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Mujeres de mármol

Otra realidad que desmiente el mito de que el trabajo “fuerte” es para los hombres es la que vivencian Bárbara, Ramona y Rosa Alba.

Bárbara junto a una de sus piezas más premiadas en diferentes certámenes. Fotos: De la autora

“No existe tal cosa, solo es cuestión de ponerle voluntad y amor a  cualquier empeño para que todo sea posible”, dice, muy convencida, la primera de las tres hermanas Rodríguez Bárzaga.

Desde hace poco más de cinco años se dedican en su localidad natal, El Diamante, Jiguaní, a la artesanía. Su habilidad es la de modelar el mármol, una de las piedras caliza que más abunda en este oriental territorio, por lo que existen varias canteras para su extracción.

“Quien comenzó en el oficio fue Ramona, –continua relatando- ella pasó un curso en la casa de la cultura de Santa Rita, institución que ofrece este tipo de posibilidades, y luego nos unimos Rosa Alba y yo. Entre todas fuimos perfeccionando el trabajo hasta que nos evaluamos como artesanas.

Antes de la ruptura con sus antiguas vidas las hermanas se dedicaban, solamente, a las labores domésticas y al cuidado de la familia.

“La verdad es que nos sentimos felices de ocupar ahora la mayor parte del tiempo en algo que nos gusta y que a la vez nos brinda el sustento.  Es un poco difícil porque hay que hacer mucha fuerza, por lo cual nuestros esposos nos ayudan. Pero las ideas y los diseños los hacemos las mujeres. La especialidad mía es la talla en alto y bajo relieve”, agrega Bárbara.

Por la belleza y singularidad de las piezas, estas artesanas realizan la comercialización a través del Fondo de Bienes Culturales y Caguayo S.A., de Santiago de Cuba, y los destinos son, fundamentalmente, las cadenas hoteleras.

“Lo que hacemos son creaciones originales, únicas. Eso nos ha permitido exhibirlas en varios certámenes, exposiciones e, incluso, hemos participado en la Feria Internacional de Artesanía de La Habana, FIART. También hemos obtenido muchos premios, pero el más valioso de todos es la admiración que sienten las personas que, al conocer nuestra obra y a sus autoras, nos admiran y elogian. Esos momentos no tienen comparación”.

Con 46 años de edad y una impronta que ofrecer, tanto Bárbara como sus hermanas, van dejando semillas: “La pasión por trabajar el mármol se ha propagado, pues dos de mis sobrinas son aspirantes a artesanas. También lejos del marco familiar hemos enseñado este arte, por ejemplo, en la escuela primaria de la comunidad donde vivimos, donde varios niños muestran su interés y nos visitan en el taller que tenemos en casa. Eso es otro motivo de satisfacción”.

Las hermanas Rodríguez Bárzaga se encuentran afiliadas al sindicato de la cultura en la Asociación Cubana de Artesanos Artistas, del municipio Jiguaní. Sus aspiraciones, al decir apresurado de la entrevistada, no tienen matices ni conjeturas: “Seguir trabajando, ese es el camino”, concluye segura.

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