Un mensaje para salvar al mundo

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Discurso del Secretario General de las Naciones Unidas:

Estimados amigos,

Quisiera dar las gracias a todos los miembros de la Universidad de Nueva York, en especial a la Facultad de Administración de Empresas Stern, por la cálida bienvenida que me han brindado y por haber hecho posible este acto.

También les doy las gracias a todos ustedes por su presencia en este debate sobre el reto crucial que plantea el cambio climático y el modo de hacerle frente.

No creo que pueda haber una mejor audiencia que este excelente grupo de académicos y científicos, estudiantes y activistas, inversores y emprendedores, es decir, las personas que, en un esfuerzo conjunto, están haciendo realidad la acción climática.

Tampoco creo que pueda haber un mejor lugar para mantener esta conversación que la Universidad de Nueva York y la Facultad Stern, donde todos ustedes se dedican a buscar soluciones y a formar una nueva generación de líderes.

Esa noción de responsabilidad intergeneracional es un principio que comparto firmemente.

Mi abuelo, que nació en 1875, nunca podría haber imaginado el mundo en que vivimos hoy.

Ahora soy yo, que tengo tres nietas, la mayor de ocho años, quien no puede imaginar el mundo en el que vivirán dentro de unas décadas, cuando lleguen a mi edad.

Sin embargo, ese desconocimiento no es excusa para la inacción: debemos asegurarnos de que no estamos poniendo en peligro su futuro.

Quiero que mis nietas hereden un mundo saludable, libre de conflictos y sufrimiento, y un planeta sano, apoyado por soluciones sostenibles con bajas emisiones de carbono.

Ese es mi deseo para todas las personas en todos los lugares. Para lograrlo, tenemos mucho trabajo por delante.

Permítanme ser franco: el mundo está sumido en el caos.
Los países y comunidades de todo el planeta se están enfrentando a presiones exacerbadas por una serie de macrotendencias, como el crecimiento demográfico, la rápida y a menudo caótica urbanización, la inseguridad alimentaria, la escasez de agua, los desplazamientos masivos de población, la migración, etc. La lista es casi infinita.

No obstante, hay una macrotendencia que supera a todas las demás y que, sin lugar a dudas, encabeza esa lista: el cambio climático.

El cambio climático es una amenaza directa por sí mismo y un factor multiplicador de muchas otras amenazas, desde la pobreza a los desplazamientos y los conflictos.

Los efectos del cambio climático, que ya se están notando en todo el mundo, son peligrosos y se están acelerando.

Por ello, mi argumento de hoy es que es absolutamente esencial que el mundo aplique el Acuerdo de París y que asumamos esa obligación con una ambición aún mayor.

Hay tres razones para ello:

El cambio climático es innegable; la acción climática es imparable; y las soluciones climáticas crean oportunidades únicas.

Permítanme comenzar abordando la realidad del cambio climático.

La ciencia no deja lugar a dudas.

Los científicos más importantes del mundo lo han venido pregonando a los cuatro vientos.

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático lo ha expresado así, y cito textualmente: “La influencia humana en el sistema climático es clara. Cuantos más trastornos causamos en el clima, mayor es el riesgo de efectos graves, generalizados e irreversibles”.

Estimados amigos,

Si algo es cierto es que esos trastornos se están produciendo a un ritmo más rápido de lo esperado.

El año pasado fue, una vez más, el más caluroso del que tenemos constancia. El último decenio también ha sido el más caluroso de la historia.

Todos y cada uno de los sistemas geofísicos de que dependemos se ven afectados: las montañas, los océanos, los casquetes glaciares, los bosques y las tierras cultivables que nos proporcionan alimentos.

El hielo marino se encuentra en un mínimo histórico, y el nivel del mar ha alcanzado un máximo histórico y amenaza la existencia de las naciones insulares y las ciudades situadas a baja altitud.

Los mares se están viendo afectados también por el aumento de las temperaturas, la rápida acidificación y la decoloración de los corales, algo que está poniendo en peligro la cadena alimentaria marina de la que dependen tantos medios de vida y economías.

En la superficie terrestre, los glaciares están retrocediendo en casi todas partes, lo que supone un riesgo para los graneros del mundo si el caudal de los ríos alimentados por los glaciares se reduce drásticamente.

Muy pronto las famosas nieves del Kilimanjaro solo existirán en nuestras historias.

