Por Rodny Alcolea Olivares y Ramón Barreras Ferrán
El puente por el que pasamos alguna vez sobre el caudaloso río Toa, ya no existe. El huracán Matthew lo partió en pedazos, lo arrancó y se lo llevó. Justamente donde estaba, cerca de la desembocadura, se encuentra la muestra más fehaciente de la enorme fuerza destructiva del endemoniado ciclón.
Y esa vía resulta esencial, porque une a las ciudades de Baracoa, en Guantánamo y, Moa, en Holguín, y posibilita el trasiego de mercancías y de muchas personas que residen a ambos lados de las márgenes, a lo largo de unos 70 kilómetros.
Algo de historia
Cuando Baracoa cumplió 500 años de fundada (agosto del 2011) fuimos hasta el Toa para presenciar una tradicional competencia de balseros y balseras. Allí nos contaron que cuando el Ejército Rebelde operaba en las montañas del oriente cubano y sus integrantes necesitaban pasar algún medio de transporte a la otra orilla, los lugareños les facilitaban una balsa rústica, pero resistente, hecha por ellos mismos. Sin embargo, la escondían y le negaban esa posibilidad a las fuerzas militares de la tiranía.
Después fue construido un puente de madera que permitió el paso durante casi dos décadas, hasta que apareció en diciembre de 1990 el “coloso de hormigón armado”, como lo calificara en el ameno libro Baracoa más allá de La Farola el escritor y periodista guantanamero Ariel Soler Costafreda, quien vaticinó —porque lógicamente, nunca imaginó que algún día ocurriría un desastre de tal magnitud— que esa mole abriría la perspectiva “de una comunicación perpetua”.
La realidad
Lo real es que los efectos del huracán Matthew, lo destruyeron completamente. De él solo quedan, como mudos testigos de lo que sucedió ese día de octubre, los pilotes que fueron hincados a 18 m de profundidad para sostener la estructura superior de 11,20 m de ancho, 7 m de alto y 225 m de largo. Pero la vida tiene que continuar y precisamente el puente significa la vida en esa zona. Por eso, con prontitud, cuando llegó la calma, surgieron alternativas para facilitar la travesía, primero de las personas impacientes por conocer la suerte de sus familiares que viven a ambos lados y, posteriormente, el de materiales para la recuperación de las viviendas y otras instalaciones o la creación de facilidades temporales, mercancías diversas, medios ligeros de transporte…
Yoandris Hernández Garrido trabaja en el Rancho Toa, una instalación turística ubicada en la orilla más próxima a Baracoa. Desde el 5 de octubre, a solo unas horas del paso del huracán, Seis dedos, como todos allí le llaman por tener esa cantidad en cada mano, agarró su bote y comenzó a trasladar gratuitamente a personas de una margen a otra. “Lo hago para cumplir con el pueblo. Yo nací y me crié en este lugar y qué menos podía hacer”, dijo mientras hundía ambos remos en el agua del Toa y bogaba fuerte.
El día que visitamos el lugar donde estuvo el puente, apreciamos que, con un equipo anfibio PTS, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), combatientes bien preparados garantizaban el traslado de materiales, mercancías y algunos medios ligeros de transporte, mientras otro permanecía de reserva para afrontar cualquier inconveniente; fueron creadas facilidades para el abordaje de las embarcaciones y el descenso seguro; y una patana, una lancha y varios botes atravesaban el río una y otra vez, desde el amanecer hasta la puesta del sol.
Conversamos también con los integrantes de una brigada guantanamera que llegaron a la zona con el propósito de “hacer lo que haga falta”. Estaban dispuestos y prestos para ejecutar trabajos de albañilería, carpintería…, y liberar de los árboles derribados, motocierras en mano, las áreas forestales próximas, como explicó Grabiel Fonseca Proenza, jefe del colectivo formado por 13 hombres.
Más temprano que tarde
Otra mole aparecerá más temprano que tarde sobre el río Toa. Y de nuevo se hará normal el cruce para quienes viven en Maraví, Cayo Güin, Navas, Nibujón, El Recreo, Santamaría y otros asentamientos.
Con el apoyo del Gobierno de la hermana República Bolivariana de Venezuela, que tan solidariamente se ha comportado en la fase de recuperación de los desastres dejados por Matthew, un grupo de especialistas realizaron estudios geofísicos para construir otro puente, más fuerte que el desaparecido, en unos ocho meses aproximadamente.
Mientras, fuerzas constructoras desbrozan el monte en zonas cercanas al río para dejar establecida una vía de acceso de unos 18 km de extensión, con sus correspondientes obras de fábrica para facilitar el paso de los cursos naturales de agua, a un costo que supera los 14 millones de pesos.
Quizás antes de lo que imaginamos podremos pararnos de nuevo en el puente, sobre el río, y hasta volver a ver otra animada competencia de balseros y balseras.
Y ojalá que cuando así suceda, Matthew sea solo un triste recuerdo para toda la gente del Toa.