Toni Piñera
Dos importantes compañías que están de aniversario en este 2017: el Ballet Español de Cuba (BEC), que dirige Eduardo Veitía (30 años) y el Teatro Lírico Nacional de Cuba, lidereado por Roberto Chorens (55), unieron sus fuerzas para recordar a Georges Bizet en ocasión de los 142 años de su muerte (3 de junio). El fruto de esa creación conjunta, música/danza, voces/cuerpo, que vistió una inmortal pieza para revivir en las tablas su historia, se tituló Carmen por dos. Con rotundo éxito paseó por la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana (GTH) Alicia Alonso.
La Carmen, del BEC, estrenada en 1998, se sumaba en aquel momento a la rica tradición tejida en torno a un tema hondamente español, entre cuyos exponentes más notables se cuentan obras surgidas en otras latitudes. En esta escenificación “a dúo”, entre otros auspiciada por el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, el GTH Alicia Alonso, el Consulado General de Mónaco y Cooperación Española Cultura-La Habana, bailaron los recuerdos.
Carmen por dos, con flamenco y arte lírico, se basó en la puesta coreográfica de Eduardo Veitía, en la que no se ha olvidado la herencia cultural acumulada sobre la pasión y los celos que protagoniza la emblemática gitana. Podríamos decir, sin duda, que es una versión de su Carmen. Enriquecida y coloreada del lado musical con los cantantes líricos —que compartieron las tablas con los bailarines—, dirigidos artísticamente por Helson Hernández. Ellos vivieron en el escenario como un mágico eco del arte, que motivó al espectador para sentir/palpar una Carmen multiplicada en el gesto y en la voz.
De forma orgánica e inteligente Carmen (bailarina) y Carmen (cantante) aparecía y desaparecía dejando un grato recuerdo. Del lado del movimiento alternaron el personaje: la hermosa y en fértil instante artístico Diancy Martínez; la estelar Leslie Ung, que desató emociones con su quehacer; y la versátil Claudia González.
Mientras las tres sopranos, en la piel de Carmen, realizaron una faena exitosa. Tanto la debutante Niuvis Cañete —hermosa voz, que puede dar mucho más—, como las consagradas Mayté Milián y Dayamí Pérez, regalaron sus diversas condiciones, tanto musicales como escénicas, para dejar en claro su clase en el difícil personaje. Escamillo cobró especial aliento en el pleno ascenso del joven bailarín Yoan García, y el no menos brillante barítono Reynaldo Cobas, con voz soberbia, musical y certera.
En un solo acto, sin intermedio, se sucedieron nueve escenas: Obertura, Habanera, Tabaquería, Seguidilla, El pas de deux de la cárcel, La canción gitana, El toreador, Soleá Toro/Torero y Escena final, en las que alternaron bailarines y cantantes en un todo común. Otros personajes que no tuvieron su eco en la voz, solo en danza, dejaron igualmente su impronta. En primer lugar hay que subrayar la impecable labor del primer bailarín Ricardo Quintana (Don José), quien en las tres funciones realizó una encomiable actuación, pocas veces vista en este baile flamenco en Cuba. La joven Lorena Martínez interpretó, en su debut en el personaje del Toro, una actuación de altos quilates que será largamente recordada. Vale también aplaudir las actuaciones de los solistas y el cuerpo de baile integrado por alumnos de la Unidad Artística Docente del BEC, quienes aportaron un grano de arena a este triunfo.