Por Hassan Pérez Casabona
Acercarse a la historia de los pueblos, y de sus grandes personalidades, es una aventura pletórica de emociones mediante la cual, con independencia del camino que se transite, invariablemente crecemos. Desandar esas páginas, y el enorme acervo contenido en ellas, nos permite redescubrir acontecimientos junto a hombres y mujeres de carne y hueso, sin los cuales no seríamos en modo alguno quienes somos hoy.
Es una travesía fabulosa mediante la cual se revelan rostros, hechos y procesos que se entretejen, confirmando el carácter simbólico de nuestro pasado. La fortaleza de ese viaje a los orígenes estriba (es algo que por fortuna se comprende cada vez con mayor claridad) en dibujar los contornos de cada cual desde la amplia policromía inherente a la actividad humana, alejándonos de los retratos ramplones y edulcorados en los que cada perfil se traza de forma idílica, a la usanza de los cuentos de hadas y no contemplando la crudeza de lo sucedido.
La historia no es una bola de cristal para predecir el futuro pero si una extraordinaria fuente que nos permite proponernos construir, de manera consciente, senderos propios en la misma medida que somos capaces de conocer con rigor lo que ocurrió. No se trata, una vez nos apropiamos de ese legado, de juzgar inmisericordemente cada pasaje a luz de la contemporaneidad (tal procedimiento anti dialéctico no conduce a ningún destino, que no sea quebrar el delicado e insustituible puente que descansa en la relación pasado-´presente-futuro, sin el cual nos iríamos de bruces ante los enormes desafíos por afrontar) sino de aprehender, en toda su diversidad la manera en que, en un tiempo histórico concreto, actuaron nuestro predecesores.
Ello no niega el análisis crítico de lo precedente –por el contrario- sino que coloca el centro de la diana en el examen detallado sobre los múltiples elementos y actores inmersos en esas circunstancias, y no en el relato maniqueo que intenta presentar las situaciones bajo la sola división de “buenos” y “malos”.
En el caso de los pueblos de Nuestra América, aún con potencia superior, la historia es fuente preñada de momentos de gloria, escritos tanto por figuras célebres como por personas sin nombre. Ello explica por qué penetrar en sus vericuetos, e intentar esclarecer varios de sus enigmas (y las resonancias emanadas de ellos) constituye misión inaplazable en el afán de arribar a puerto seguro, en época en que la globalización seudocultural y la banalización a ultranza dentro de la sociedad de consumo aspiran a que, de uno a otro confín de la geografía planetaria, todos nos preocupemos solo por el último auto o teléfono móvil en el mercado.
Ese tipo de ciudadano (acrítico, descafeinado y quien adora al nuevo dios que anida en las catedrales modernas que representan los mall y los centros de fast food, por ejemplo) está en las antípodas de los seres humanos pensantes, comprometidos y con capacidad para razonar, y transformar sus entornos, como protagonistas de sus porvenir, que nos hemos propuesto formar en la Patria Grande, desde la etapa de Miranda, Hidalgo, Bolívar, Sucre, San Martín, O´Higgins, Alfaro, Morazán y Martí –pasando por Sandino, Albizu Campos, Mella, Allende o Torrijos- hasta el bregar de Fidel, Chávez y Correa.
“El Paraguay echa atrás su melena revuelta”, José Martí
Con la intención de continuar profundizando en los vasos comunicantes entre nuestros pueblos (justo cuando los vilipendiadores se empecinan en dividirnos empleando tanto la virulencia y el proceder de sus “gorilas” como instrumentos más refinados) se celebró hace unas horas un emotivo encuentro en el Centro de Estudios Martianos (CEM) con el tema: “José Martí y su actuación como cónsul de Paraguay en Nueva York”.
Un panel de lujo integrado por los doctores Sergio Guerra Vilaboy, jefe del Departamento de Historia de la Universidad de La Habana y presidente de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC); Pedro Pablo Rodríguez, acreedor de los Premios Nacionales de Historia y Ciencias Sociales, y Bernardino Cano, embajador de Paraguay en nuestro país, reflexionó con amplitud sobre un aspecto insuficientemente conocido en la vida del Apóstol. Las luces que aportó este intercambio, sin lugar a dudas, harán que otros investigadores prosigan acercándose a dicha temática.
