A sus 75 años Navarro, el primer Maestro ronero de la cuna mundial del ron ligero, asume que su vida fue escrita derecha en líneas torcidas. Por eso no se hizo pelotero como soñó, ni endocrinólogo como quería, ni permaneció mucho tiempo como profesor luego de graduarse de ingeniero químico, en 1964, en la Universidad de Oriente.
Irremediablemente todos los caminos lo condujeron a las vetustas bodegas santiagueras en las que mieles y alcoholes dormían misteriosamente en el interior de miles de barriles de roble bajo la supervisión de gente humilde y sabichosa.
Desde entonces a la fecha este hombre, un poco baracoeso y palmero a la vez, pero con raíces inamovibles en Santiago de Cuba, es parte indisoluble del proceso de fabricación de esa bebida. Tal vez por eso una conversación con él sea tan parecida al ritual de saborear un trago de añejo.
Desenroscando la botella
“Cuando en 1971 llegué a la antigua Empresa de Bebidas de Santiago de Cuba encontré una tecnología y una manera de fabricar el ron llenas de costumbres y de repeticiones, sin ninguna fundamentación teórica aunque con mucha disciplina y calidad.
“Se rechazaban aguardientes y alcoholes, se mezclaba y filtraba porque sí, no había documentación técnica de las operaciones, incluso en el área de los filtros de carbón no se permitían negros bajo el supuesto de que tenían un olor muy fuerte y eso estropeaba el proceso, en fin, mucho empirismo.
“Mi primera gran tarea fue, junto con otros compañeros muy valiosos, hacer la modelación matemática que describe los procesos, trabajar por el crecimiento estable de la producción y de la calidad, participar en la modernización y diseño de equipos y fábricas, y llevar el ron cubano al grupo de excelencia de los espirituosos en el mercado mundial, todo eso sin olvidar la herencia que estaba ahí, en quienes durante años se entregaron con amor y rigor.
“Me correspondió liderear ese momento y a un grupo de técnicos y maestros del ron desde 1974. De la fecha hasta hoy soy, por amor, esclavo de ello”.
Sirviendo el primer trago
“Hemos logrado desentrañar muchos de los misterios del ron, pero aún quedan otros, principalmente en el añejamiento, y le quedarán por siempre, porque es algo más que bebida, es expresión de historia y de cultura.
“El nuestro tiene patria porque tiene Maestros que han permanecido fieles sin abandonar su fábrica, porque no se puede hacer en ningún otro lugar, por el clima, porque aquí la caña crece de una manera particular y las mieles son de una calidad excepcional, porque tenemos una tecnología muy propia y porque para hacerlo hacen falta reservas muy antiguas que están exclusivamente en nuestras bodegas.
“Tiene un sabor característico, una permanencia muy grande en el paladar, es muy frutal, se desdobla en múltiples sabores en la boca del consumidor, es exótico… difícilmente eso lo tiene otro ron. “Además, nos hemos esforzado por elaborarlo con materias primas ciento por ciento cubanas, si en algún momento tuvo alguna que no lo fuera hoy ya no es así”.
Copas en alto para el brindis
“Me ha correspondido representarlo en más de 25 países en varias ocasiones y cuando las personas lo saborean tienen que decir ‘como este no hay’.
“Los Maestros hemos desarrollado nuevos rones base, buscado una expresión más elevada de la calidad, y hemos logrado un producto superior, para competir con los espirituosos de excelencias que estaban reservados al güisqui y al coñac.
“Ya llegó el ron cubano a ese nivel, se hizo presente y yo digo algo más: que se cuiden los de antes, porque el de aquí está a un altísimo nivel y no llegó como uno más, sino para plantar bandera.
“No es el de mayores ventas en el mundo porque no podemos entrar al mercado más consumidor, el de los Estados Unidos, y ha tenido que atravesar por momentos difíciles, pero que nadie tenga dudas: más tarde que nunca estará en la cumbre total”.
Brindis por…
“Tuve necesidad de vivir en La Habana por requerimientos del trabajo cuando fui el director industrial de la Corporación Cuba Ron, pero en Santiago de Cuba quiero dejar mis huesos.
“Tal vez alguien lo considere exagerado pero creo que esta tierra debería llamarse Santiago para Cuba, no puedo desprenderme de su historia de luchas libertarias, de sus lomas y su gente bulliciosa y multicolor, de su rebeldía y sus aires de libertad.
“Aquí están los dos grandes amores que me han cogido de las manos para ayudarme a andar. “Primero la familia, la mejor obra que Dios ha permitido que salga de mí, con mi esposa Jenny acompañándome durante 52 años, y espero lo haga 50 más, con mis cuatro hijos y nueve nietos. “Segundo el ron, a quien humildemente he dado mi contribución para elevarlo no como una simple mercancía sino como algo más importante, como expresión de cubanía.
“Por eso fue una emoción muy fuerte cuando me otorgaron el Título de Héroe del Trabajo de la República, no lo esperaba y aún siento algo raro, que a veces no me permite disfrutarlo a plenitud, y es un cierto sentimiento de no creerme merecedor de él.
“Ciertamente lo acepto y lo saboreo cuando asumo que no es un reconocimiento para mí, es para los Maestros roneros de Cuba que me han acompañado, para los compañeros de todos los días en el laboratorio, las bodegas, las fábricas, las oficinas, es para la familia.
“Cuando veo que la alegría de esta condición la comparten tantas personas especiales entonces celebro, acallando la vanidad y haciendo crecer el agradecimiento, porque en este éxito personal están las manos de muchos y la mano de Dios”.
Saboreando el trago
“En lo personal no me gusta tomar ron y jamás lo consumo en solitario, únicamente en actividades sociales y siempre en pequeñas cantidades; profesionalmente suelo hacerlo y por lo general no lo trago, lo boto. “Soy partidario de la lucha contra el alcoholismo, estoy a favor del consumo responsable, defiendo y proclamo que los muchos tomen un poquito, para que tengan la experiencia del buen ron cubano, y no que los pocos tomen mucho, eso es de borrachos.
“No es ron lo que brindo en casa sino café, buena música para oír o bailar y la amistad sincera, franca y fiel de José Navarro”, dice este Maestro ronero que ostenta el más alto reconocimiento que puede recibir un trabajador cubano.
Acerca del autor
Periodista cubana. Máster en Ciencias de la Comunicación. Profesora Auxiliar de la Universidad de Oriente. Guionista de radio y televisión.