El jubilado Lázaro Simeón Flores Torres residente en La Habana quiere y necesita trabajar. Se siente con fuerzas y la chequera no le alcanza para sufragar sus gastos.
Por eso, a finales del mes de octubre del pasado año, se presentó en la Empresa Provincial de Gas Manufacturado, pues supo que necesitaban personal para el cobro del servicio a los clientes.
En su carta expresa que en la Dirección de Recursos Humanos de la entidad lo atendió una compañera que le indicó llenar unos documentos para empezar el proceso de captación. Pero cuando se fijó en el remitente, preguntó su edad y si estaba jubilado. Este le explicó que tenía 65 años y 3 de retirado. Ella repitió las interrogantes a otro optante, quien le contestó que todavía se encuentra activo y al retornar donde Lázaro le retiró los papeles y lo despidió.
“Me fui con el ánimo caído —confiesa—, creo que el país no se puede dar el lujo de decir a un jubilado ‘vete para la casa a descansar’. Si me hubieran visto con bastón, caminando con dificultad o el chequeo preempleo hubiese dado no apto, se justificaba la negativa.
“La voluntad de trabajar no está en la edad, sino en el deseo y la necesidad —continúa—. Además, si tenían dudas podían haberme contratado por tiempo determinado, tres meses, como hacen en muchas empresas a fin de evaluar si soy idóneo para el puesto”.
El lector arguye que la legislación laboral vigente no prohíbe trabajar a los jubilados, mucho menos si tienen experiencia y disciplina. Esperamos la respuesta especializada porque, en esta balanza, hay de parte y parte.