Mariano Casco Peebles*, especial para Trabajadores
En el día de ayer la Confederación General del Trabajo (CGT), junto con las dos CTA (Central de Trabajadores de la Argentina), paralizaron las labores en el país sureño para protestar contra las medidas económicas del gobierno neoliberal de Mauricio Macri.
La huelga se venía reclamando hacía meses por parte de las bases obreras y de agrupamientos gremiales opuestos a las anquilosadas cúpulas sindicales. De hecho, fue esa presión desde abajo, sumado al malestar social que recorre a buena parte del pueblo argentino —producto de las medidas regresivas que lleva a cabo el ejecutivo nacional— lo que terminó desembocando en el alto acatamiento a la medida de fuerza.
El paro fue entonces una respuesta a los miles de despidos, a la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores y al aumento descomunal de la pobreza que viene provocando la gestión de Macri desde su asunción hace apenas un año y cinco meses.
En Argentina, país con una larga tradición de lucha sindical, las convocatorias de las centrales sindicales han servido históricamente como aglutinantes del descontento popular. En lo que va del siglo XXI se está viviendo un proceso de revitalización en este sentido, es decir, un aumento de la importancia de los sindicatos en la sociedad comparado a lo sucedido en la década del noventa.
Se calcula, por ejemplo, que hay 75 mil trabajadores con responsabilidades gremiales. Esta fuerza social tiene la capacidad de evitar que Macri profundice la pauperización y la desigualdad de una nación que estuvo a la vanguardia en la lucha por la equidad en Latinoamérica. La cuestión reside en que los grandes jerarcas sindicales parecen tener pocas ganas de ello, y si han convocado a medidas de fuerza, ha sido más bien a regañadientes y producto de la presión social.
Por eso es que para comprender el paro es necesario volver al Marzo que acaba de finalizar, caracterizado por más de un millón de personas en las calles para reclamarle al actual gobierno.
El mes que recién concluye ha estado marcado también por el conflicto docente, por las acciones del movimiento de mujeres, por las luchas piqueteras, por la convocatoria de la CGT del 7 de marzo, y las movilizaciones por memoria, verdad y justicia que aglutinaron a miles y miles de personas en la plaza de Mayo, centro político del país, el pasado día 24, aniversario del inicio de la dictadura militar que dejó 30 mil desaparecidos.
Sin esa efervescencia que recorrió buena parte de la sociedad argentina no se puede comprender la convocatoria del 6 de abril. De ahí que la pregunta que ahora transita las mentes de los argentinos es: ¿Esta huelga fue la culminación de la lucha contra el llamado “gobierno de ricos” o es un nuevo punto de partida de un enfrentamiento que seguirá colmando calles y plazas?
*El autor es licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires y colaborador de Trabajadores