Hassan Pérez Casabona*
Hay seres humanos que fulguran, incluso con mayor energía cuando no están físicamente entre nosotros. Es tanta la luz que emana de ellos, que desbordan latitudes y contextos epocales, para inscribirse por siempre en la historia de los pueblos.
Son hombres y mujeres que condensaron en sus trayectorias de vida tantas enseñanzas (cuya riqueza estriba precisamente en interpretar ese legado sin dogma alguno) que tienen un espacio permanente reservado entre nosotros. Es más, en la medida que el tiempo galopa, con su paso indetenible, adquieren mayor presencia en nuestro imaginario y debates cotidianos.
Tener a mano figuras de esta estatura no es algo relacionado directamente con una u otra geografía. Dicho de manera diferente, no hay una proporción exacta entre extensión territorial de un país y la producción de gigantes del pensamiento. Ello le confiere valor superior (sin chovinismo alguno) a aquellas naciones como la nuestra, capaz de parir a líderes de ascendencia universal. Esos cuyo ideario reverberante es un manantial perenne de inspiración, en la misma medida que látigo implacable contra los que se aferran a inequidades y atropellos.
José Martí y Fidel Castro son dos titanes que fundaron, desde las circunstancias que enfrentó cada cual en mundos diferentes, un tiempo nuevo. Son apoyatura para la edificación de una sociedad superior pues, en última instancia, el anhelo de ambos fue promover por doquier la utilidad de la virtud y emancipación humanas, como certeza de un planeta equilibrado en el que proliferara el bien de todos.
El nexo indestructible entre ellos es una de las claves para entender por qué los sueños no se apagarán jamás, por muy complejas que se presenten las circunstancias. Hablar de uno es evocar, inevitablemente, al otro. Da igual que el análisis se teja desde el precursor hacia el discípulo o a partir de quién hizo realidad los desvelos del autor intelectual de la obra mayor.
Como son actores del futuro su quehacer anterior es apenas el pretexto para traerlos a combatir las problemáticas actuales. Es una misión cíclica que lejos de agotarse adquiere renovada vigencia, por la originalidad de los análisis que formularon desde la más acendrada convicción de que Patria es Humanidad, o de que cuando un pueblo llora la injusticia tiembla.
Qué orgullo ver en la cumbre de ese monumento mayúsculo de la unidad latinoamericana y caribeña que constituye la Celac, celebrada en República Dominicana, al presidente anfitrión Danilo Medina invocarlos a los dos, como acicate a conocernos entre nuestros pueblos y desandar así los derroteros por venir.
Bajo esa impronta el Centro de Estudios Martianos (CEM) organizó una sesión solemne, a propósito del 164 aniversario del natalicio de nuestro Héroe Nacional. En la sede de la institución habanera -consagrada desde el 19 de julio de 1977 al estudio y promoción del extraordinario acervo de quien también manifestó que debemos “andar en cuadro apretado como la plata en la raíces de los Andes”- se llevó a cabo la velada.
Se encontraban presentes el Dr. Armando Hart Dávalos, jefe de la Oficina del Programa Martiano y presidente de la Sociedad Cultural José Martí (SCJM); el Dr. Roberto Fernández Retamar, director fundador del CEM y presidente de Casa de las Américas; Enrique Ubieta Gómez, funcionario del Comité Central del Partido y ex director del CEM; la doctora Ana Sánchez Collazo, directora actual del CEM, René González Seheweret, Héroe de la República de Cuba y vicepresidente de la SCJM; representantes del cuerpo diplomático acreditado en nuestro país, destacados investigadores y profesores sobre la obra martiana, y jóvenes de la enseñanza media y la educación superior.
La doctora Sánchez Collazo señaló en las palabras introductorias que: “De Martí aprendimos el infinito valor y la fuerza de las ideas. Tenemos convicción profunda de la grandeza de su pensamiento”.
El homenaje contó como actividad central con la conferencia magistral ofrecida por el Dr. Pedro Pablo Rodríguez, miembro de la Academia de Ciencias de Cuba y de la Academia de la Historia, y uno de los principales conocedores del Apóstol en cualquier latitud.
El reconocido investigador, quien dirigió además el colosal proyecto de preparar la edición crítica de la obra martiana, disertó en esta oportunidad sobre: “Estados Unidos, periodismo y literatura en la formación antiimperialista de José Martí”.
En su brillante exposición desgranó diversas apreciaciones, encaminadas a presentar en toda su genialidad a un hombre al cual debemos estudiar cada día con nuevo bríos. El texto presentado por Rodríguez debería ser objeto de estudio en nuestras escuelas, porque contribuye a brindar una visión abarcadora sobre los aspectos tratados.
Desde la apertura planteó de manera directa y amena sus valoraciones. “La sociedad estadounidense fue uno de los dos grandes temas martianos, solo superado por otro gran tema: Cuba. Su mirada sobre ambos fue tan extensa y múltiple que en ese recorrido podemos hallar otros temas menores, que tributan al tronco principal. América Latina, o Nuestra América, para ser más precisos, es el otro. Este último amerita considerarse como cuestión de especial significación”.
