Estaba nervioso. “Sentí que mi cuerpo temblaba, soy un guajiro en medio de la civilización”, confesó, sin embargo, cuando Raúl, de manera sencilla, inquirió: ¿Camagüeyano, de qué parte de la provincia eres?, y él le respondió que de Florida, el mandatario cubano le comentó que ahí durante varios años había vivido una de sus tías.
Entonces lo sintió afable, sin distancias, y eso lo calmó. Quizás para Salvador, hombre de campo, no acostumbrado a los homenajes ─aunque en su expediente abundan medallas, reconocimientos y diplomas─ este haya sido uno de los momentos más difíciles de su vida.
“Esa deferencia que tuvo conmigo no se me va a olvidar nunca, solo cuando la naturaleza venga y me diga: “Ávalos, hace falta un pailero”, y yo les pregunte: “¿Nos vamos para arriba, o nos vamos para abajo?”, alegó de manera jocosa.
No es hombre que se detenga ante obstáculos. De eso pueden dar fe sus compañeros del taller 60 aniversario de la Revolución de Octubre, en el municipio de Florida, donde se desempeña como pailero.
Llegó al oficio por cosas de la vida, pues primero, con solo 14 años, comenzó a trabajar en la agricultura. “Si hoy tengo el honor de hablar con usted y darle esta entrevista como pailero, se lo debo netamente a la Revolución; comencé a trabajar en el central en 1969, y allí me tocó tener que ir a distintos centrales y fui aprendiendo y ampliando mis conocimientos”.
Todo se complicó cuando llegaron las locomotoras diésel hidráulica soviética. “Estaba en un nuevo taller; hubo un descarrilo y una de ella casi se deformó. Hablaron conmigo y me preguntaron: “¿Tú crees que tenga salvación?” y le contesté: “Yo la salvo”. Tenían dudas e indagaron con el compañero de la sección técnica, quien les aseguró: “Si Ávalos dice que él la salva, así será”.
“Teníamos la consigna de que no podíamos dar baja a ninguna locomotora”, comentó. Y así fue, logró lo prometido, reparó el equipo y con tanta calidad que esta pudo trasladar más coches que los que anteriormente conseguía.
Vanguardia Nacional por varios años consecutivos, entonces en el Sindicato Nacional de Trabajadores Azucareros y también Vanguardia de la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores (Anir), el hoy integrante del Sindicato Nacional de Trabajadores de Transporte y Puertos tiene entre sus condecoraciones la Orden Lázaro Peña de primer, segundo y tercer grados que otorga el consejo de Estado.
Aún con la emoción de haber estado en la tribuna presenciando el grandioso desfile por el Primero de Mayo, Salvador honró al colectivo de Trabajadores con su presencia. Sencillo, como son los hombres grandes de nuestros campos, recordó que esta es la segunda vez que participa en un desfile de este tipo en la capital. “La primera fue en 1985 y aquello fue tremendo. Hoy ha sido muy impresionante, sobre todo, ver tantos jóvenes. No había un solo hueco en ese destacamento, era compacto. Digo que el futuro de la Patria está asegurado.
“A nosotros nos toca, en nuestros centros de trabajo, ayudar a la juventud, enseñarlos. Soy pailero porque alguien me ayudó, y la mejor manera de retribuir esa enseñanza, es apoyando a los jóvenes. Si algún joven quiere ser pailero, aquí estoy yo para instruirlo”.