Por Betty Beatón Ruiz y Juanita Perdomo Larezada
Para muchos es un periodista que escribe poemas, para otros es un poeta renacido del periodismo. Sin embargo, se considera a sí mismo un contador de historias, un descubridor de vidas ajenas… que dejan de serlo cuando las hace suyas y las convierte en letras.
Medio centenar de premios y una decena de libros hablan de ello. Emergen entonces una y otra interrogante: ¿Quién es? ¿Dónde halla inspiración? ¿Cuál es el truco para encantar con palabras?
Prefacio
“Siempre digo que soy de una tierra con nombre de apóstol y apellido de país, Santiago de Cuba. De adolescente quise ser aviador, comentarista deportivo, cantante… todo a la vez. Parecía imposible, hasta que descubrí que a través del periodismo podría vivir muchas vidas. Así asumí la carrera en la Universidad de Oriente y cinco años después el ejercicio de la profesión.
Guantánamo
“Por estos días se ha vuelto una palabra recurrente. Millones de cubanos están atentos a la recuperación, tras los daños del huracán Matthew; pero allá por 1991, cuando me tocó hacer el servicio social en el periódico Venceremos, Guantánamo se me convirtió en un susto, un reto y un desafío.
“Viví y trabajé allí en medio del período especial más severo, cuando cuatro ruedas eran una excentricidad; un bombillo encendido, una noticia y una hamburguesa, la bendición. Fue duro.
“Pero a la vez encontré gente hermosa, que no paraba de trabajar, que a pesar de todo mantenía el entusiasmo. Ese espíritu lo veo ahora mismo en medio de la recuperación, y recuerdo inevitablemente el azote
de Sandy y el libro La noche más larga”.
Tiempos buenos, tiempos ¿malos?
“Después del servicio social, todavía en medio del período especial, vino una etapa sin empleo y tuve que vender aguacates, culantro, maní, ¡como vendía! No me detuvieron los zapatos raídos, ni en el sol inclemente cuando iba pregonando cucuruchos por las calles, y jamás sentí vergüenza, porque uno no la siente cuando hace algo honrado. Las enseñanzas están en todos lados.
“No han sido los únicos momentos difíciles de mi vida. A veces uno tiene que pagar un precio por defender aquello en lo que cree.
“Entré a trabajar en el periódico Sierra Maestra para atender la página cultural, ya sabes que cultura es una palabra inmensa en Santiago de Cuba. Allí estuve cinco años que, por su intensidad, me parecieron cinco siglos.
“Después pasé a la radio, un medio que ya conocía de la Universidad, y ahí sigo, en radio Siboney, una emisora pequeña que se especializa en música instrumental ligera y temas culturales. Allí he encontrado un ambiente de colaboración, es mi oasis”.
Aquí, allá, acullá
“Incursionar en muchas cosas es una necesidad, tal vez nació de ese contacto permanente con los artistas, el espíritu de creación suele ser contagioso.
“Tengo una peña que se realiza los últimos viernes de cada mes. Se llama Página abierta y proponemos abrir un libro interactivo, con literatura, música, cine… Asumí la vicepresidencia de la Uneac en la provincia, para la cual fui electo, y soy miembro de su consejo nacional.
“Está igualmente el concurso Caridad Pineda In Memoriam de promoción de la lectura, un proyecto muy especial para mí, pues surgió en medio del dolor, de la desolación más profunda que es la muerte de una madre.
“La mía fue además mi maestra, me enseñó a leer, y en 2012, días después de perderla, se me aparece en sueños y me pide que haga un concurso para las personas de la tercera edad. Fue algo muy fuerte.
“Me desperté con una alegría inmensa, organicé todo y desde esa fecha hasta hoy el concurso, que lleva su nombre, ha crecido en participación de personas de todas las edades y de varios países.