En los comentarios iniciales Guerra Vilaboy se adentró en el complejo contexto que atravesaba la hermana nación, en el instante en que el revolucionario antillano asumió esa responsabilidad. “Es curioso que Martí fuera cónsul en ese momento. Paraguay en esa época estaba saliendo de las cenizas después de la Guerra de la Triple Alianza, (en la que intervinieron Brasil, Argentina y Uruguay bajo la égida de Inglaterra) la cual lo dejó totalmente devastado, al punto de que se produjo en aquella tierra un verdadero holocausto en el que la mayor parte de la población masculina fue aniquilada (los niños se ponían barbas para que los identificaran como combatientes) y al país le cercenaron una parte de su territorio”.
El reconocido catedrático ahondó sobre el desarrollo que alcanzó Paraguay previo a dicho conflicto, así como en otras aristas de aquellos años, las cuales examina en varias de las obras que integran su profusa producción historiográfica, conformada por casi una veintena de libros de su autoría y otro número similar como coautor. En uno de ellos capta la esencia de lo que sucedió entonces en ese territorio austral.
“La etapa final de las transformaciones liberales en América Latina coincidió con el fin del capitalismo de libre concurrencia y los comienzos de la penetración imperialista, fenómenos que se manifestaron en un grave enfrentamiento fratricida entre cuatro países de la América del Sur. Detrás de ese conflicto actuaban los intereses de los sectores oligárquicos liberales y los apetitos expansionistas de los comerciantes y capitalistas foráneos, afincados en Brasil y Argentina. La Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay, desarrollada entre 1864 y 1870, fue una de las primeras expresiones de los intereses de las nacientes potencias capitalistas volcadas brutalmente sobre los países latinoamericanos. La historia de este devastador conflicto, instigado por Inglaterra, tiene que ver con los inicios del reparto del mundo en zonas de influencia por las naciones industrializadas, necesitadas de mercados, fuentes de materias primas y terreno para sus inversiones, a lo que se resistía, casi en solitario, la República de Paraguay, situada en el corazón de la América del Sur”.
El también Premio Extraordinario Bicentenario de la Emancipación Hispanoamericana, convocado en el 2010 por Casa de las Américas, brindó en su exposición elementos sobre el nivel alcanzado por ese país. En la citada obra puede leerse: “Fue una etapa de auge económico en la cual, con recursos estatales, se abrió una fundición en Ybicui, se fabricaron barcos de acero, se instaló el telégrafo y comenzó a operar entre 1854 y 1861 el primer ferrocarril del Río de la Plata”. [i]
Pedro Pablo Rodríguez, por su parte, realizó su disertación bajo el título: “Paraguay y paraguayos en José Martí”. El responsable de la Edición Crítica de las Obras Completas de nuestro Héroe Nacional, señaló: “Es muy poco lo que conocemos sobre ese desempeño diplomático. Martí fue nombrado para ese cargo el 30 de julio de 1890 por el presidente paraguayo. No sabemos bien hasta cuando se extendió. Es posible inferir que renunció al mismo, al igual que hizo con el de Uruguay y Argentina, a partir de las maniobras de la embajada española, luego de su discurso del 10 de octubre de 1891”.[ii]
Rodríguez se sumergió, con la pasión que lo distingue, en la papelería martiana, intentando hallar el sustrato de lo que aparece en sus escritos sobre esa nación. En su infatigable quehacer de cinco décadas en estos menesteres sabe a la perfección que no basta con leer una vez al Apóstol, ni contentarse con la primera idea que sugiere un texto, sino que hay que meditar, cotejar con otros apuntes y buscar en las entrañas, en el afán de atrapar el sentido cabal de las valoraciones de un hombre de tanta grandeza.
Bajo esa óptica contextualizó la idea martiana, que pronunció en su discurso en el Liceo de Tampa el 26 de noviembre de 1891, en la que dice: “El Paraguay lúgubre de Francia” (en alusión al doctor José Gaspar de Francia, padre de la independencia) o recordó la que afirma: “Hablando del Paraguay no es posible escribir otro artículo, hay que hacer un canto pues por allá andan en la época nueva del poema”.
A lo largo de su presentación hizo énfasis en la necesidad de “desentrañar los misterios martianos” mediante el estudio minucioso de su obra. “Martí, resumió, tuvo una mirada antropológica y cultural hacia el hermano país, al cual se entregó con todo su corazón cuando fungió como cónsul en Nueva York”.
El excelentísimo señor Bernardino Cano, jefe de la legación paraguaya en La Habana, ofreció asimismo una conferencia magistral, demostrando un profundo conocimiento sobre un hecho que interconecta a dos pueblos.
