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De “exiliados” a emigrados

Los recientes acuerdos migratorios les devolvieron el verdadero nombre a los cubanos que viajan fuera del territorio nacional: emigrados. Como expresó Fidel al hablar de la politización del tema por Estados Unidos después del triunfo de la Revolución, esa era una categoría que había desaparecido del vocabulario para los ciudadanos de nuestra patria. “Todo cubano residente en cualquier país del mundo desde entonces fue calificado de exiliado. Extraño ejemplo de exiliados y perseguidos políticos que apenas sin excepción viajan a Cuba cuantas veces lo desean”, dijo entonces.

Aunque todavía queda en pie la Ley de Ajuste Cubano, la eliminación de la política de pies secos-pies mojados, iguala el tratamiento migratorio de los cubanos que entran a territorio estadounidense con la de los ciudadanos procedentes de otras naciones, lo que significa que serán devueltos a Cuba no solo los que intenten ingresar de manera irregular a Estados Unidos, sino los que habiéndolo hecho de forma regular con un documento migratorio legal se les venza el tiempo de su estancia, ya que en este caso estarían tratando de permanecer ilegalmente.

Atrás queda una larga historia imposible de resumir en poco espacio pero que no puede olvidarse, por la carga de sufrimiento y muerte que ha dejado en el pueblo cubano.

Cuba nunca puso obstáculos a la salida del país a cualquiera que desease hacerlo. Las trabas estuvieron siempre en la intención de Estados Unidos de utilizar la emigración como un mecanismo encaminado a desestabilizar la Revolución, mediante el estímulo a políticas agresivas que alentaron la violencia, la migración irregular y el tráfico de personas.

No dudaron en recurrir a acciones irresponsables y espectaculares como la resumida en un titular de prensa que pretendió esconder una perversa maniobra contra Cuba: “Catorce mil niños cubanos escaparon del comunismo”. Se trataba nada menos que de la llamada Operación Peter Pan, realizada entre 1960 y 1962, mediante la cual poco más de esa cantidad de menores fueron enviados sin acompañantes a la nación del Norte. Ello fue posible a partir del engaño deliberado a las familias por la propaganda de la radio subversiva, y de una ley apócrifa elaborada por la CIA, que circuló de forma clandestina, donde supuestamente se decretaba que el Estado cubano les iba a arrebatar la patria potestad a los padres. Los que por temor enviaron fuera del país a sus hijos, de hecho la perdieron, ya que la mayoría de esos niños nunca pudieron volver a su suelo natal ni retornar a los brazos de sus progenitores.

Las imágenes de los cubanos atravesando el mar en frágiles embarcaciones a riesgo de sus vidas para llegar a la Tierra Prometida, sirvieron de pretexto durante de mucho tiempo a la gran prensa internacional para desacreditar la Revolución.

A esos medios nunca les interesó profundizar en las causas de la llamada crisis de los balseros de 1994, ocurrida tras al derrumbe del campo socialista, en medio del recrudecimiento del bloqueo y el incremento de las transmisiones subversivas hacia Cuba.

El desencadenante principal fue, sin embargo, el incumplimiento reiterado por el Gobierno estadounidense del acuerdo migratorio de 1984. Mientras esto sucedía se aceptaban, sin mediar trámite migratorio alguno, a los que arribaban a ese país de manera ilegal, por lo que ante semejantes tensiones era de esperarse que se produjera una crisis migratoria.

Fueron recibidos como héroes en Estados Unidos criminales como el que ese mismo año de 1994 secuestró en el Mariel una nave auxiliar de la Marina de Guerra Revolucionaria después de asesinar al teniente de navío Roberto Aguilar Reyes; y aceptados sin ser juzgados los que desviaban aeronaves hacia ese país amenazando a la tripulación y poniendo en peligro a todos los que en ella viajaban, lo que constituía un acto de terrorismo.

A estos hechos se agregaban los intentos fallidos de salidas ilegales por individuos que fueron capaces de cometer crímenes como el de la base náutica de Tarará, por mencionar solo un ejemplo.

Los cubanos que alentados por los privilegios que les concedían en Estados Unidos a los inmigrantes irregulares decidieron ir por tierra a ese país a través de varias naciones de la región, expusieron su seguridad y sus vidas al ponerse en manos de traficantes de personas. Como consecuencia, algunos fueron objeto de asesinatos o de delitos como extorsión y prostitución, entre otros.

Los acuerdos de este 12 de enero cierran las puertas a hechos como estos y establecen la emigración cubana como debe ser: un flujo legal, ordenado y seguro.

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