Leonel miró el monte de marabú, se quitó el sombrero y puso su mano derecha en la cabeza. ¿Cuándo terminaré todo esto?, se preguntó. Y cierta tristeza quedó reflejada en su rostro. Agarró el machete que había dejado caer y encaminó sus pasos hacia la casita que levantó al lado del camino.
Cayó la noche y el cansancio provocado por una larga jornada de desmonte lo llevó a la cama temprano. Soñó que un tornado bajaba desde las nubes, arrancaba todo el marabú y lo desaparecía en lo más alto del pedazo de tierra que le habían asignado en usufructo para ganarse la vida. Él brincaba de alegría. Al otro día podría comenzar a romper, pasar grada y sembrar.
¿Para qué contar la historia de cómo entró el marabú en Cuba si es bastante conocida? Basta solo mencionar que a alguien se le ocurrió traerlo como planta ornamental, según dicen. Y poco a poco, desde hace más de 150 años, se fue adueñando del archipiélago.
De acuerdo con registros históricos, en 1930 ocupaba ya unas 443 mil 190 hectáreas (ha). De hecho, se ha convertido en el arbusto que más ha proliferado en Cuba. A principios del presente siglo, cerca de 1 millón 141 mil 550 ha estaban invadidas (el 10 % del territorio cubano y el 18 % de las tierras agropecuarias), con una afectación del 56 % de las áreas ganaderas. Muchos sitios, cubiertos por el marabú, han perdido las formaciones vegetales nativas.
Su proliferación responde a que el ganado consume sus legumbres y disemina las semillas con las deyecciones. Una vez establecido, se propaga y resulta muy difícil de erradicar porque sus largas raíces son capaces de originar numerosos retoños dondequiera que emerjan de la superficie del suelo. Su corte o quema contribuye a aumentarlo.
Por tanto, eliminarlo se hace en extremo difícil, a pesar de resultar muy necesario. Los métodos para erradicarlo pueden ser físicos, mecánicos y biológicos en áreas pequeñas y químicos en las grandes. Utilizar buldóceres está indicado para infestaciones pesadas y de gran densidad, tamaño y grosor de las plantas, con el fin de lograr el desbroce total. La quema se realiza cuando no se puede chapear o despejar.
Comoquiera, la tarea adquiere dimensiones en extremo complicadas y exigentes.
En el acto central por el aniversario 54 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, efectuado en Camagüey el 26 de Julio del 2007, el General de Ejército Raúl Castro Ruz dijo: “Lo que más bonito estaba, lo que más resaltaba a mis ojos, era lo lindo que estaba el marabú a lo largo de toda la carretera”.
A partir de ese momento comenzó a desarrollarse en el país una fuerte ofensiva para liberar las áreas cultivables o con posibilidades de dedicarlas a la ganadería, pero el avance, por razones obvias, ha tenido un ritmo más lento que el necesario.
Enfrentar el marabú no es un combate, sino una guerra
Mientras buscaba elementos para escribir estas líneas, encontré una noticia interesante. Los profesores Rafael Leyva Canavaciolo y Enrique Calzadilla Méndez, de la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte Loynaz, concibieron la cosechadora de marabú LeyCa 1150, primera de su tipo en Cuba, con capacidad para cortar 15 toneladas (t) por hora (h) y limpiar 0,43 ha en ese mismo espacio de tiempo.
En 30 días de corte puede liberar 96 ha, las que aportarían 3 mil 600 t de masa triturada, equivalentes a mil 200 t de petróleo.
A través de Calzadilla Méndez conocimos que los propósitos esenciales de la invención fueron: demostrar la factibilidad de cortar y procesar el marabú, convirtiéndolo en astillas; producir biomasa forestal limpia y con tamaño apropiado de partículas para ser transportada y asimilada por los equipos de combustión en plantas bioeléctricas, y despejar terrenos infestados para incorporarlos a la producción.
“Todos los objetivos enunciados fueron logrados durante las pruebas realizadas”, afirmó.
Al hacer más precisiones al respecto explicó que los estudios comenzaron en el año 2001 con el objetivo de convertir una cosechadora de caña KTP2M en una de marabú. Su construcción se inició en el 2009 en la fábrica 60 Aniversario de la Revolución de Octubre, en Holguín, y finalizó en el 2012. Posteriormente fue trasladada a Camagüey para realizar pruebas en la Empresa Triángulo 1, las cuales resultaron exitosas. Promovida por las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), le hicieron algunas reparaciones y mejoras.
“Después quedó paralizada y comenzó a sufrir el deterioro por la acción de la humedad. En mayo de este año fue llevada a los Talleres Lenin, de Camagüey, donde se le extrajo el motor diesel y otros componentes para ser usados en otra máquina en la zafra que recién culminó. Lamentablemente, no se cumplió el plan de pruebas previsto”, aseguró el profesor.
“En la actualidad se nos ha encargado por el Ministerio de Industrias trabajar conjuntamente con el Centro de Desarrollo de la Maquinaria Agrícola, de Holguín, y la Empresa Oleohidráulica José Gregorio Martínez, de Cienfuegos, en un prototipo de máquina cosechadora de marabú, tomando en consideración las mejores experiencias con la LeyCa 1150 y otras existentes. El diseño debe quedar terminado este año y su construcción se realizará en el 2017”, agregó.
El país dispone de 6 millones 240 mil 263 ha con posibilidades de ser cultivadas. De las que no son explotadas —una cantidad considerable—, una buena parte está invadida por el marabú.
Solo en el sector agropecuario de Cienfuegos (sin considerar el cañero), por ejemplo, hay 28 mil 252 ha ociosas y el 90 % de ellas están ocupadas por acumulaciones impenetrables de esa planta. El propósito es entregarlas en usufructo, pero inconvenientemente están en lugares donde no hay agua ni electricidad. “No obstante, existe un programa para hacerlas producir”, aseveró Yoan Sarduy Alonso, delegado del Ministerio de la Agricultura en esa provincia.
Para desmontarlas, solo cuentan con dos buldóceres, por lo que el trabajo hay que ejecutarlo, en su mayoría, a mano, o sea, a “machete limpio”.
Por otra parte, en casi todo el país se hace carbón vegetal a partir del marabú, fundamentalmente con destino a la exportación, lo que permite liberar áreas. Por su alta calidad y aceptación, sobre todo en el mercado europeo, le aporta ganancias notables a las empresas productoras y a los trabajadores incorporados a esa durísima faena.
Evidentemente, en la “guerra” para rescatar tierras infestadas y que pueda producirse en ellas se ha avanzado algo, pero aún es un mundo gigantesco lo que resta por hacer.
Leonel despertó antes de que el sol se adueñara del día. Tomó el buche de café mañanero y con las primeras luces del alba abrió la puerta con la esperanza de que el divino tornado del sueño hubiese arrasado con todo el marabú de su pedazo de tierra. Pero estaba allí, desafiante. Agarró la lima y comenzó a afilar el machete. La dura realidad estaba de nuevo ante sus ojos.