El diplomático, además de expresar su gratitud por las exposiciones de los académicos cubanos, rindió homenaje al destacado intelectual Fernando Martínez Heredia, Premio Nacional de Ciencias Sociales, quien falleció de forma repentina horas antes.
En sus palabras reverenció a las dos figuras relacionadas de manera directa con el nombramiento de Martí como representante paraguayo en la Babel de Hierro: José Segundo Decoud y Juan Crisótomo Centurión, personalidades relevantes en la historia de su país con protagonismo en diferentes campos, incluyendo el de las relaciones exteriores.
Sobre Crisótomo (autor de una obra en cuatro tomos considerada la memoria más completa sobre la Guerra Guasú, como se denomina en guaraní el mencionado conflicto) reveló que durante su estancia en Londres conoció a la santiaguera Concepción de Zayas. “Luego, bajo el cielo y el clima de Santiago de Cuba, escribió una novela que se publicó con seudónimo en Nueva York, que catalogamos como la mejor escritura literaria sobre esa conflagración. Les dejo esta copia digital de la misma como otro testimonio de los nexos inquebrantables entre ambos países”.
El Dr. Cano elogió al CEM por la posibilidad de llevar adelante este acto (“…era un sueño que tenía desde hace años en Paraguay”, confesó) y entregó a la institución el pabellón patrio paraguayo para que se colocara en la Sala de Honor, junto al de otras naciones latinoamericanas.
La Dra. Ana Sánchez Collazo, directora del CEM, agradeció la iniciativa. “Es una de las actividades en saludo al 40 aniversario de la institución, inaugurada el 19 de julio de 1977. Estas puertas siempre estarán abiertas para los empeños consagrados a unir a nuestro pueblos”, remarcó.
En la velada participó una nutrida representación del Cuerpo Diplomático, entre ellos los embajadores de Chile, Uruguay, el Congo y República Dominicana.
⃰El autor es Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.
Notas, citas y referencias bibliográficas.
[i] Sobre los resultados horribles de la campaña bélica escribe el reconocido historiador. “Como resultado de esta larga y cruenta guerra, desapareció la mitad de la población paraguaya. El triunfo de la coalición permitió a Brasil y Argentina apoderarse de partes de territorio del país vencido, que estuvo ocupado hasta 1876. Los restos de la nación fueron cubiertos con el manto de una república liberal por la constitución de 1870, que concedía a los extranjeros exención de impuestos y derecho a tener propiedades. Paraguay quedó abierto desde entonces al capital foráneo, sobre todo inglés, que comenzó su penetración mediante empréstitos para “reconstruir” el país y pagar reparaciones de guerra. A cambio el gobierno paraguayo impuesto por los invasores debió entregar las mejores tierras y el ferrocarril, convertido en la empresa británica The Paraguay Central Railway Company”. Sergio Guerra Vilaboy: Nueva historia mínima de América Latina, Ediciones Boloña, Colección Raíces, La Habana, 2014, pp. 235-238.
[ii] El también destacado investigador Ibrahim Hidalgo Paz, presente en el acto, escribe en su cronología martiana sobre aquellos días. “Octubre 10: Hace el resumen del acto dedicado a la fecha patriótica, que se celebra en Hardman Hall, pequeño para la numerosa concurrencia. (El cónsul español en Nueva York se queja ante el gobierno de Uruguay por las palabras de su representante diplomático. El Ministro Plenipotenciario de la península en Washington dirige similar protesta a su homólogo de la república de Argentina. Octubre 11: Comunica por telégrafo al Ministro porteño su renuncia al cargo de cónsul de esa nación. Posiblemente este mismo día presenta igual decisión ante los funcionarios de Paraguay y Uruguay. (En el caso de esta última, “la mano encargada de dar curso a la renuncia la retuvo”. (E, III, 52) (Ver: 1892. Marzo 1 y 1894. Noviembre 19.). Octubre 17: Ratifica al Ministro de Argentina en Washington su decisión de no continuar ocupando el cargo que desempeñaba en el consulado neoyorquino, pues ve con preocupación la posibilidad de que sus actividades independentistas sean motivo de conflicto entre el país austral y la monarquía española. Octubre 20: Vicente G. Quesada le comunica la aceptación de su renuncia, a la vez que le expresa su agradecimiento por el desempeño de su cargo y por sus sentimientos amistosos hacia la república Argentina”. Ibrahim Hidalgo Paz: José Martí, 1853-1895, Cronología, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2003, pp. 143-144.