Un reciente estudio divulgado por el Banco Mundial ilustra acerca de cómo el impetuoso desarrollo científicotécnico que caracteriza a nuestra época no beneficia, como pudiera y debiera hacerlo, a la gran mayoría de las personas.
El artículo, publicado por esa organización internacional en su página web, señala que la robotización tiene entre sus efectos inmediatos la pérdida de millones de empleos y el incremento de la desigualdad, lo que plantea importantes retos.
«Si bien la tecnología, en general, ha resultado una bendición para la humanidad, no hay dudas de que sus costos y el impacto en la vida de miles de millones han sido dramáticos», afirma el análisis.
Los robots han desplazado a obreros y trabajadores en muchas industrias; pero el fenómeno se extiende hasta los hogares y a la cotidianidad en diversas actividades.
Estimaciones de la Federación Internacional de Robótica señalan que para el año 2019 el número de robots industriales a escala global llegará a 2,6 millones, es decir, cerca de un millón más en relación con el 2015, un año récord para esa industria.
El análisis del Banco Mundial apunta que los robots han reducido la necesidad de que los individuos realicen tareas arduas, repetitivas o peligrosas; y afirma que el desplazamiento del empleo y la pérdida de puestos de trabajo provocados por el cambio tecnológico forman parte indisoluble del progreso económico.
A juicio de los expertos de la entidad, la automatización representa una gran amenaza para el mercado laboral, pues la tecnología progresa mucho más rápido que las estrategias y las políticas para asegurar que los humanos avancen con las máquinas, «en lugar de competir con ellas».
No parece justo, acotamos nosotros, aquel sistema social que hace a los seres humanos competir con las máquinas, en lugar de servirse a plenitud de ellas.
