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Patrimonio con aroma de economía

Monte adentro, en pleno lomerío santiaguero, donde alguien puede pensar que la nada sí existe, se vive un salto en el tiempo.

La hacienda Fraternidad es un ejemplo de lo que se hace para el rescate y conservación de este Patrimonio de la Humanidad. Fotos: De la autora y Edgar Brielo Maramillo

 

Quien se interne, por ejemplo, en el poblado de Nueva Isabel, en la zona de Ramón de las Yaguas, se encuentra de súbito en medio de una hacienda cafetalera del siglo XIX.

Todo asombra y sobrecoge en esos parajes de la meseta de Santa María del Loreto: los jardines, las arcadas para sostener el acueducto, los secaderos, la casona señorial en su recia estructura de madera —que ha soportado incólume espantosas sacudidas telúricas y feroces vientos huracanados— vistosa en sus dos niveles y en su techumbre de amplia caída a ambos lados.

El proyecto Los caminos del café involucra a la comunidad de los sitios patrimoniales en aras del cuidado de las riquezas de su entorno

 

Si el visitante se empeña puede incluso revivir una estampa de la época, entre el sudor y las lágrimas de los esclavos que hicieron prosperar al francés, quien trajo consigo buena parte de su dotación y echó raíces en Cuba para sumar ingredientes a nuestro ajiaco cultural.

La misma escena es posible apreciarla en otro centenar de sitios de las provincias de Santiago de Cuba y de Guantánamo que forman parte del Paisaje Arqueológico de las Primeras Plantaciones Cafetaleras, en el Sudeste de Cuba, declarado por la Unesco, en el año 2000, Patrimonio de la Humanidad.

La recuperación y conservación de los valores que ese conjunto de ruinas atesoran  sustentan los empeños del proyecto Los caminos del Café, financiado por  la Unión Europea,  la fundación franco-belga Malongo y la Oficina del Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba (OCC).

El rescate y fomento de esa cultura, la preservación de los valores patrimoniales que la sustenta y su sostenibilidad

 

Articulando café, patrimonio, turismo, economía

El cafetal Fraternidad concentra hoy el peso de las tareas de rehabilitación integral de ese patrimonio, que tiene como soporte para el presente y el futuro los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución.

De tal modo, los intereses de varias instituciones y organismos se articulan en el proyecto, entre ellos la Agricultura, el Turismo, la Cultura, el Gobierno… todos enfocados en hacer renacer las edificaciones en ruinas y además las plantaciones de café de la zona, estimular iniciativas no estatales que aporten servicios a los visitantes y fomentar en los pobladores el sentimiento de protección y explotación sustentable de los bienes patrimoniales.

Tal es el empeño, según lo refrenda el arquitecto Omar López, director de la OCC: “Se trata de un turismo responsable, sin conflicto con el patrimonio, sin degradarlo, que generalice actitudes positivas en los prestadores de servicios y lo entes gubernamentales con la idea de que las acciones vayan en su beneficio, su revalorización y conservación junto con su aprovechamiento turístico”.

Para hacerlo viable la intervención in situ incluye las faenas de arqueólogos, restauradores, ingenieros, arquitectos y obreros, en aras de recuperar constructivamente a Fraternidad.

A su vez, se prioriza el diálogo con las personas de ese sitio serrano para incentivar el apego a las riquezas patrimoniales de su comunidad y la visión de cómo insertarse en su adecuada explotación.

Como “plato fuerte” del proyecto Los caminos del café, Fraternidad se erige a modo de “laboratorio” para el manejo integrado de más de un centenar de haciendas que quedan por intervenir, asumiendo además las experiencias que aporta el museo La Isabelica, ubicado en la zona de la Gran Piedra, también en Santiago de Cuba, y referente en la conservación y uso cultural-turístico-patrimonial-económico del área.

Cuando el mencionado sitio esté listo para su uso pleno será, a decir de la doctora Yaumara López, coordinadora del proyecto por la parte cubana, “un museo vivo, un lugar para ver la forma de vida de un cafetal del siglo XIX”.

La restauración de los muros perimetrales y la resiembra de cafetos, en cooperación con entidades agrícolas, son labores ya adelantadas, en tanto ahora se afanan en lo más complejo y costoso: la armazón de madera que da sostén a toda la casa señorial.

Tiene de monte y ciudad

Pero Los caminos del café no solo conducen a las haciendas de la serranía, también se abre a espacios citadinos donde el consumo de la aromática bebida entrelaza lo cultural y lo comercial.

El núcleo central de todo ello está en la Casa Dranguet —ubicada a escasos metros del parque Céspedes en lo que fuera la residencia de Don Carlos Dranguet Thomas, santiaguero descendiente de emigrados franceses—donde radica el Centro de Interpretación y Divulgación del Patrimonio Cultural Cafetalero de la OCC.

Allí, investigación, labor sociocultural, y comercialización del llamado néctar negro se unifican para preservar las esencias de su consumo.

De tal modo, y con el proyecto como epicentro de cada acción, se potencia el acercamiento a otros que igualmente se apegan a la bebida, dígase, por ejemplo, Cimex y sus CaféVen, agencias de viajes como Ecotur y sus excursiones a lugares relacionados con el café y la huella francesa, así como el sector no estatal.

En este último caso destaca la fondita de Compay Ramón, un negocio familiar que encabeza Ramón Guilarte Labrada, en el cual la tradición cafetalera del país se luce en todo su esplendor.

Gestionado desde la iniciativa privada a través de contratos con las agencias Cubatur y Havanatur, el hogar de este santiaguero se colma a diario de visitantes que se deleitan con la comida casera y los aromas del café, que andan suspendidos en el ambiente.

“Es como una retrospectiva al tiempo de las abuelas, comenta, cuando a una gran mesa con muchas sillas se sentaba la familia a comer muy criollamente, con el cierre obligado de una taza de buen café.

El taburete, el pilón, el caldero de tostar el grano, un empina´o o colador, anafre y carbón para calentar el agua, jarritos metálicos, azúcar parda… todo lo que antaño generaba una “colada de las buenas” está en uso en el patio de Compay Ramón para mostrarle al visitante el ritual del café cubano, ese que es parte de la idiosincrasia de este pueblo.

El rescate y fomento de esa cultura, la preservación de los valores patrimoniales que la sustenta y su sostenibilidad son realidades que en Santiago de Cuba se defienden desde un enfoque multisectorial para que se hagan anchurosos y prósperos los caminos cubanos del café.

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