Por Yimel Díaz Malmierca y Amalia Ramos Ivisate
El pasado 8 de marzo se registraron manifestaciones en reclamo a la igualdad de género en el ámbito del mercado del trabajo, problemática también asumida por las Naciones Unidas como tema central para la jornada: Las mujeres en un mundo laboral en transformación: hacia un planeta 50-50 en 2030.
Esta semana continuará sesionando en Nueva York el período 61 de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, centrado en el empoderamiento económico femenino.
Ese interés no resulta casual. Las cifras denuncian: apenas el 49,6 % de las mujeres en edad de trabajar están representadas en la población empleada a nivel mundial, mientras que en el caso de los hombres el número asciende a 76,1 por ciento.
Un resumen informativo realizado por la oficina del organismo multilateral en Cuba enfatizó que los cambios en el entorno laboral afectan, de modo significativo, a las trabajadoras.
“Por un lado, los avances tecnológicos y la globalización brindan oportunidades sin precedentes a quienes tienen la posibilidad de acceder a ellos. Por otro, están en aumento la informalidad laboral, la desigualdad de los ingresos y las crisis humanitarias”, expone el documento.
Lo anterior tiene particular relevancia para las mujeres, pues el sector informal es una importante fuente de empleo para ellas. Una de las formas más vulnerables y comunes se halla en los negocios familiares, donde representan el 63 % de la fuerza laboral, aunque la mayor parte no recibe remuneración directa, según datos de la ONU.
Su inserción en la también denominada “economía gris”, donde se incluyen las vendedoras callejeras, las comerciantes de bienes y servicios y las agricultoras, las deja fuera del amparo legal y muchas enfrentan entonces salarios bajos, condiciones de inseguridad laboral y poco acceso a protección social.
Un estudio del 2016 realizado por el Banco Mundial indica que en 18 de los 173 países analizados, los hombres pueden impedir legalmente que sus esposas trabajen; asimismo, solo en 67 de esas naciones existen leyes contra la discriminación de género en las prácticas de contratación.
La desigualdad también se expresa en la segregación sectorial: si bien las ocupaciones varían por regiones, la mayoría de las mujeres asumen empleos de mayor inseguridad laboral, menos remunerados y que exigen inferior calificación. De igual forma están escasamente representadas en cargos directivos.