Como se ha reflejado en reiteradas ocasiones, esa tarea no anda bien en muchas entidades, porque se ha descuidado, disminuyó la exigencia y control sobre su ejecución o simplemente “se la quitaron de arriba”, como hace poco me dijo un viejo trabajador del sector de la construcción.
Por ejemplo, en análisis sindicales sobre el tema se ha señalado que en su organización y realización se registran avances, pero existen colectivos en los cuales aún no se crean las condiciones necesarias, y en otros existe incomprensión acerca del contenido ideológico que entraña el cuidado de los centros por sus propios dueños.
Evidentemente, el surgimiento del Cuerpo de Vigilancia y Protección y de un numeroso grupo de agencias con similares fines ─demasiadas, a mi modo de ver─ relegaron la guardia y la llevaron, en muchos lugares, a desaparecer. El cuidado de los bienes y recursos quedó entonces en manos de agentes que no forman parte activa del colectivo laboral, quienes aunque es cierto que cuentan con una preparación profesional al respecto, no resultan en todo los casos infalibles ni incorruptibles, y sus servicios precisan a erogar una cantidad considerable de dinero, con un alto porcentaje en Pesos Cubanos Convertibles.
En una empresa en la cual estuve recientemente, informaron que su consejo de dirección hizo una valoración y determinó que el servicio de la agencia de vigilancia y protección contratada resulta inefectivo por su baja calidad, lo que ha obligado a realizar una propuesta para encontrar otra fórmula que mire más hacia adentro, disminuya los costos por ese concepto y fortalezca el papel de los trabajadores en ese sentido.
Aunque no poseo el dato exacto, el monto total que las entidades del país pagan a esas agencias debe ser elevadísimo y no siempre los componentes cualitativos del servicio se corresponden con los requerimientos ni con el financiamiento contratado.
Entonces, el tema requiere de un análisis objetivo para buscar y encontrar las adecuaciones más coherentes, ajustar las decisiones al respecto y fortalecer, desde lo interno, el cuidado, preservación y control de todo lo que el Estado pone en cada centro para garantizar la producción o los servicios.
También es cierto que a la realización de la guardia obrera le ha faltado organización y atención. No puede ser que un trabajador permanezca cuidando su centro durante 24 horas, por ejemplo, y no cuente con la condiciones adecuadas de estancia y alimentación, que nadie se preocupe por él y que durante ese tiempo no le hagan siquiera una llamada telefónica para conocer cómo está la situación y si ha sucedido algún incidente.
La responsabilidad principal en ese sentido le corresponde a las administraciones, y al sindicato le pertenece apoyar y motivar para que se materialice, de la mejor manera posible, tan importante tarea.
En el XX Congreso de la CTC (febrero del 2014) fueron aprobados dos objetivos sobre ese asunto. El número 16 señala: “Ratificar al centro de trabajo como el escenario principal de nuestra actuación para la prevención y el enfrentamiento al delito, la corrupción, las ilegalidades, las drogas y las indisciplinas sociales, convirtiéndolo en baluarte ideológico de la Revolución. Desarrollar acciones propias de la organización y otras de conjunto con las administraciones para concretar la movilización y participación de los trabajadores en esa decisiva batalla”.
Y el número 17 define: “Favorecer la organización y realización efectiva de la guardia obrera en los centros de trabajo, como un complemento de los sistemas de seguridad y protección física, y actualizar su reglamento”.
Conocí, aunque no de manera oficial, que se realizan análisis sobre el tema a fin de adoptar decisiones que beneficien el cuidado y control de los bienes y recursos y disminuyan los gastos de las entidades por ese concepto. La realidad apremia.