Adislenes Ruenes César y Ramón Barreras Ferrán
Los especialistas califican de tenue —y de hecho lo es— el crecimiento económico estimado en los países de América Latina y el Caribe para el 2017. Quizás hablar del decrecimiento y sus consecuencias sea desalentador, sin embargo resulta necesario comenzar el año tomando en cuenta las proyecciones de esta tendencia negativa.
Aun cuando los Gobiernos y las organizaciones internacionales han adoptado políticas para revertirla y evitar los efectos de la desaceleración, indicadores como el desempleo son cada vez más alarmantes. Al cierre del 2016 sumaban 25 millones de desocupados en la región, la cifra más alta en los últimos diez años, según publicó la Organización Internacional del Trabajo (OIT); situación agravada por el deterioro de las economías regionales.
Tenue crecimiento
En el informe anual que emite la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en diciembre, los especialistas proyectaron que para el 2017 las economías de la zona tendrán una frágil recuperación de un 1,3 %, cifra que indica una ligera recuperación si tenemos en cuenta que en el 2016 estas se contrajeron en -0,8 %, más que el -0,5 % del 2015.
No obstante, el complejo contexto macroeconómico internacional demuestra que las naciones más competitivas —Estados Unidos y Canadá en América; así como otros países de Europa— han incidido en la involución del mercado laboral regional y en el debilitamiento sostenido de los indicadores del empleo.
Según los especialistas que participaron en la confección del Balance Preliminar de las Economías de la región —el cual consta de un panorama que incluye análisis sectoriales y una proyección del crecimiento para el año siguiente, y de informes individuales sobre los países latinoamericanos y caribeños— urge dinamizar las inversiones para retomar el crecimiento a corto y largo plazo, y así enfrentar los riesgos e incertidumbres del escenario internacional.
En la conferencia de prensa donde se presentó el informe, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, expresó que la zona se encuentra “en un punto de inflexión, se volverá a crecer, pero de manera moderada y sin motores claros que la impulsen”. Agregó que para revertir el proceso de inversión, se necesita una importante movilización de recursos financieros.
En el 2016 América del Sur fue la subregión más afectada, con una caída de -2,4 %, mientras que el Caribe se contrajo en -1,7 % y Centroamérica registró un crecimiento de 3,6 por ciento. Otros datos del gráfico, muestran que países con mayores economías como Venezuela, Brasil y Argentina también presentaron una marcada desaceleración, mientras que el avance económico regional estuvo encabezado por República Dominicana y Panamá.
Talones de Aquiles
Algunos países de América Latina y el Caribe figuran entre los de más altas cifras de pobreza, desocupación, analfabetismo y poco acceso a servicios elementales como el sanitario. A esto habría que sumar las medidas adoptadas en algunos Estados por los gobiernos neoliberales que en los últimos meses han accedido al poder, las cuales pudieran tener un efecto bumerán.
Tal situación afecta a los trabajadores y a la población económicamente activa de países como Argentina, Brasil, México, Colombia, Chile, entre otros.
Para este año se puede prever que el desempleo en América Latina seguirá siendo una de las mayores debilidades, es el resultado de factores que continúan mostrándose desfavorables, sin que se visualice una mejora en el corto plazo.
Desde hace dos años esta desaceleración es notable. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en los países de Centroamérica, México, República Dominicana y las naciones del Caribe, la evolución del mercado laboral fue más favorable que en América del Sur.
Por ejemplo, la tasa de desempleo urbano aumentó y terminó el pasado año en 9 % —muy superior al 7,4 % registrado en el 2015. Consideran los especialistas que las proyecciones de crecimiento para el 2017 están dadas por una mejora en los precios de las materias primas que beneficiaría los términos de intercambio de América del Sur, espacio que repuntaría con un alza en el crecimiento de su PIB de 0,9 %, mientras que el Caribe crecería en 1,3 por ciento, principalmente por la actividad turística. Centroamérica, en tanto, se expandiría en 3,7 por ciento.
En las áreas rurales donde es indispensable la modernización tecnológica y la diversificación productiva, existe una gran variedad de trabajadores que no aparecen en las cifras oficiales, los cuales se emplean en formas de trabajo precario.
En todos los países de la región el desempleo rural es más bajo que el urbano. Las grandes brechas son cada vez más evidentes. Según el informe de la OIT, al menos 52 millones de personas en América Latina trabajan en el campo, de las cuales 27 millones están en situación de empleo vulnerable. En ellas la cobertura de los sistemas de seguros de salud es inferior, igual sucede con el sistema de pensiones. El sector rural concentra un núcleo duro de pobreza, exclusión e informalidad laboral.
También existen millones de migrantes que han salido de las industrias y de las zonas marginadas de las ciudades en busca de mejores oportunidades en Estados Unidos y Canadá fundamentalmente.
Entre los migrantes, las mujeres y los jóvenes están en condiciones aún más desfavorables. En los peores casos, son obligados al trabajo forzoso y poco remunerado.
Los especialistas también prevén que la economía mundial mantendrá bajos niveles de crecimiento. Una de las razones podría ser la lenta expansión del comercio que no ha logrado recuperar los niveles registrados antes de la actual crisis financiera global.
Las economías latinoamericanas que compiten con países de Europa y con Estados Unidos, han tenido que enfrentar el deterioro de los precios de exportación de sus productos básicos y la incertidumbre financiera, la cual no ha estado ajena a circunstancias como el llamado Brexit, a partir de la decisión del Reino Unido de salir de la zona euro.
Indudablemente, las inseguridades del contexto internacional tendrán efectos diferenciados en los países de América Latina y el Caribe para el 2017. Si bien las cifras no son alentadoras, mirarlas con atención y contrarrestarlas podría servir para propiciar una mayor orientación productiva y comercial de la región.