Jorge Luis Coll Untoria, estudiante de Periodismo
Muchas veces se escucha que “las estadísticas son frías” en las discusiones sobre temas deportivos, sin embargo es difícil determinar esto. Pero no hay duda de que si un nombre se repite tanto es porque algún mérito debe tener.
Sus actuaciones con el madero no llaman la atención y tal vez varias personas se pregunten cómo con un promedio de 228 en 16 series nacionales está calificado entre los principales máscaras de la historia de la pelota cubana.
La respuesta está en su accionar defensivo. Aunque hay catchers con números superiores, al parecer Juan Castro suplía las carencias en el bateo con su inigualable manejo de la mascota. En 16 temporadas tuvo un average con el guante de 985 y un porcentaje de cogidos robando de 46.8 (330 enfriados en la intermedia en 705 intentos de estafa).
La inteligencia era una de sus armas distinguidas y durante su carrera le recibió a uno de los cuerpos de pitcheo más brillantes que ha pasado por la pelota cubana. Rogelio García, Julio Romero, Reinaldo Costa y Omar Ajete, entre otros, en algún momento fueron guiados o aconsejados por él.
Nada de esto aparece en las anotaciones pero influye en el resultado de un partido, pues la receptoría no es considerada una posición ofensiva, y en un tiempo en el que el béisbol estaba lleno de toleteros no hacía falta un catcher tan bateador, sino alguien con la capacidad de guiar a sus compañeros y defender bien y, al parecer, defensa era el segundo apellido del pinareño.
Decidirse por el vueltabajero, Medina o Pestano parece una mera cuestión de gusto, de lo que decidan los miles de mánager que tenemos en nuestro país. No todos los argumentos están en los dígitos y si así fuera cómo explicaríamos el caso de Germán Mesa. Hay torpederos con cifras superiores; pero casi nadie cuestiona que ha sido el mejor shortstop que se ha visto en los terrenos cubanos.
Quizás lo mismo pasa con Juan Castro y lo que haya marcado a sus aficionados sea su elegancia detrás del home para fildear foulflys y su mascoteo al recibirles a los lanzadores. Lo cierto es que, independientemente de las estadísticas, los fanáticos siempre lo consideran entre los grandes y, muchas veces, el más grande.
Por mi corta edad no lo vi jugar, pero su designación la escuchaba en cada disputa. Entonces, para salir de dudas —cuando todavía estaba en la primaria— le pregunté a mi papá quién era Juan Castro y la respuesta llegó más rápido que una recta de 99 millas: “Un catcher pinareño, el más elegante de todos”.