El 9 de abril de 1958 es una fecha recordada en la ciudad de Sagua la Grande, en la provincia de Villa Clara. Para ese pueblo el acontecimiento ha quedado como hecho de coraje, suceso donde se templó el acero de las fundiciones con los sentimientos populares, además es día fundador de rebeldía.
Durante 24 horas, por el entrañable heroísmo de sus hijos, esta ciudad estuvo al mando del movimiento 26 de Julio, dicha acción con el transcurso de los años devino en leyenda viva, en savia y sostén para el presenté de ese territorio villaclareño.
Cada 9 de abril, Sagua la Grande rememora la histórica epopeya: se escuchan bombazos que vienen desde la fundición, cierran los mercados, se paraliza el transporte, el ferrocarril, se sube hasta Monte Lucas, ese lugar donde se refugiaron los combatientes que luego fueron bombardeados por la aviación batistiana y perseguidos ferozmente… Los niños y jóvenes, las nuevas generaciones, evocan las acciones.
También el pueblo realiza una peregrinación, que es ya tradicional, hasta la necrópolis municipal para rendir tributo a los caídos en la acción, a esos mártires suyos, tan suyos que le son tan familiares por cercanos, por vivos, por presentes y vigentes. Se recuerda esta historia en escuelas, instituciones culturales, también se conversa con los testigos y algunos protagonistas que aún viven.
Sagua la Grande fue el lugar donde la huelga general del 9 de abril tuvo la mayor connotación en el país. En esta acción cayeron o fueron asesinados más de un centenar de víctimas; entre ellos Marcelo Salado, Antonio Aucar Jiménez, Héctor Martínez Valladares, David Díaz Guadarrama, Neftalí Martínez, Mario Garrido, Raúl Valencia, entre otros.
El líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, reconoció que el hecho en Sagua la Grande fue extraordinario y demostró, a pesar de la derrota, el mérito de los jóvenes que participaron y la firmeza del pueblo. El fracaso de la huelga sirvió para reflexionar sobre la necesidad de la unidad en la lucha. Al ser analizadas sus consecuencias, el 3 de mayo de 1958 en Altos de Mompié, en la Sierra Maestra, quedó claro que era imprescindible unificar el mando revolucionario, bajo la conducción de Fidel Castro para conquistar la victoria.