“Una lectura marcó mi vida es el lema de este concurso que auspicia la Uneac en el territorio, con el apoyo de otras instituciones. Demuestra cómo un libro puede ayudar, alegrar, salvar, reconfortar a un niño, un adolescente, una persona privada de libertad; a alguien que sufre, a un enfermo, a un anciano… lo mismo que a una persona común, curiosa, saludable, feliz.
“Por suerte, he tenido el apoyo de mis colegas, de personalidades y amigos, de gente de estatura profesional y humana como Rodulfo Vaillant, Marta Rojas, Fernando Rodríguez Sosa, Teresa Melo, Manuel Gómez Morales, María Dolores Ortiz, León Estrada, Yunier Riquenes, Eric Caraballoso, Daysi Cué, Marta Mosquera, María Elena Elías, Mirtha Clavería, Carlos Ramos, Víctor Hugo Leyva… No tengo como agradecerles tanta generosidad”.
¿Literatura o periodismo?
“Creo en los puentes, no me van los muros. A veces de una entrevista me nace un poema, y en ocasiones, de un poema tengo que ir a la entrevista.
Que otros definan, yo escribo.
“Soy orgullosamente periodista y estoy convencido de que no se hace periodismo para complacer a nadie. En esa materia no cabe la conveniencia, sino la pertinencia.
“Creo que a nuestra prensa le faltan latidos, lo que no quiere decir que no existan propuestas avezadas o colegas de altura, pero no es menos cierto que urge contar más las historias cotidianas, acercarse a ellas desde el asombro y desde la pasión.
“Tantas veces se nos escapan los sueños, la voz, las apetencias, el día a día de este país. A esa realidad habría que darle cauce, debería ser piedra de toque en nuestras redacciones; aunque en ese sentido, la radio está un paso por delante.
“En mi opinión, la ética de un periodista cubano, desde el amor más irrestricto a su país, radica en el acompañamiento de su gente en sus fulgores y sueños, al mismo tiempo que en sus angustias y esperanzas. El periodismo es el arte de la opinión. Es eso, o no es”.
¿Papel, éter, o ciberespacio?
“Lo que hago es contar, no importa si es en uno u otro soporte. Contar historias siempre vale, contarlas bellamente, porque la belleza penetra. Gracias a la Internet es posible llegar más lejos y lo experimento, por ejemplo en mis colaboraciones para sitios como La Jiribilla, el Portal de la Radio, o en La isla y la espina (http://laislaylaespina.blogspot.com/).
“Este último es mi blog personal, apuesta por la cultura, la diversidad y la inquietud del pensamiento, en el que trato de hacer realidad las palabras que un día me dijera el documentalista Rolando González: ‘hay que detenerse donde otros pasan’.
“Cada golpe de tecla lleva la misma pasión, no importa si es para un libro, la radio, una nota discográfica, una crítica…”.
Epílogo
“A mis 48 años, miro más lo que viene que el camino andado. Lo mejor de cada premio obtenido no es su carácter local, nacional o internacional, o la recompensa que conlleva; sino poder compartir esa alegría con los demás. Cada convocatoria, cada proyecto en los que se me pide ayuda me reconforta. Cada idea es un aguijón.
“¿Mañana? Nadie puede saber lo que pasará. El vuelo no se puede truncar, las alas han de estar listas; aunque a la ciudad con nombre de apóstol y apellido de país me unen muchas cosas. ¿Santiago? Puede parecer en ocasiones una ciudad ríspida, pero es capaz de darte unos abrazos que no olvidas. ¿Cuba? Palabra sagrada, como lo es madre. Es, sobre todo, un sentido que va contigo a cualquier parte, que escuece dentro siempre.
“Soy aferrado. Siempre me salvan las pequeñas cosas. Más que nada material, me complace, me maravilla, saber que lo que escribo pueda de algún modo conmover hasta provocar el llanto o la risa, que ha logrado desenredar entuertos, que ha dado aliento a la gente que está ahí, sacrificándose y tomando impulso para seguir el camino”.