El primer impulso de la más reciente creación de la coreógrafa Lizt Alfonso para su compañía data de varios años atrás: la muerte de un amigo muy querido, en la plenitud de su vida, un hombre lleno de sueños y planes.
Al mismo tiempo, algunas de las bailarinas del elenco tuvieron sus bebés. El mundo se sustenta en esos contrastes. Lizt Alfonso tuvo deseos de recrear el ciclo interminable de la vida, simbolizado en un ritmo maravilloso e inquietante: el de los latidos del corazón.
Eso ocurrió en el 2013. En mayo del 2017, ahora mismo, el Gran Teatro de La Habana es el escenario por fin de la concreción de esa idea: Latido, el espectáculo que Lizt Alfonso Dance Cuba presentará hasta el próximo fin de semana.
Los que han seguido el itinerario de la coreógrafa y la compañía que dirige saben que cada nueva propuesta es siempre la conjunción de múltiples talentos. Lizt convocó al saxofonista César López, quien por primera vez se aventuró a componer para la danza. Para la asesoría dramática pensó en un compañero de sus tiempos en el Instituto Superior de Arte, el teatrólogo Eberto García.
Los bailarines, los músicos, los profesores, los diseñadores… hicieron el resto. Que la sala estuviera llena de espectadores era de esperar: se sabe que el público de Lizt es particularmente fiel y entusiasta.
En uno de los camerinos del teatro entrevistamos a la maestra.
“Latido tiene un sentido muy cubano, pero al mismo tiempo muy global. Las fronteras se están perdiendo. Hay momentos en que la gente tiene que usar máscaras para poder seguir adelante. Pero en otros momentos terminas por quitártela. Hay una lucha en ese sentido. De eso habla la obra. Creo que estamos tocando fondo y en algún momento tendremos que respirar”.
¿Qué distingue a esta propuesta dentro del repertorio de Lizt Alfonso Dance Cuba?
Ha sido interesante descubrir que puedo recorrer cualquier camino. Esta obra tiene que ver con las anteriores y al mismo tiempo no tiene nada que ver. Es la lógica consecuencia de la negación de la negación. Y también de la apropiación de lo que necesitas.
No se trata de sembrar un árbol y quedarse atado a él porque dio buenos frutos. Es hacer lo que uno quiera hacer, sin traicionarse.
Ahora hay más bailarines hombres…
En esta coreografía era muy necesario. Yo quería hablar del encuentro y los desencuentros entre los sexos y la identidad, de la decisión de ser o no ser.
Está claro que para seguir procreando hace falta un hombre y una mujer. Pero las cosas van ahora mucho más allá de eso, no es tan simple. Y es algo que no me incomoda. Lo prefiero a la demagogia. Uno no se puede poner muros, todo puede coexistir. Al final la gente lo que busca es la felicidad.
Cuando le dicen que su danza es “comercial”, ¿qué piensa?
Para que el arte escénico se concrete tiene que haber un receptor, tiene que haber comunicación. Yo no dejo de hacer espectáculos musicales, por ejemplo, porque eso me conecta con un público más amplio y diverso, que después viene a ver obras como Latido.
No me importa que digan que mis propuestas son “comerciales”. Nosotros estamos para ofrecer un servicio. Como los médicos, como los abogados, como los maestros. Que nadie se equivoque. Lo que pasa es que los artistas se han ganado un lugar de mérito en la sociedad (bueno, en realidad hay que ganárselo con el trabajo de todos los días).
¿Con qué late Lizt Alfonso?
Con eso que está ahora mismo sobre el escenario.