Por Jorge Luis Coll Untoria, estudiante de Periodismo
La última entrevista que hice a una personalidad de la Universidad de Ciencias de la Cultura Física y el Deporte Manuel Fajardo ocurrió sentado en el asiento delantero de un auto, en uno de los estacionamientos de dicha institución.
En esta ocasión la situación fue muy similar, pues el diálogo se estableció igualmente en un coche, pero esta vez en movimiento. José Antonio Díaz Rey, Doctor en Ciencias Pedagógicas y medallista de oro de esgrima en los X Juegos Centroamericanos y del Caribe mostró cualidades de un buen piloto de Fórmula 1.
“¿Tú eres el muchacho que quería verme?”, preguntó y al responderle afirmativamente sus siguientes palabras me dejaron desconcertado: “No te esperaba hoy, tengo que ir a buscar a mi nieto a la escuela. Vamos a mi carro y me cuentas qué quieres”.
Del boleo pasé a la espada
José Antonio arrancó su moskvitch Aleko y a la par empezó a contar su historia. “Nací en el Cerro hace 79 años. Desde pequeño me gustó el deporte y me inicié en el voleibol. Era pasador en los tiempos en que no se podía recibir con los antebrazos.
“Un día aposté con el mejor rematador del equipo y le dije que levantaría su saque. El perdedor le compraría un refresco al otro. El terreno se llenó y mi compañero sacó con toda su rabia, pero logré recibirle. Me tomé mi refresquito y a la media hora noté una bola en la mano izquierda, un derrame sinovial por el impacto.
“Tuve temor de continuar y me cambié para esgrima, pues era con un solo brazo y era derecho. Cuando abrieron el hotel Copacabana se creó un club para socios y vino un profesor francés a entrenar, me hizo las pruebas de aptitud y comencé”, cuenta.
El profesor se fue en 1958 y José Antonio dejó de practicar. Cuatro años más tarde llegó la convocatoria del Comité Olímpico Cubano para los IX Juegos Centroamericanos y del Caribe en Jamaica, donde se convirtió en la principal figura del equipo de espada.
“En esos Juegos estaba muy fuerte, pero me enfermé y no pasé del sexto lugar. El primer día gané 16 combates, al siguiente me sentía muy mal y no tenía fuerza ninguna”, expresa.
Altamar, agresiones y triunfos
En Puerto Rico 1966 tuvo la oportunidad de revertir lo ocurrido en la edición anterior. Para ello vivió la gloriosa epopeya del barco Cerro Pelado, que llegó y, como no podía ser de otra manera, regresó con una delegación triunfadora.
El navío, como bien describe José Antonio en el libro De Jamaica a Puerto Rico. Mis vivencias —uno de sus nueve publicados—, estaba acondicionado perfectamente para las situaciones en altamar y sirvió también como escenario de entrenamiento hasta que los deportistas competían en la isla del encanto.
“Aquello fue una gran experiencia. Me abrí la cadera en un entrenamiento y el dolor fue muy intenso. Los entrenadores pidieron que no combatiera, pero me negué. Entonces los médicos querían infiltrar y pedí que no lo hicieran. Me entizaron la cintura con esparadrapo y así realicé muchos combates hasta conseguir el título centroamericano, que lo alcancé contra el único competidor que me había logrado ganar.
“Él era muy ágil y no lo podía descifrar, fue cuando decidí que en la final haría lo contrario a lo que le había mostrado en el combate anterior y lo derroté”, expone.
José Antonio estuvo entre 1961 y 1968 en el equipo nacional de esgrima. Se erigió campeón de Cuba en espada, participó en los Panamericanos de Winnipeg 1967, Copas Mundiales y en los Juegos Olímpicos de México 1968. Después se dedicó a labores organizativas en el Mundial de Esgrima de 1969 en La Habana.
“Luego fui a una beca en Moscú para hacer la especialidad de esgrima. Al regreso estuve como jefe del área de espada de los equipos nacionales y juveniles de 1973 a 1975 hasta que volví de nuevo a cumplir labores en Moscú como representante del INDER.
“Allí me hice Doctor en Ciencias Pedagógicas a partir de investigaciones realizadas con el equipo nacional, al cual pertenecían atletas víctimas del crimen de Barbados.
“Volví y aquí estoy, siempre vinculado al Fajardo”, comentó. No podía irme sin preguntarle su opinión sobre la actualidad de la esgrima cubana: “Ahora mismo, mala. Se necesitan implementos para trabajar. Un carpintero exige una sierra o un serrucho, nosotros armas, trajes, caretas, pistas y se quiere hacer mucho con poco”, concluyó José Antonio, dando la última estocada del viaje.