Siempre los tuvo presentes, en el pensamiento y en el corazón, porque para él los trabajadores eran la razón de la Revolución; los llamados a garantizarla y consolidarla. Por ello no extraña que fueran la inmensa mayoría en el movimiento que reinició la lucha revolucionaria el 26 de julio de 1953; que les dedicara un espacio en su alegato ante el tribunal que lo juzgó por aquel hecho, y les reservara un lugar en la constitución del Movimiento Revolucionario 26 de Julio.
La firmeza de sus ideas sobre el movimiento obrero y sindical, y su convicción de que la clase obrera es la médula de la Revolución, lo llevaron a llamarlos a una huelga general cuando, derrocada la tiranía, con un intento de golpe de Estado se pretendió arrebatar al pueblo la victoria.
Siempre estuvo al lado de los trabajadores, en los centros laborales, en las grandes conmemoraciones, y especialmente en sus congresos, tanto de los diversos sindicatos como nacionales, y en los actos por el Día Internacional de los Trabajadores. En estos últimos solo estuvo ausente por encontrarse fuera del país en cumplimiento de su alta responsabilidad al frente de nuestro Gobierno. Así ocurrió, en 1959, primera celebración de esa fecha después del triunfo de la Revolución. Se dirigía a Argentina a participar en la Conferencia de los 21, cuando en conferencia de prensa desde el avión expresó:
“(…) el día de los trabajadores debe ser (…) de cada uno de los sectores que integran nuestra patria, debe ser el día de todo el pueblo, puesto que esta obra grande que nuestra patria se ha propuesto realizar y que está realizando por encima de todos los obstáculos, es una obra de toda la nación, de todos los que verdaderamente quieren a su patria, de todos los que verdaderamente sienten por ella y están dispuestos a poner sus intereses personales y sus intereses de sector, por debajo de los supremos intereses de la nación”.
Al siguiente año se hizo presente en la entonces Plaza Cívica, ocasión en la cual insistió en que el 1º de mayo no solo es el Día Internacional de los Trabajadores, sino también de los campesinos, de todos los que, con los brazos o la inteligencia, producen bienes y servicios, y de aquellos sobre quienes descansa la defensa del país y de la Revolución, y por lo tanto es el día “(…) de todos los revolucionarios unidos, porque en eso radica y radicará siempre el éxito y la fuerza de nuestra Revolución”.
En la celebración del Día Internacional de los Trabajadores en 1961, a raíz de la derrota de la invasión mercenaria en Playa Girón, subrayó:
“(…) los hechos recientes de la agresión imperialista prueban cuánta razón tenía el pueblo de Cuba en armarse y en preparar a sus obreros y a sus campesinos. Porque allí en Girón vinieron a matar obreros y vinieron a matar campesinos, y nuestros obreros y nuestros campesinos se han visto impuestos por el imperialismo de la necesidad de armarse para defender sus conquistas, para defender su tierra, para defender su derecho, su esperanza, su alegría, su bienestar y, sobre todo, para defender su derecho a tener un futuro mejor (…)”.
En las multitudinarias concentraciones de la capital, el Comandante en Jefe siempre abordó temas de trascendental importancia para Cuba y el mundo, de la situación nacional e internacional, de los peligros que acechaban al país, y de cómo sortear las dificultades para preservar la Revolución. Y precisamente en una de ellas, la del año 2000, legó para la posteridad el concepto de Revolución que, en postrer homenaje, el pueblo revolucionario rubricó como un compromiso permanente de continuar su obra.