La ciudad de Pinar del Río se apresta para recibir, con nuevas galas en sus edificios, jardines, prados y avenidas, el aniversario 150 de su fundación como villa (1867), efeméride que se celebrará el venidero 10 de septiembre. Entre los lugares de gran significación histórica para los lugareños, rejuvenecido y ampliado, se encuentra el céntrico Parque José Martí, alrededor del cual, en la década de los años 40 del siglo XVII ya existía el primer asentamiento poblacional de esa pintoresca región del occidente cubano.
El suntuoso monumento al Héroe Nacional se realizó mediante una colecta pública ascendente a 12 mil pesos que alcanzaron para contratar al reconocido escultor italiano Ettore Salvatori, quien con legítimo mármol de Carrara comenzó la obra en Génova y la concluyó en Cuba. El 28 de enero de 1929 fue emplazada al principio del Paseo de Estrada Palma (Malecón), ocasión en que el Mayor General de la Guerra de Independencia, Enrique Loynaz del Castillo, pronunció un discurso.
Después, el 23 de febrero de 1931, la regia estatua fue trasladada al lugar donde se encuentra actualmente y comenzó a llamársele a ese parque, que como tal ya existía, con el nombre de José Martí.
Hace algunos meses, la dirección de Comunales en Pinar del Río solicitó al reconocido Proyecto Cultural de Desarrollo Local Fidias, dirigido por el artesano artista Pedro Alberto Luaces Torres, más conocido como Pedrito, el remozamiento de la enorme pieza con incrustaciones en bronce —varias letras desaparecidas— de tres célebres frases de José Martí distribuidas al centro y a ambos lados del monumento.
Auxiliado por los también ejecutores Yoanis Acosta Acanda, restaurador masillero de la Oficina del Historiador de La Habana, y Sergio Iván Odelín Rubio, Pedrito emprendió el cambio total del parque, el cual adquirió una nueva imagen general, respetando el conjunto monumentario ya existente, de acuerdo con un moderno diseño de la arquitecta Brikely Vilán y un grupo de profesionales y estudiantes pinareños de esta especialidad.
Desde la vetusta escalinata que da acceso a la vibrante imagen del Apóstol, remozado y embellecido su entorno, hoy relucen los añejos pisos y los sólidos muros que le rodean. El lugar fue ampliado, en forma de prolongado triángulo, añadiéndosele enjundiosos trabajos de herrería —en imitación de la época en que fue construido el parque—, en la construcción de lámparas y separadores perimetrales, realizados con el indiscutible sello de calidad de Fidias, que igualmente asumió la construcción de bancos en forma de serpentina, alegórica al río Guamá —emblema de la urbe—, y jardines que en su acumulado destellan armonía, paz, buen gusto y solemnidad, especialmente atractivo para los jóvenes que tal vez harán suyo este espacio de reflexión, cultura e historia.