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Darles abono más natural

Luego de más de tres años en la experimentación de las cooperativas no agropecuarias (CNA) los resultados serían más bien discretos, tanto desde el punto de vista cuantitativo como en materia de transformación en las formas de operar para ese tipo de colectivo.

Datos recientes informan que casi de 400 de estas iniciativas están hoy en funcionamiento, algunas con una exitosa ejecutoria, y otras que no consiguen el despegue necesario, tanto por factores que guardan relación con los insuficientes encadenamientos productivos en nuestro entramado económico, como con la apropiación todavía débil de la filosofía de ser socios y actuar en consecuencia con esa condición.

La selección de las propuestas de proyectos para la constitución de esas cooperativas pudiera ser una de las claves del problema, pues el desbalance que existe hacia las de servicios comerciales y gastronómicos (más del 60 % de las CNA activas) indican quizás una ansiedad por resolver mediante esa modalidad organizativa las insatisfacciones que tenemos con un sector cuyos problemas de suministros, calidad en las ofertas y la atención son mucho más complejos de solucionar de lo que podría suponer el cambio de forma de gestión.

Es cierto también que resulta difícil validar una nueva forma de propiedad socialista como la cooperativa en un contexto donde de manera paralela ocurren otras muchas transformaciones macroeconómicas que impactan en su desenvolvimiento, desde los procedimientos para las relaciones entre el Estado y las empresas, así como entre ellas mismas; en la administración financiera, el sistema tributario y de precios; y reajustes en los vínculos laborales y del mercado interno.

La concentración de poco más de la mitad de las CNA en La Habana, si bien es una característica que en teoría podría facilitar su seguimiento por los organismos rectores, implica además su inserción mayoritaria en el territorio más complejo del país en todos los aspectos, tanto desde el punto de vista social, como económico, y para cualquier tipo de control.

Pero donde sin duda está una de las claves de la posibilidad de éxito para una cooperativa es en la comprensión de su propia naturaleza, por quienes la integran. Transitar hacia esa conciencia de toma de decisiones, aportes y apropiación con carácter colectivo no es un proceso que admita voluntarismos, imposiciones ni creación de CNA probetas.

Tal vez sería preferible entonces favorecer un proceso más flexible y expedito, para identificar aquellos proyectos que surjan con mayor naturalidad de la iniciativa de personas que buscan la manera de asociarse bajo este esquema; y sobre todo, brindar toda la información y capacitación posible sobre el cooperativismo, sus bondades y reglas, en los eslabones de la base económica y comunitaria, donde más potencialidades habría para que naciera esa inquietud.

La ampliación del alcance en ciertas actividades del trabajo por cuenta propia que hoy ya muestran signos de asociaciones más complejas desde el punto de vista organizativo, por ejemplo, podría ser bajo la fórmula del cooperativismo, la cual resultaría mucho más recomendable para fomentar relaciones socialistas de producción.

De cualquier modo, lo hecho hasta ahora tiene, por supuesto, un tremendo valor, tanto práctico como en el terreno de las definiciones conceptuales. Es muy entendible la postura de continuar con la valoración de las políticas y normas jurídicas vigentes, así como de las dificultades que surgieron sobre la marcha. Pero ya también sería hora de comenzar a tomar nuevas decisiones sobre la base de tales análisis, de manera tal que ese espíritu cooperativista que arrancó con tantas expectativas reciba más abono natural y florezca.

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