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La indisciplina es inaceptable

Este último viernes, antes de partir a una cobertura periodística,  varios vecinos me interceptaron. Venían desde la parada ubicada  en el reparto Martí, en el municipio capitalino del Cerro. “Entre las  siete y veinte de la mañana y las ocho y quince pasaron 14 metrobús  — entre el P-12 y P-16— y ninguno se detuvo. La gente les  cayó atrás, pero nada, se pararon como a cuadra y media. No hay  inspectores por ningún lugar”.

Y es que muchos choferes conducen el ómnibus como si les perteneciera y ante la ausencia de un inspector que los controle

 

Cuando salimos a la calzada pudimos ver el panorama. Eran numerosas  las personas: trabajadores, estudiantes, adultos de la tercera  edad, que esperaban ansiosamente que alguno de los ómnibus les  diera la oportunidad de llegar a su destino.

A lo largo del recorrido por Boyeros observamos algo semejante.  Y es que muchos choferes conducen el ómnibus como si les  perteneciera y ante la ausencia de un inspector que los controle y  exija cumplir con el deber elemental de subir a los pasajeros, ellos  eluden, sobre todo en horarios pico, las paradas más complejas.

Por otra parte, comprobamos cómo por nuestro lado pasaban los  taxis particulares en su mayoría vacíos (durante el fin de semana  también se repitieron las escenas), la gente sacaba la mano, pero,  inmutables, los choferes no se detenían; ya no hacen tramos cortos,  van directos hacia el destino final, con el cual pueden cobrar el  precio mayor. Una nueva forma de esquivar lo establecido por el gobierno  de la capital, que reguló el costo de los viajes en taxis dentro  de la ciudad para evitar la especulación con los precios.

Precisamente ese día compartí con los secretarios generales del  Sindicato Nacional de Trabajadores del Transporte y Puertos en todas  las provincias y el país. Su principal dirigente Fermín Umpierre  Iraola, abordó la necesidad de rescatar la disciplina en un sector  vital en la población. Y extendió ese llamado no solo al ámbito del  transporte de pasajeros, sino al de carga y a los ferroviarios.

Se conoce que en La Habana, no obstante los esfuerzos hechos  por el Estado, faltan ómnibus para el transporte público. Según declaraciones  de uno de los funcionarios de la dirección provincial del  transporte están casi al 50 % y se transporta diariamente más de un  millón de pasajeros, en una ciudad donde viven más de 2 millones  de personas.

Todo eso se sabe, e incluso, ha habido momentos más complejos.

¿Acaso no nos acordamos de los tan socorridos inspectores populares,  conocidos como Amarillos y luego Azules, que detenían  los autos estatales para transportar a la población? Pasamos  tiempos difíciles con dignidad y solidaridad. Esos principios no se  pueden perder. Y las limitaciones objetivas se pueden entender,  lo intolerable es la indisciplina.

Dije Boyeros porque es quizás uno de los corredores por los que  más gente se mueve o intercambia ómnibus, pero igual pudiera  decirse en Diez de Octubre o Alamar. Y seguramente hay situaciones  similares en otras capitales de provincia o en el transporte  intermunicipal a lo largo de todo el país.

Si algo no pueden perder de vista los gobiernos locales es el  transporte público. Sé que los directivos de La Habana hacen el  esfuerzo máximo por encauzarlo, adecuando estrategias, fomentando  otras formas de gestión. Pero ni el tan polémico sistema de  gestión de cobro por el chofer o su “ayudante”, ni el empleo de  los GPS (Sistema de Posicionamiento Global) han resuelto temas  tan viejos como la apropiación indebida del pasaje o la obligatoriedad  de detenerse en las paradas.

A los trabajadores por cuenta propia con licencia de operación  del transporte hay que exigirles cumplir las reglamentaciones,  pues este es un servicio que requiere orden y control, así como  continuar en la búsqueda de sistemas estatales más competitivos  y económicos.

Pero el transporte público es el de la mayoría, y tiene que ser el  mejor; es el que mueve masivamente a los trabajadores, los estudiantes  y los cubanos en general. Es imprescindible que el cuerpo  de inspectores permanezca en los lugares claves, que exijan por  lo que les corresponde.

Ahora el sector está involucrado en las conferencias de base  y en marzo se iniciarán las conferencias municipales. Hay que  aprovechar el momento para analizar a fondo muchos de los problemas  que hoy existen en el sector y que no tienen que ver con  recursos, sino con la actitud de los hombres y mujeres que ahí  laboran, y con sus directivos. El desvío de combustible, la apropiación  indebida de dinero recaudado y el maltrato a la población  desvirtúan el sentido de una labor vital para la sociedad.

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