Durante más de medio siglo de República neocolonial, la imagen y la palabra de José Martí fue utilizada sin respeto por politiqueros, oradores demagogos y algunos escritores e historiadores burgueses que crearon una aureola de “santidad” que ocultaba al hombre real, de carne y hueso y soslayaban el profundo y visionario pensamiento político del mártir de Dos Ríos.
Quienes en aquella sociedad falseaban a nuestro Héroe Nacional sólo hablaban de él como autor de La rosa blanca y los Versos sencillos; lo veían como un hombre edulcorado, contemplativo, ajeno a toda acción y al combate frontal contra todo aquello que rebaje la dignidad y el decoro del ser humano.
Nada decían de su vocación revolucionaria forjada desde la adolescencia y de su temprano rechazo a la esclavitud y a la discriminación racial y a la injusticia social.
Tampoco aludían a la obra de quien vio en un solo Partido la fuerza capaz de aglutinar a todos los factores dispuestos a emprender lo que justamente catalogó como “guerra necesaria”, además de organizarla, hacerla viable y, a partir de ello, trasmitir una ideología una proyección política y social.
En aquella República, los gobiernos de turno silenciaban el estudio del antimperialismo martiano, cuyas claras advertencias vaticinaron a tiempo el peligro de la avidez expansionista del naciente imperialismo norteamericano sobre Cuba y nuestras tierras de América, así como abogaba por la urgente unidad latinoamericana mediante la emancipación de los pueblos desde el Río Bravo hasta la Patagonia.
Era imposible que la burguesía criolla del siglo XX en Cuba comprendiera el pensamiento humanista de El Maestro al sentenciar: “con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar”; “…se nos viene encima, amasado por los trabajadores, un universo nuevo”.
No faltaron desagravios que tributaron hombres de buena voluntad quienes hicieron suyos los postulados martianos para combatir en distintas etapas, con la palabra y la acción, a los servidores del imperialismo.
Así lo hicieron el 26 de julio de 1953 los jóvenes revolucionarios encabezados por Fidel Castro Ruz cuando en acto patriótico iniciaron la lucha armada contra la dictadura de Fulgencio Batista con el asalto al Cuartel Moncada para no dejar morir al Ápostol en el año de su centenario.
La prédica de Martí no se hizo realidad en ningún momento anterior al triunfo de la Revolución Cubana. Es a partir de ese acontecimiento histórico que cristalizó una sociedad con patria y sin amo.