A su padre, que es un fotógrafo y realizador muy reconocido le interesa el documental. Pero Daniel Chile se inclina por la ficción. Primero fue actor, después se hizo realizador. Todavía no tiene 30 años, pero ya ha sido valorado por su obra audiovisual.
¿Cuándo supiste que te interesaba la realización? ¿Por qué?
Desde niño observaba trabajar a mi padre, Roberto Chile, y descubría en el visor de su cámara lo que él acababa de filmar, era el primer espectador de algunos de sus trabajos. También veía películas, leía. Todas esas vivencias fueron calando en mí, y sin proponérmelo, me fui acercando cada vez más al mundo audiovisual. Recuerdo que en la secundaria básica vi la película American Beauty. Tuve la certeza de que las emociones que había logrado ese filme en mí eran una experiencia única y sentí que valía la pena apostar por un arte capaz de hacer vibrar los sentidos y tocar fibras profundas. Y luego, recién graduado de la Escuela Nacional de Arte, llegó a mí Amores perros, ópera prima del cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu, que encendió la luz de mi camino: el cine de ficción.
¿Qué historias te seducen?
No me seducen las historias que se estancan y que muestran la vida tal como es. Me interesan las que narren algo trascendental de la vida de un personaje. Una historia poderosa que remueva al espectador, que lo incomode, que lo haga reflexionar y le sacuda el alma.
¿Ser hijo de Roberto Chile ha sido una ayuda o un límite en tu carrera?
Ser hijo de alguien tan reconocido en el mismo arte en que te desempeñas puede ser una limitante, pero en mi caso es un placer y he contado con su apoyo en todos los sentidos. Hemos creado una profunda relación de padre e hijo, pero también de amistad.
¿Qué incidencia tiene Cuba, su contexto, en tu obra?
Cuba y especialmente La Habana están constantemente en mi obra. Me encanta caminar por la ciudad, descubrirla, conversar con la gente, disfrutar su poesía, sus luces y sus sombras, sus ruidos. La Habana es inspiradora, no es un telón de fondo, sino un personaje más en mis historias.
Lo que realizas, ¿se parece a lo que sueñas?
Si se pareciera ya hubiera dirigido una película de fantasía. Es difícil igualar el poder misterioso y abarcador de los sueños. Como todo el mundo, lucho por mis sueños.
¿Te molesta que te pongan la etiqueta de joven realizador cubano?
Nunca me han interesado las etiquetas. Pero sí, soy joven, soy realizador y soy cubano. Mi sueño, como el de muchos de mis contemporáneos, es hacer cine. En el mundo hay cineastas jóvenes de edad, pero anticuados en sus conceptos artísticos. Otros, como Martin Scorsese, superan los 80 años y llevan consigo la fuerza y la sagacidad de un veinteañero. La juventud creativa puede ser eterna.
¿Hasta qué punto es complicado ser un joven realizador cubano? ¿Cuáles son los retos?
Es complicado porque vivimos en un país con escasos recursos, y eso inevitablemente impacta en el cine. Nuestra cinematografía realiza muy pocas películas al año y es una ardua tarea obtener los recursos imprescindibles para rodar. El cine es un arte costoso, que requiere tiempo y fondos, involucra a muchísimas personas, y en ocasiones, por situaciones ajenas a tu propia voluntad, no logras lo que te propusiste. El reto mayor es luchar con inteligencia contra todas esas barreras y trabajar cada minuto para seguir creciendo como realizador y como ser humano.
¿Qué película quisieras hacer? ¿La tienes en planes?
Ahora mismo estoy inmerso en la postproducción de Atrapado, mi cuarto cortometraje de ficción. Espero presentarlo este año en el circuito de festivales de cine, dentro y fuera de Cuba. Y sí, estoy moldeando ideas para un futuro largometraje de ficción donde indagaré en los conflictos de la naturaleza humana.