Explicó que: “Martí apreció al Norte como el peligro mayor de Nuestra América y se dio la inmensa tarea de develar semejante impulso dominador y de organizar la resistencia frente a esos intentos. Desde inicio de los años 80 del siglo XIX esbozó una estrategia en la que es admirable la unidad entre pensamiento y práctica. No fue mero placer intelectual lo que motivó a Martí a escribir sobre EE.UU. Hubo en él una voluntad expresa ante lo que consideró una urgencia histórica”.
Adentrándose en el meollo de su presentación aseveró: “Las Escenas Norteamericanas, como bautizó a sus envíos entre 1881 y 1892 a diversos periódicos hispanoamericanos, constituyen un corpus imprescindible para movilizar a los lectores hacia los intereses de defensa de la soberanía de Nuestra América. En ellas se evidencia su comprensión de los nuevos rasgos que iban conformando el desarrollo capitalista, signado por la irrupción de los monopolios. Es importante aclarar que desde antes de esas Escenas… él estaba armado de una profunda lente crítica sobre Estados Unidos. No fue un viajero iluso el que desembarcó en Nueva York, el 3 de enero de 1880”, afirmó.
Convencido de la necesidad perenne de acudir a quien nos enseñó que un principio justo desde el fondo de una cueva puede más que un ejército, aseguró: “Hay mucho que estudiar aún sobre Martí. Debemos examinar con paciencia, por ejemplo, cuando pasó del 14 al 26 de enero de 1875 por Nueva York, en tránsito hacia México para reunirse con su familia. ¿Qué hizo, a quién vio, con quien conversó? Son sin dudas interrogantes que debemos respondernos”.
El destacado historiador, acreedor además del Premio Nacional de Ciencias Sociales, remarcó que: “Martí se echó encima una tarea descomunal con Escenas…: penetrar esa sociedad de una manera que le permitiera a sus lectores desentrañar cada pieza del rompecabezas. No en balde afirmó más de una vez que, `El poder material, como el de Cartago, si crece rápido, de igual forma declina´”.
Ante un auditorio que siguió con detenimiento sus valoraciones, puntualizó: “Su pensamiento y accionar son sumamente originales. Se trazó una estrategia discursiva, que emplea los recursos literarios con libertad y pasión. Identificó esos textos como `Un centinela de la causa propia´, según le dijo a Manuel Mercado. Quería ir dando a ese país mediante la secuencia de sus apuntes, pero no a retazos sino de manera integral, como si fueran libros. Cada trabajo está lleno de ideas, argumentos y reflexiones. En esas cuartillas brotan sus imágenes atinadísimas, una polisemia sin par y un torrente de palabras que no rehúyen el sentimiento y el sentido ético. Se trata, inobjetablemente, de una prosa de madurez”.
En la ponencia, Rodríguez resaltó que: “Hay una postura crítica sobre EE.UU. Deseaba, como le planteó a Bartolomé Miltre, `Poner los ojos libres de prejuicios en todos los campos´. Los más de 300 textos que pueden considerarse como Escenas… son productos híbridos, en los que se mezclan diferentes géneros periodísticos. En su época, afortunadamente, era muy difusa la frontera entre periodismo y literatura. La hibridez genérica del periodismo martiano se explica por las claves de la escritura de sus Escenas…. Es así que lo informativo de antaño se lee hoy con fruición como pieza literaria”.
En otro acápite argumentó: “El estilo es la expresión del pensamiento. La imagen no es recurso solo de la poesía, para quien señaló que no encontraba mejor poesía que la de los libros de ciencia. En Escenas… hay todo ello porque se examina una realidad humana”.
Al final de su presentación, Rodríguez acentuó que: “Martí nos entregó una comprensión de extraordinaria riqueza sobre aquella sociedad. En múltiples oportunidades utilizó la locución adverbial enjunto a la hora de referirse a sus análisis sobre ella. No lo hizo desde la acepción tradicional relacionada con cantidad. Él aspiraba a toda la cantidad, es decir brindarnos a EE.UU., en su totalidad. Ahí está una de sus grandes exhortaciones. Nosotros, los enamorados del Maestro, debemos estudiarlo a él también en la totalidad de su obra. De esa manera seremos más martianos, antiimperialistas y mejores personas”, apuntó.
En las conclusiones, la Dra. Sánchez Collazo recordó al Comandante en Jefe Fidel Castro, “El mayor impulsor de los estudios sobre Martí y quien llevó adelante su sueños más puros. Siempre tendremos en cuenta lo que nos dijo el 29 de enero del 2003, en la clausura de la Conferencia por el Equilibrio del Mundo, organizada en ocasión del 150 Aniversario del Natalicio del Apóstol: `De él recibimos, por encima de todo, los principios éticos sin los cuales no puede siquiera concebirse una revolución´”.
En sus palabras explicó que esta actividad es la primera de un amplio plan concebido para celebrar el 40 aniversario de la institución.
*El autor es Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.