La VIII edición del Festival de las Artes, que acaba de concluir en La Habana, ha puesto nuevamente sobre el tapete una vieja discusión: ¿se puede hablar de arte joven? ¿O será más adecuado referirse al arte que hacen los jóvenes?
Hay una hornada de creadores muy jóvenes que están sacudiendo el sacrosanto edificio del arte instituido en Cuba. Es natural, es lógico, es dialéctico. Buena parte del arte universal, a lo largo de los años, ha sido resultado de una estrategia de negación, más o menos consciente. Negamos lo que hacen nuestros padres con el mismo entusiasmo con que nuestros padres negaron a nuestros abuelos. La historia del arte (con sus consecuentes influencias externas, por supuesto) se encargará de establecer las jerarquías, que no siempre son eternas ni lo suficientemente contundentes.
Lo cierto es que ahora mismo, en este país, los jóvenes protagonizan una nueva oleada de arte, que ya está consolidando referentes. La renovación es formal, pero también temática, ideológica. Y lo mejor: es múltiple. Si algo caracteriza al arte joven en Cuba es su heterogeneidad militante. Hasta el punto de que es difícil aunar intenciones y concreciones prácticas.
Hay creadores que miran su entorno con una clara conciencia crítica, asumiéndose como actores decididos del acto público, parte activa de los procesos sociales. Es un ejercicio no siempre comprendido por algunos poderes fácticos, pero imprescindible en la formación de sentidos, en el establecimiento de símbolos que de alguna manera expliquen el presente. Otros artistas, en apariencia, se encierran en su torre de marfil. Pero solo en apariencia, en realidad esa pretendida actitud apolítica es una posición política. El artista nunca estará desligado de su contexto. No hay abstracción absoluta.
Revisando la programación de este Festival saltan a la luz algunas tendencias. Si tienen algo en común es la falta de prejuicios. O sea, los artistas toman lo que necesitan para hacer sus obras, sin detenerse en consideraciones externas al acto mismo de crear. Si hay que rendir homenaje a los predecesores, se rinde el homenaje. Pero también se puede mutilar, reconvertir, desbaratar el referente…
Como era de esperar, propuestas tan disímiles presuponen disímiles calidades, pero ese es un terreno en el que no vamos a meternos ahora mismo. Por ahora, demos testimonio de esta avalancha de arte joven, que citas como esta a conocer. El arte contemporáneo en Cuba todavía reserva algunas sorpresas. Hay que asistir a sus espacios de promoción. O esperar a que nos salte en la cara…