Aquí mismo, en los Estados Unidos, solo quedan 26 glaciares en el Parque Nacional de los Glaciares; mientras que, cuando el Parque se estableció en 1910, había alrededor de 150. Espero que nunca lleguemos al extremo de tener que cambiar su nombre por el de “Parque Nacional de los ex-Glaciares”.

Más al norte, se está desencadenando una crisis de proporciones épicas.

Los casquetes glaciares del Océano Ártico se están reduciendo drásticamente. Hay incluso quienes predicen que el Océano Ártico podría quedar sin hielo en el verano de 2020.

Eso sería catastrófico para la vida silvestre del Ártico, asestaría un golpe mortal a la forma de vida de los pueblos indígenas y sería un desastre para el mundo.

¿Por qué?

Porque el hielo refleja la luz solar y el agua oscura mucho menos, y eso significa que el calentamiento se acelerará.

El deshielo de la tundra congelada se adelantará y su congelación se retrasará, con lo que se liberarán ingentes cantidades de metano a la atmósfera.

El metano es un gas de efecto invernadero mucho más potente que el dióxido de carbono; en consecuencia, mucho más hielo del casquete glaciar de Groenlandia se derretirá.

Además, podría alterar la corriente del Golfo y afectar a la producción de alimentos, la seguridad hídrica y las pautas meteorológicas desde el Canadá a la India.

Ya estamos siendo testigos de grandes inundaciones, tornados más extremos, monzones inexistentes y huracanes y tifones más intensos.

Pero hay desastres de más lenta evolución que también se están acelerando.

Las zonas que solían sufrir sequía una vez cada década ahora se ven afectadas cada cinco o incluso cada dos años. Por otro lado, los períodos de sequía duran más, tanto en California como en el Sahel.

Estimados amigos,

El imperativo moral de actuar es claro.

Las personas que sufren primero y en mayor medida los efectos del cambio climático son los pobres, los vulnerables y los marginados.

Como siempre, las mujeres y las niñas seguirán viéndose afectadas de manera desproporcionada por los desastres.

Las naciones que sufrirán las consecuencias más profundas son las menos responsables del cambio climático y las peores equipadas para responder a él.

Las sequías y las inundaciones en todo el mundo harán que aumente la pobreza y se propague la hambruna y causarán la muerte de más personas.

A medida que regiones enteras se vayan convirtiendo en inhabitables, más y más personas se verán forzadas a desplazarse desde las tierras degradadas a las ciudades y a otros países.

Eso ya es evidente en África Septentrional y el Oriente Medio.

Por ello, el argumento de la seguridad también se debe tener en cuenta a la hora de promover la acción climática.

Los estrategas militares de todo el mundo consideran que el cambio climático es una amenaza para la paz y la seguridad internacionales.

Todos somos conscientes de la inestabilidad política y las tensiones sociales que han generado los desplazamientos masivos de refugiados.

Imagínense ahora a todas las personas que quedarán desplazadas por el clima cuando sus lugares de residencia pasen a ser inhabitables.

El año pasado, más de 24 millones de personas en 118 países y territorios se vieron desplazadas por desastres naturales.

Esa cifra es tres veces superior a la de desplazados por los conflictos.

El cambio climático es también una amenaza para el empleo, las propiedades y la actividad empresarial.

A medida que los incendios naturales de bosques, las inundaciones y otros fenómenos meteorológicos extremos se van convirtiendo en algo cada vez más común, los costos económicos se multiplican.

El sector de los seguros ya dio la voz de alarma hace tiempo y muchos otros miembros de la comunidad empresarial se han sumado a su preocupación.

Todos ellos saben que ha llegado el momento de la transformación.

Estimados amigos,

La acción climática está ganando impulso, no solo porque es una necesidad sino también porque brinda la oportunidad de forjar un futuro pacífico y sostenible en un planeta saludable.

Esa es la razón por la que los gobiernos aprobaron el Acuerdo de París en 2015, en el que se comprometieron a limitar el aumento de la temperatura mundial a menos de 2 grados centígrados y a mantener ese aumento lo más cerca posible de 1,5 grados.

Encomio los enormes esfuerzos realizados por mi predecesor, el Secretario General Ban Ki-moon, quien llevó a los principales interesados a la mesa de negociaciones y ayudó a concertar ese Acuerdo histórico.

