Tuvimos el privilegio en nuestro colectivo de contar con el talento y la profesionalidad del Doctor en Ciencias de la Comunicación y Premio Nacional de Periodismo José Martí por la Obra de la Vida, Julio García Luis. En ocasión del Día de la Prensa Cubana hemos querido rendirle homenaje imaginándolo como redactor de este espacio, en el que reproducimos algunas de las ideas recogidas en su obra póstuma Revolución, socialismo, periodismo. La prensa y los periodistas cubanos ante el siglo XXI, que sirvió de base para la obtención de su doctorado.
Se trata de un texto de obligada consulta para los profesionales del sector, de la autoría de un colega que estaba convencido de que podía haber una mejor alternativa cubana —socialista, revolucionaria y de mérito periodístico— ante la prensa liberal, que sintetice y mantenga lo que deba ser conservado y cambie lo que deba ser cambiado, que salvaguarde el papel político y clasista de nuestra prensa, la propiedad social en que ella se sustenta, y el papel dirigente del Partido como fuerza de vanguardia de la sociedad, como él mismo expresó en el prólogo de la obra.
“No pedimos —escribió—, parodiando la famosa consigna de los bolcheviques ‘todo el poder para la prensa’. No haría falta, y sería por demás peregrino pensar que la prensa deba convertirse en una especie de superpoder por encima de los demás. No vamos a caer tampoco en la falacia liberal, tan desacreditada en nuestros días, de invocar la necesidad de una ‘independencia’, que ya sabemos lo que significa: un mito encubridor del sometimiento al mercado y al poder hegemónico del sistema. (…)
“Los cambios reclamados y avizorados por los periodistas pueden tener lugar dentro de los tres grandes principios ya subrayados: el carácter revolucionario y de servicio público de los medios, la propiedad social y la dirección estratégica del Partido. Conservándolos, actualizándolos y fortaleciéndolos.
“La prensa cubana no requiere un poder separado, sino una parte del poder único existente en la sociedad: una parte, si se quiere, pequeña, pero que puede representar algo así como la sal para todos los demás componentes del poder popular y revolucionario.
“¿Qué poder? ¿Poder para hacer qué?
“Poder político, moral, legal y práctico para acceder por sí misma a la información pública dondequiera que ella esté, y para elaborarla y difundirla de acuerdo con estándares profesionales y éticos elevados.
“Poder para que las direcciones de la prensa formulen y apliquen sus propias agendas noticiosas, de análisis y opinión, en conexión directa con el sistema político, por un lado, y con las instituciones que poseen y auspician a los medios, por el otro, en cada nivel del país.
“Poder para que los directores de la prensa estén en capacidad real de decidir qué se publica o no, qué se cubre o no, y qué habría por excepción que consultar, en el caso de asuntos que pudieran involucrar intereses de la seguridad nacional.
“Poder para que los periodistas intervengan activamente en la elaboración, ejecución y control de la política informativa de cada órgano de prensa, de manera que sus criterios ejerzan la influencia debida.
“Poder para constituir y gestionar sistemas internos e instrumentos eficaces de autorregulación, en adición al mecanismo de participación anterior.
“Poder para investigar, para penetrar activamente en todas aquellas áreas de la vida de la sociedad que así lo requieran, para sostener en servicio del pueblo los criterios que se deriven de esas búsquedas, frente a eventuales intereses establecidos, y para anticipar y alertar con pronósticos fundados el rumbo que puedan seguir determinados procesos.
“Poder también para equivocarse y para rectificar cualquier error, como síntoma vital de un esfuerzo realizado por seres humanos que no son infalibles, aunque deben ser acuciosos y serios al máximo, a la vez que responden moral, profesional y legalmente por sus mensajes ante la sociedad.
“Poder expresado en la personalidad ética, jurídica y económica del órgano de prensa, y de la institución que este pueda representar en cada caso, para actuar en nombre de la opinión pública como sujetos directos del diálogo con el Partido, el Estado, el gobierno y las organizaciones sociales.
“Poder para dar voz al pueblo, a los trabajadores, y servir de canal activo de diálogo entre la base y la sociedad política. “Poder, en fin, de contrapartida revolucionaria y vehículo para ello de la opinión pública”.