Por Elaine Caballero
El destacado cantautor Silvio Rodríguez, quien nos ha deleitado y estremecido por décadas con su excelente repertorio, expresó en cierta ocasión: “la poesía y la música tienen, sobre todo, el poder de acompañarnos”; dos artes esenciales para comprender el misterio de la vida y elevar los sentimientos a su máxima expresión.
En Cuba, el fenómeno de la insularidad es fundamental para explicarse la lírica. La Isla, en toda su dimensión, constituye un antojo, un pretexto para comenzar el hilarante viaje de palabras finas y discursos exquisitos. Si bien la poesía surge como una revelación emancipadora, capaz de analizar y señalar con un dedo acusador cuando los hechos lo merecen, acontecimientos sociales y políticos, con el paso de los años ha perdido fuerza en nuestro contexto, principalmente en el gusto de las nuevas generaciones.
No pretendamos revivir tiempos pasados ni que los jóvenes tengan los mismos gustos de épocas anteriores, pero es cierto e innegable: este género casi no tiene consumo ni prominencia en nuestro accionar social, salvando excepciones, como en todas las reglas.
En los niveles básicos de enseñas se estudia a José Martí, Nicolás Guillén, José María Heredia, Rubén Darío, Duce María Loynaz, Carilda Oliver, Pablo Neruda, César Vallejo. Pero falta, falta mucho por aprender y enseñar, ¿Dónde ha quedado el Virgilio Piñera poeta o los versos de Lezama, Antón Arrufat, Lina de Feria, Fina García Marrúz, Miguel Barnet, Cintio Vitier, por solo mencionar a vates nacionales?
Recuerdo la primera vez que leí a Emily Dickinson, un placer inolvidable. Lo mismo sucedió con Federico García Lorca, Miguel Hernández y Luis Cernuda y otros que no menciono para no hacer interminable la lista. Bien se conoce que a edades tempranas es el mejor momento para inculcar en los pequeños buenos hábitos. Entonces, ¿Por qué no aprovechar esos momentos e incentivar una lírica decorosa, como la realizada en nuestro país?
Solo estamos mostrando la punta del iceberg, cuando en lo profundo radica un universo fascinante de letras y autores, que esperan ser leídos con cautela y desafío. Es necesario plantearse nuevos horizontes con respecto a esta problemática. Tampoco intentemos imponer gustos, más bien se trata de la posibilidad que el estudiante elija, entre un cúmulo de opciones. Pero tienen que existir a su alcance tales ventajas y que no resulten solo un recurso guardado en una biblioteca escolar.
Hace poco se celebró el II Encuentro Nacional de Poesía. Allí se debatieron temáticas fundamentales para comprender el alcance y la valía de autores nacionales. Tres intensos días donde la historia también ocupó un rol importante. La poeta y ensayista Caridad Atencio en su ponencia titulada Si tuviera que hablar de la poesía hoy analizó un hecho importante: los premios. Y la cito: “¿Qué hacen los poetas? Socializar hasta que, por condición propia, llamen la atención de la academia o mutar y ´forzar la poética´ para entrar en sus rubros de apreciación y competencia? Nadie es profeta en su tierra, pero siendo nosotros nuestros propios profetas nos cocinamos en nuestra salsa, que a muchos nos ahoga, pero a otros nos deja avistar el futuro en el que aspiramos que los críticos vengan a dar su esperado veredicto. Pero eso no es verdad nueva, sino caldo de cultivo de nuestras mentes hace años, que padecen ante las falsas jerarquías literarias”.
Otro asunto fundamental es la promoción. Actualmente existen espacios literarios en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), la Asociación Hermanos Saíz (AHS); la Casa de la Poesía, el Centro Dulce María Loynaz, la Casa del Alba, entre otras instituciones, donde se presentan libros y poetas. ¿Quiénes acuden? Solo un grupo, gente del gremio, por así denominarlo, semana tras semana. Un círculo vicioso, sin aparente salida. La cadena es larga e imprecisa y ya no se conoce cuál es el motivo principal que dio al traste. Vuelvo al inicio, con las palabras de Silvio, ¿realmente la poesía nos está acompañando? O es solo a unos pocos.
Julio Cortázar tiene una frase con respecto al amor muy certera, pero que bien se ajusta cuando estamos frente a versos y autores inconmensurables: “Como si se pudiera elegir (…) como si no fuera un rayo que te parte en dos y te llega hasta los huesos”.