Es importante que hagamos una pausa y reflexionemos sobre el espíritu de unidad que se logró en París.

Fue un momento notable en la historia de la humanidad.

Por primera vez representantes de todo el mundo unieron sus fuerzas para hacer frente a este reto mundial de manera colectiva, y lo hicieron en un momento de profunda división en muchas otras esferas.

No ha habido ninguna otra iniciativa similar que permita a la comunidad mundial abordar conjuntamente un problema que ninguno de nosotros podemos solucionar por separado.

Hoy en día, se reconoce cada vez más que la aplicación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible debe ir acompañada de medidas para limitar el aumento de la temperatura mundial y mejorar la resiliencia al clima.

Hasta la fecha, 147 Partes que representan más del 82% de las emisiones de gases de efecto invernadero han ratificado el Acuerdo de París.

Mes a mes, va aumentando el número de países que plasman las promesas hechas en París en planes de acción nacionales sobre el clima.

Es cierto que no todos avanzarán al mismo ritmo ni con la misma energía, pero si algún Gobierno pone en duda la voluntad mundial y la necesidad de este acuerdo ello será motivo suficiente para que el resto refuerce su unidad y su determinación de mantener el rumbo.

También será la ocasión de forjar alianzas más amplias, por ejemplo, con la sociedad civil y las empresas, con las ciudades y los estados, y con las instituciones académicas y los dirigentes de las comunidades.

De hecho, ya hay ciudades, regiones, estados y territorios de todo el mundo que están fijando metas propias y ambiciosas.
Miles de empresas privadas, incluidas las principales empresas petroleras y de gas, están tomando medidas por su cuenta.

Saben que las empresas verdes son buenas para los negocios.

No solo es lo que se debe hacer, es la forma más inteligente de proceder.

Hay quienes tratan de describir la respuesta al cambio climático como una amenaza fundamental para la economía. No obstante, la experiencia de estos primeros años de respuesta sistémica demuestra lo contrario.

Se están creando nuevas industrias, nuevos mercados, entornos más saludables y más puestos de trabajo y, al mismo tiempo, se está reduciendo la dependencia de las cadenas mundiales de suministro de combustibles fósiles.

El verdadero peligro no es la amenaza para la economía que se puede derivar de nuestra acción, sino más bien los riesgos a que estaría expuesta la economía por nuestra inacción.

El mensaje es simple: el tren de la sostenibilidad ya está en marcha. Hay que subirse o resignarse a perderlo.

Quienes no apuesten por la economía verde vivirán en un futuro gris.

Por otra parte, quienes adopten las tecnologías verdes serán el ejemplo a seguir en cuanto al liderazgo económico en el siglo XXI.

El año pasado, la energía solar creció un 50%, un aumento que estuvo encabezado por China y los Estados Unidos.

En todo el mundo, más de la mitad de la nueva capacidad de generación de energía proviene ahora de fuentes renovables. En Europa, la cifra es superior al 90%.

La disminución del costo de las fuentes de energía renovables es una de las tramas más alentadoras del mundo.

En los Estados Unidos y China, los nuevos puestos de trabajo en el sector de la energía renovable superan con creces los empleos creados en las industrias del petróleo y el gas.

China tiene como objetivo aumentar su energía renovable en alrededor del 40% para 2020.

También los principales productores de petróleo perciben cómo será el futuro y están diversificando sus economías. Incluso la Arabia Saudita anunció planes para instalar 700 megavatios de energía solar y eólica.

Y los expertos del sector predicen que la capacidad solar de la India se duplicará este año y alcanzará los 18 gigavatios.

El fomento de la eficiencia energética es también crucial, tanto para reducir el riesgo climático como para aumentar las ganancias.

La Agencia Internacional de Energía ha señalado que la inversión en eficiencia energética podría aumentar la producción económica mundial en 18 billones de dólares, es decir, más que la combinación de los productos de los Estados Unidos, el Canadá y México.

El gasto futuro en infraestructura energética podría por sí solo sumar unos 37 billones de dólares.

Si ese es el caso, es fundamental que esas inversiones masivas sean sostenibles e inocuas para el clima; de lo contrario, habremos adoptado prácticas malas de las que no podremos escapar durante decenios.

