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Temple de acero de un sindicalista

Un acontecimiento de trascendental importancia se produjo en la capital cubana el 16 de enero de 1938: la constitución de la Federación de Trabajadores de la Provincia de La Habana. Al decir de Lázaro Peña, ese congreso “abrió la etapa de marchar en común por los comunes intereses, la etapa de una sola acción y una sola conducta”.

Su combatividad y compromiso con sus compañeros de labor le ganó su elección como secretario general del Sindicato del Metal en 1944

 

Entre los dirigentes comunistas que participaron en ese evento estaba Agapito Figueroa, del Sindicato de la Industria del Metal y sus Similares.

Ya para entonces Agapito había acumulado una rica trayectoria de combate a favor de los trabajadores.

Nacido en La Habana en una finca del Valle del Perú, el 24 de marzo de 1912, tuvo que abandonar los estudios en tercer grado para contribuir al sostén de su familia, debido a que su padre había sido asesinado.

Muy joven se integró al sector metalúrgico que no abandonaría más, al incorporarse como obrero a la Fundición López y Hermanos. Rápidamente se destacó en la labor sindical hasta convertirse en responsable de propaganda del Sindicato Metalúrgico en San José de las Lajas.

Su trayectoria fue en ascenso: ingresó en la Liga Antimperialista de Cuba, en la Liga Juvenil Comunista, participó en la fundación del Partido Comunista en el municipio y era su secretario general cuando se produjo la caída de la tiranía de Gerardo Machado en 1933.

Al año siguiente los integrantes del comité sindical fueron acusados de incendiarios por el régimen, por lo que Agapito padeció cárcel en la Cabaña. Después de más de dos meses de confinamiento reanudó sus luchas por las reivindicaciones de los trabajadores.

Se sumó decididamente a la huelga de marzo de 1935, y ante el fracaso de esta se alzó en las lomas de San Rafael durante cuatro días con otros compañeros, hasta que el Partido les orientó que se dispersaran. No obstante, ello le costó ser despedido de su puesto de trabajo y desde ese momento resultó objeto de persecuciones.

Su combatividad y compromiso con sus compañeros de labor le ganó su elección como secretario general del Sindicato del Metal en 1944, y fue postulado en dos ocasiones a representante a la Cámara por el Partido Socialista Popular, posición desde la cual defendió abnegadamente los intereses de las masas populares.

Le tocó padecer la división de la CTC, asaltada por elementos serviles al régimen y al imperialismo, pero no cejó en la batalla sindical.

Se demostró en el VII Congreso de la CTC, llamada por el pueblo CTK, en alusión a una Ley concebida originalmente para pagar los sueldos de maestros y profesores que no tenían asignación en la nómina oficial, pero después dio lugar a un escandaloso saqueo del tesoro público y sirvió entre otros fines, para engrosar los bolsillos de aquellos falsos dirigentes obreros.

En ese Congreso efectuado en 1951, la mayoría de los delegados habían sido designados “de dedo” por las directivas sindicales mujalistas, pero no pudieron evitar que llegaran al evento verdaderos dirigentes electos democráticamente en asambleas por los trabajadores, entre los cuales se encontraba Agapito, en representación de los metalúrgicos. Sin embargo, la comisión de credenciales los rechazó prácticamente a todos o fueron expulsados cuando dijeron las primeras palabras. Ello no le resta valor a la elección de Agapito, cuyo liderazgo era reconocido por sus compañeros de labor aun en tan adversas condiciones.

También le correspondió enfrentarse a la tiranía de Fulgencio Batista, contra la cual participó en la huelga de diciembre de 1955, colaboró con las fuerzas revolucionarias que lucharon contra el batistato y pudo ver la victoria de enero de 1959. S

e mantuvo lidereando a los trabajadores del sector metalúrgico y en el histórico XIII Congreso de la CTC, celebrado en 1973, pasó a integrar el ejecutivo nacional de la central sindical.

Falleció el 19 de octubre de 1985

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