Icono del sitio Trabajadores

Andresito, el fundador de la CTC: Una vida sin límites

José Luis Álvarez Suárez, estudiante de Periodismo

Foto: Miguel Rubiera Jústiz

Los detalles de su admirable vida, de su historia, ya no los puede develar con total lucidez, pero Andrés Hechavarría Riera, quien el pasado 4 de febrero celebró su cumpleaños 104, dice sentirse premiado por la dicha de ser un centenario y además, fundador de la Confederación de Trabajadores de Cuba, hoy Central de Trabajadores de Cuba. El 28 de enero de 1939 Andresito estuvo presente en el Congreso Constituyente de la organización y observa a este día como un paso de avance para los trabajadores cubanos. En su temprana juventud ingresó al primer Partido Comunista de Cuba y participó en huelgas protagonizadas por los movimientos sindicales a favor de mejoras salariales y de las condiciones de trabajo, entre otras demandas.

En cada una de las acciones revolucionarias en las que se hizo presente, en la mayoría de las cuales fue acechado por el peligro, su responsabilidad y valentía nunca faltaron, así como sus energías dispuestas a pelear por las razones de los trabajadores.

El gremio de panaderos tuvo el honor de contar con este trabajador ejemplar que ponía total empeño en el modo de amasar y hornear el pan que cada día salía de sus manos. Al convertirse este gremio en sindicato, asumió la responsabilidad de secretario de prensa y cultura.

Cuando le menciono a Blas Roca, Jesús Menéndez y Lázaro Peña, por solo recordarle a algunos de sus compañeros, se emociona como queriendo decir mucho, aunque solo me regale un gesto con la cabeza en señal de afirmación, y con un poco de dificultad la expresión: “Yo los conocí, participamos juntos en muchas acciones”.

Hace un prolongado silencio. Parece buscar algo en su memoria. De repente, con una extremada claridad impulsa una frase: “Yo soy Andresito el comunista y estuve preso por comunista”. Seguro se refiere a los cinco días que permaneció en prisión bajo sospecha de haber participado en el asalto del 26 de julio de 1953. Este hijo de la tierra santiaguera dirigió también la conga de Los Hoyos y con esta se le veía bajar y subir por la ciudad con una alegría intensa que contagiaba las calles y sumaba al disfrute a un mar de pueblo.

Hoy ya no es lo mismo; el oído le pide gritos en la conversación, su andar es pausado y no recuerda con detalles toda su vida, tampoco caminar le resulta fácil, por eso se hace acompañar de un bastón, y de vez en cuando de una silla de ruedas que me señala risueño, mientras me dice el modo en que la bautizó: “Mi carro”.

El amor de su familia, hijos, nietos, bisnietos y tataranietos, así como el cariño de sus amigos y vecinos, inundan cada jornada su casa. Es este querer intenso el que lo mantiene feliz y le permite despedirme con una frase y una sonrisa: “Gracias, vuelva pronto”.

Compartir...
Salir de la versión móvil