Habida cuenta de la realidad en cuanto al desempleo juvenil, la contaminación atmosférica y el cambio climático, indudablemente es una cuestión de sentido común destinar nuestras inversiones a las esferas en las que generarán más economías, crearán más puestos de trabajo, prestarán los mejores beneficios para la salud y tendrán mayores efectos contra el calentamiento de la Tierra.

Sin duda, esa es la razón por la que casi dos docenas de los líderes de los negocios, empresarios e inversores de capital de riesgo más exitosos del mundo tienen previsto contribuir a un fondo llamado Breakthrough Energy Ventures, dirigido por Bill Gates, con el fin de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero mediante tecnologías de energía limpia.

Es por ello que los bonos verdes están empezando a aparecer en muchos matices diferentes, mientras que el tamaño del mercado de valores dirigido a beneficiar el medio ambiente está en vías de duplicarse nuevamente, de 93.000 millones de dólares en 2016 a 206.000 millones de dólares este año.

Es también por ello que el 60% de los 500 mayores propietarios de activos del mundo están adoptando medidas para reconocer los riesgos financieros asociados al cambio climático.

Y es además la razón por la que más de 7.000 ciudades del nuevo Pacto Mundial de los Alcaldes han acordado informar sobre sus emisiones y los progresos realizados en relación con el clima de conformidad con un conjunto estándar de instrumentos que son más rigurosos que los que utilizan actualmente muchos países.

En este sentido, quisiera expresar mi reconocimiento a mi Enviado Especial sobre las Ciudades y el Cambio Climático, el Sr. Michael Bloomberg, ex-Alcalde de la ciudad de Nueva York, quien está demostrando gran liderazgo en la movilización de los alcaldes y las ciudades para construir las ciudades resilientes y dinámicas del futuro.

Estimados amigos,

La ciencia nos está diciendo muy claramente lo que ocurre. La innovación nos muestra con gran claridad lo que se puede hacer.

Si queremos proteger los bosques y la vida en la tierra, salvaguardar nuestros océanos, crear enormes oportunidades económicas, evitar que se produzcan pérdidas incluso más masivas y mejorar la salud y el bienestar de las personas y el planeta, hay una opción sencilla y evidente:

La acción climática.

Hoy hago un llamamiento a todos los dirigentes de los Gobiernos, las empresas y la sociedad civil para que respalden acciones más ambiciosas sobre el cambio climático en beneficio de esta generación y de las generaciones venideras.

Como Secretario General, me he comprometido a movilizar al mundo para hacer frente a este reto.

Lo haré empleando al menos cinco medios concretos.

En primer lugar, voy a intensificar el compromiso político de alto nivel para subir el listón en lo relativo al cambio climático.

Los compromisos de París son históricos, pero no son ni remotamente suficientes para limitar el aumento de la temperatura a menos de 2 grados y hacer que se acerque lo más posible a 1,5 grados.

Con los compromisos adoptados hasta el momento, el incremento de la temperatura podría ser de 3 grados o más.

Por lo tanto, debemos hacer todo lo posible para aumentar la ambición y la acción hasta que podamos invertir la tendencia de las emisiones y ralentizar el calentamiento de la Tierra.

En un plazo más inmediato, también impulsaré la ratificación de la Enmienda de Kigali del Protocolo de Montreal relativo a las Sustancias que Agotan la Capa de Ozono.

La Conferencia sobre los Océanos que se celebrará en la Sede de las Naciones Unidas la semana próxima es otra oportunidad para generar un impulso en este sentido.

En segundo lugar, quiero concentrar la plena capacidad del sistema de las Naciones Unidas para el desarrollo en favor de la acción climática y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, especialmente a nivel nacional, porque es allí donde se logrará el cambio verdadero.

Al prestar apoyo a los Estados Miembros, seguiré haciendo hincapié en la urgencia de empoderar a las mujeres y las niñas del mundo. No puede haber una respuesta exitosa al cambio climático si no se modifica también la forma de pensar sobre el papel fundamental de la mujer en la lucha contra el cambio climático y la construcción del futuro que queremos.

En tercer lugar, voy a utilizar el poder de convocación de las Naciones Unidas para colaborar con los Gobiernos y todos los principales protagonistas, como las industrias del carbón, el petróleo y el gas, a fin de acelerar la transición energética necesaria.

