Yimel Díaz Malmierca y Amalia Ramos Ivisate
Cuando de investigar la presencia militar extranjera se trata, el dato público resulta esquivo, poco fiable, contradictorio incluso. No obstante, y corriendo todos estos riesgos, Trabajadores ha señalado los que podrían ser los enclaves de ese tipo más conocidos en la región, a propósito del V Seminario Internacional de Paz y por la Abolición de las Bases Militares Extranjeras a celebrarse en Guantánamo del 4 al 6 de mayo próximos
“La efectividad de otras herramientas, como la diplomacia y la asistencia económica, para la influencia global de EE. UU.
(…) depende totalmente de la percepción que el mundo tenga de la fuerza, la presencia y el poder de nuestras fuerzas armadas”. Así lo reconocían las autoridades de ese país en el Informe Cuadrienal de Defensa divulgado en el año 2014.
No es difícil entender entonces por qué la nación norteña se ha empeñado en esparcir bases militares por el planeta. Pero no todos esos asentamientos son iguales.
Documentos oficiales del Pentágono describen al menos dos tipos: las de operaciones tradicionales, donde hay personal permanente y una fuerte infraestructura; y las de operaciones avanzadas, con un número limitado de tropas con alta movilidad.
Estas últimas, conocidas en la jerga militar como lily pads o, por sus siglas en inglés, FOL (Forward Operating Location) están dispersas por todo el mundo y, en el entorno latinoamericano y caribeño, se han multiplicado desde finales del pasado siglo en respuesta al nuevo escenario internacional post Guerra Fría.
La legalidad y misiones para las que fueron creadas también diferencian a los dos tipos de enclaves. Los de presencia permanente están avalados por acuerdos formales entre los gobiernos y se instalan en zonas estratégicas para, de acuerdo con el Pentágono, “vigilar, garantizar el reabastecimiento, la libre circulación de mercaderías, obstaculizar la circulación del enemigo y reforzar la proyección del poder” imperial.
Las bases de segundo tipo, las FOL, nacen de pactos entre las fuerzas armadas nacionales y el Departamento de Defensa de EE. UU., muchas veces realizados al margen de los Congresos y los Poderes Ejecutivos.
Cuando el Pentágono o los gobiernos anfitriones son interrogados por los medios, ambos suelen negar que las FOL sean bases militares. Para probarlo citan el escaso personal, en ocasiones llamados “contratistas”, y el hecho de que se alojen en instalaciones (puertos o aeropuertos) cedidos o alquilados temporalmente.
La realidad es que funcionan como plataformas portátiles, a las cuales tiene libre y permanente acceso el alto mando de las Fuerzas Armadas estadounidenses, mientras que a las autoridades del país sede les está prohibido entrar.
Según varias fuentes, las FOL de la región integran una red global interconectada con su núcleo central, ubicado en el Centro de Experimentación de Vigilancia y Guerra Espacial (Space Warfare Center), en la Base de la Fuerza Aérea Schriever (Colorado Springs, EE. UU.). La información que ellas aportan también es procesada por el Centro Sur de Operaciones Conjuntas de Vigilancia y Reconocimiento, del Comando Sur.
Las consecuencias de ambas modalidades de bases son tan diversas como negativas. En los países donde estas se hallan, además de limitarse la soberanía, crecen las denuncias de abusos y violaciones a los derechos humanos por parte de las tropas, las cuales gozan de inmunidad gracias a los acuerdos firmados por los gobiernos.
Asimismo dichas instalaciones causan problemas sociales y medioambientales, aumentan la violencia y socavan la seguridad internacional, en tanto constituyen una parte importante de las campañas bélicas que facilitan invasiones como la de Iraq, por solo mencionar un ejemplo.
América Latina y el Caribe es una zona con vocación de paz, sin armamento nuclear. Tal espíritu quedó refrendado por 33 presidentes y dignatarios del área en la proclama firmada durante la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), efectuada en La Habana en el 2014. En ese camino, ningún “noble” propósito justifica la presencia de ejércitos foráneos en las bases militares, puertos y aeropuertos de nuestra región.