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Gentes de tierra y mar

Son las cinco de la mañana; muchos aún duermen y ella ya está lista para comenzar. Día tras día atraviesa las calles de su pueblo, Santa Cruz del Sur, para ir bien lejos, más allá de la “civilización”. En ese sitio, al que nunca ha querido ir su hija, trabaja.

Alrededor de 700 espejos de agua son empleados en la cría del camarón. Cuidarlos de los malhechores demanda un gran esfuerzo de los trabajadores de Cultisur. Fotos: Leandro Armando Pérez Pérez

 

Humberta Vargas Salazar es camaronicultora. A sus 44 años le duele un poco la espalda, y cuando tiene que remar con mucho viento se siente el esfuerzo en las manos; pero no se queja. “Este es el esposo al que nunca dejaría”, dice.

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A la misma hora otro coterráneo también se alista. Toma su café, se despide de la familia y sale a trabajar. Se pasa el día acompañado solamente por especies marinas, mas no le importa. Le gusta lo suyo.

José Sotomayor Cardoso trabaja en la Empresa Pesquera Industrial de Santa Cruz del Sur (Episur), una de las mayores entidades dedicadas a la pesca en Cuba. Allí asume una labor tan esencial como la de quienes salen al mar: innovar.

Sacrifico = producción

Humberta es una más entre el medio centenar de mujeres que laboran en la unidad Empresarial de Base Cultisur, perteneciente a la Empresa para el Cultivo del Camarón. Contando a los hombres, son alrededor de 320 santacruceños que dedican sus días a la atención de los pequeños crustáceos. En esa actividad la granja de Humberta, la número 4, es una de las mejores del país.

“Llego temprano y enseguida me pongo a alimentar las crías. Luego hago lo que se necesite: chapear, arreglar un ranchón, incluso guardias…”, explica. Y es que el robo de las producciones es una herida que todavía duele, pero que esperan hacer sanar.

“Me han tocado hasta de noche, y yo sin miedo. Este es el fruto de mi trabajo, lo que cuido es mío. Ya son 24 años aquí y no me veo en otra cosa. No sé con qué fuerza llegaré al final, pero sé que no me iré”.

Con más de 110 hectáreas, la protección de los 22 estanques resulta todo un reto para los pocos agentes de Seguridad y Protección. “Por eso los apoyamos y hacemos recorridos sorpresivos durante toda la noche… y al otro día, a trabajar temprano. Es sacrificado, pero nos ayuda a obtener más producción”, asegura Reinerio García Cabrera, jefe de la granja.

Quizás por esa dedicación, de todos, fue que durante el pasado año alrededor de 7 millones de dólares se podían obtener con las ventas de las mil 425 toneladas récord que produjo la entidad. Pero aún quedan robos por evitar.

“Aquí cultivamos y exportamos camarón, ayudamos al mercado interno con entrega al turismo, y a veces un poco se vende, a precios diferenciados, en las pescaderías del país”, explica Nelson Toledo Cabrera, director de Cultisur.

“Nuestro interés es cosechar cada vez más –continúa– y eso se ha logrado gracias a un programa de desarrollo que se inició hace cinco años con inversiones millonarias destinadas a la reparación de la fábrica, de estanques y viales, para elevar la capacidad tecnológica e impedir el decrecimiento de la actividad. Esto fue idea de Fidel y no se podía perder”.

Atención= producción

La baja estimulación laboral por años fraccionó los deseos de alcanzar eficiencia, tal vez por eso José Díaz Vidal, secretario del buró sindical de Cultisur, no descansa para que esto no vuelva a ocurrir.

“Ahora un trabajador gana un salario promedio de hasta 2 mil pesos, pero durante un ciclo de cosecha pueden obtener hasta 18 mil, depende de lo que se haga. Pero eso no puede ser lo único, por eso cuando termino mi trabajo como técnico de laboratorio donde evalúo el cultivo del camarón o el agua, intento acercarme a la mayor cantidad de trabajadores, para que se sientan escuchados y representados.

“Son 13 secciones sindicales y mensualmente hacemos un activo , pero también les damos una estimulación material y moral periódicamente. Ahora recibimos la condición de Colectivo Vanguardia Juvenil aniversario 55 de la UJC y nos encargamos de que sepan que es gracias a la labor de todos. Eso también estimula y nos guía para seguir entre los primero lugares como empresa a nivel nacional”.

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José también se siente cómodo en su “casa” de Episur. Es una sensación que comparte la inmensa mayoría de sus más de mil compañeros de trabajo en esa industria. José recuerda el día en que decidió encontrar una solución para que la modernísima máquina de moler patao volviera a funcionar. Había estado dos meses fuera de servicio y más de uno lo creyó imposible. Tiempo después, fruto de innumerables desvelos y el apoyo de muchos, consiguió ponerla a punto. Más tarde llegó el turno a un extractor para ayudar en la limpieza de la misma, logro que fue tan o más aclamado que el primero.

El diálogo hombre a hombre es el método preferido por los directivos de la empresa, pero según Dimelys Cabanes García, subdirectora de Supervisión y Control, “para divulgar informaciones necesarias también nos apoyamos en la tecnología. A través de los correos enviamos datos económicos: gastos, ingresos, rendimiento, para que cada unidad de la empresa conozca en detalles cómo marcha el proceso productivo. Y con la radio base los mantenemos al tanto de los indicadores de eficiencia”.

Una industria, una meta

Sacrificio y entrega son las máximas que guían a los hombres y mujeres de Episur, quienes se encargan de capturar y procesar productos del mar. Su labor se traduce también en más de 15 elaboraciones con alto valor agregado destinadas al consumo de la población.

“Dentro de las gestiones que realizamos como empresa se encuentra la red de pescaderías D’Lamares, que permite la venta de masa de croquetas, picadillos y otros derivados marinos. Ahora están ubicadas en solo algunos municipios de la provincia, pero muy pronto aumentarán, hasta extenderse a territorios como Guantánamo, Santiago de Cuba y La Habana”, adelantó Luisa Núñez Naranjo, jefa del Departamento Comercial.

“Esas ventas de valor agregado son las que mantienen a la entidad en pie”, cuenta con orgullo José. Desde hace algún tiempo labora con la satisfacción adicional de que el 1% de sus aportes vayan al presupuesto del municipio, como parte de la contribución al desarrollo local.

Por eso es que quieren hacer más, y ahora montan una fábrica para procesar productos de la agricultura: mango, frutabomba, hortalizas… y combinarlas con productos marinos, porque tanto en la tierra como en el mar son gente a las que le gusta trabajar.

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