El 80% de la energía mundial sigue procediendo de los combustibles fósiles: petróleo, gas y carbón. No podemos eliminar los combustibles fósiles de la noche a la mañana. Tenemos que colaborar con la industria de la energía y los Gobiernos para utilizar los combustibles fósiles de la manera más limpia, moderada y responsable posible, mientras transformamos nuestros sistemas energéticos.

Trabajaré con todos los agentes para promover una transición energética mundial, la ecologización de las inversiones en infraestructura y transporte, y el avance en la fijación de precios del carbono.

Cada vez son más los políticos, los encargados de formular políticas y los empresarios que señalan que un mecanismo de fijación del precio del carbono es el eslabón faltante en la economía verde.

Poner un precio al carbono a escala mundial puede desencadenar la innovación y proporcionar los incentivos que las industrias y los consumidores necesitan para elegir opciones sostenibles.

En cuarto lugar, trabajaré con los países para movilizar recursos nacionales e internacionales en pro de la mitigación, la adaptación, la resiliencia y la aplicación de sus planes nacionales de acción climática.

Y me centraré en el fortalecimiento de la resiliencia de los pequeños Estados insulares contra la amenaza existencial que representa para ellos el cambio climático.

Alentaré a los países desarrollados a que cumplan las promesas que han hecho de apoyar a los países en desarrollo, incluso mediante contribuciones al Fondo Verde para el Clima.

Como cuestión de solidaridad mundial, la comunidad internacional también debe ayudar a los países en desarrollo a aumentar su capacidad de generar sus propios recursos y obtener acceso a los mercados de capitales. Las instituciones financieras internacionales desempeñan un papel fundamental para contribuir a lograr sistemas de financiación innovadores que respondan a las enormes necesidades.

Y en quinto lugar, alentaré el establecimiento de nuevas alianzas y el refuerzo de las existentes para aplicar el Acuerdo de París mediante la cooperación Norte-Sur, Sur-Sur y triangular. Debemos aprovechar el enorme potencial de estas asociaciones.

En todas estas esferas, utilizaré todas las oportunidades posibles para convencer, inducir y animar a mis interlocutores a trabajar en este sentido. Contaré con que las fuerzas vitales de la sociedad civil hagan lo mismo.

Con miras al futuro menos inmediato, también tengo la intención de organizar una cumbre sobre el clima en 2019 para asegurarnos de que, llegado el momento de realizar el primer examen crítico de la aplicación del Acuerdo de París, tengamos ya el fuerte impulso de una economía verde.

Permítaseme también subrayar que mi puerta está abierta para todos los que deseen hablar sobre el camino a seguir, incluso aquellos que podrían tener perspectivas divergentes.

Es hora de dejar de lado la confrontación en el diálogo sobre el clima.

Seguirá habiendo grandes diferencias en cuanto a la forma de lograr nuestros objetivos climáticos.

Pero también es evidente que hemos avanzado mucho desde París. El apoyo de todos los sectores de la sociedad es profundo. La transición de la economía real es un hecho.

Habrá obstáculos en el camino; y es comprensible que los haya en una familia de más de 190 naciones.

Sin embargo, con la participación de todos, el mundo puede lograr una plena puesta en práctica del Acuerdo de París.

Espero con interés poder continuar cooperando verdaderamente con todos los países en la creación de una visión verdaderamente compartida del futuro en la que nadie se quede atrás.

Estimados amigos,

Permítaseme concluir donde comencé: con todos ustedes y con el poder de las personas para lograr un cambio.

El cambio climático es un desafío ambiental sin precedentes y que va en aumento.

Los motivos para actuar son evidentes.

También lo son las inmensas oportunidades para la paz y la prosperidad si actuamos con rapidez y determinación.

Todos nosotros —los Gobiernos, las empresas, los consumidores— tendremos que hacer cambios. Es más, tendremos que “ser” el cambio.

Puede que, por momentos, esto no sea fácil. Sin embargo, por el bien de las generaciones actuales y futuras, es el camino que debemos seguir.

Este es mi mensaje a todos los dirigentes del mundo.

Estudiantes, científicos y otras personas como ustedes en todo el mundo han contribuido a que se planteara el problema del clima.

Si trabajamos juntos como comunidad mundial, podemos ser más fuertes, más seguros y más prósperos en nuestro futuro común y el de todos nuestros nietos, incluidas mis tres nietas.

Muchas gracias.

 

 

 

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