrozado y una serie de perforaciones intestinales”.
Al Che le causó un gran dolor la muerte de Tuma. “Con él se me fue un compañero inseparable de todos los últimos años, de una fidelidad a toda prueba y cuya ausencia siento desde ahora casi como la de un hijo”, escribió en su diario.
El dueño de la casa donde intentaron en vano salvarle la vida al joven guerrillero narró posteriormente que el Che estaba muy afligido, se quedó esa noche junto al fuego, no quiso dormir.