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Invertir bien en el turismo, mantener mejor

Si lo proyectado se consuma, en el 2030 Cuba dispondrá de unas 100 mil nuevas habitaciones, infraestructura de hospedaje que deberá responder a los estimados de visitantes previstos por el Ministerio de Turismo (MINTUR) de la Mayor de las Antillas para recibir por quinquenio.

A pesar de la sensación de lejanía sugerida por esa fecha, en solo 13 años presumiblemente edificarán los hoteles con tal capacidad de alojamiento, propósito dependiente, sin embargo, de la concertación de inversiones propias y foráneas, las cuales precisan eficaz soporte en trámites, contratación, preparación de las obras y un imprescindible respeto a los plazos de ejecución.

El MINTUR, que en el 2016 satisfizo al 98,9 % su plan inversionista, concibió una política de desarrollo que aunque no descuida el producto Sol y Playa —concentra casi el 80 % de los cuartos—, privilegia a las llamadas ciudades circuitos: Cienfuegos, Trinidad, Camagüey, Holguín, Santiago de Cuba, urbes de reconocidos valores patrimoniales donde instalaciones emblemáticas renacen o renacerán al compás de lo sucedido en Gibara.

Las pretensiones de expandir los hospedajes en un archipiélago, que ha recepcionado elevados arribos en los dos últimos años, se harán más viables si se logra “desmantelar” factores que arriesgan la eficiencia constructiva, la calidad de las obras, la terminación, durabilidad y seguridad de las estructuras, a sabiendas de que el tiempo cobrará cualquier violación de las normas técnicas. Una cubierta mal hecha podrá durar cinco años pero al sexto colapsará.

Que en el año 2030 se concrete la meta dependerá, en buena medida, de quiénes construirán —uno de los aspectos, quizás el más débil, para seguir atendiendo por la relevancia de estos actores en el proceso inversionista—, una fuerza laboral del Ministerio de la Construcción debilitada por las migraciones a las formas no estatales de gestión.

Si bien aseguran cierto freno en la fluctuación gracias a las tarifas de pago normadas en la Resolución 15 /2016, el éxodo mermó la calidad de operarios, por citar uno, con saldos de empleados inexpertos, sin habilidades para cumplir las normas o rendir de acuerdo con la secuencia de los objetos, un mal del que ni siquiera se libra el hotel Varadero Internacional, un ejemplo, se ha dicho, de organización, clave en el cronograma que hoy obedece sin atrasos.

Si a esas inversiones hay que apuntalarlas, el MINTUR no les quita los ojos a alojamientos ya existentes, a los que “saca” de operaciones para subirles el estándar de calidad, algo muy diferente de otros a los que el desdén paraliza, los deja fuera de orden por la mala gestión de administraciones que comprometen la vida económica de los hoteles cuando dan la espalda a mantenimientos oportunos y bien hechos.

La cara más positiva la brindan lugares como el Meliá Las Antillas, en Varadero, con sus 350 habitaciones en alta, resultado de un plan preventivo gerenciado por el consejo de dirección, en estrecho vínculo con el departamento de ama de llaves y con el equipo de servicios técnicos, piezas que en el país debieran conjugarse como regla, a favor de ofertas iguales a la capacidad, y que rindan mayores ingresos.

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